domingo, 2 de junio de 2013

LA MORA ENCANTADA . LA NEVERA DE LA CODOÑERA

E l consumo de bebidas refrescantes constituye una de las sensaciones más agradables que asociamos a la canícula estival. Nuestra vida sin los frigoríficos de que disfrutamos se nos haría muy difícil de imaginar. Antigumente estas experiencias estaban representadas por el consumo de nieve y de hielo del que intentaban disponer ciudades, pueblos y aún los conventos. La nieve durante el verano se convirtió en un producto de primera necesidad que era demandada por la sociedad para emplearla en actividades tan diversas como la medicina, la conservación de alimentos o el consumo de bebidas y comidas refrescantes. Su comercialización se convirtió en un floreciente negocio que alcanzó su mayor auge en el siglo XVII y que se prolongó hasta las primeras décadas del siglo XX cuando apareció el hielo industrial. La importancia del producto motivó que muy pronto fuera objeto de regulación por parte de los entes locales que arrendaban los pozos de nieve o neveras y fijaban las condiciones que regulaban su distribución.
La nevera de La Codoñera se encuentra a una altitud de 501 metros. Fue construida en las llamadas Eras Bajas, que con el paso del tiempo pasaron a denominarse Eras de la Nevara. En el año 1736 la calle por la que se accedía pasó a denominarse Calle de la Nevera y en 1790 el conjunto de casas situadas en sus inmediaciones formó el Barrio de la Nevera. Se desconoce el año en que fue construida, pero en 1680 fue objeto de obras de remodelación por parte de sus propietarios, la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario. Su planta es circular, con unas paredes interiores de piedra sillar sencilla ajustada con argamasa o mortero de cal, que dejan un diámetro útil de 3 metros. Su aislamiento del exterior se consigue mediante un relleno de tierra de 3 o 4 metros de grosor y un muro exterior de manpostería ajustada con argamasa de cal. El diámetro final de la construcción varía entre los 11 metros en dirección NE-SO y los 8,6 metros en dirección NO-SE. Su profundidad se desconoce por encontrarse rellena de escombros, solía oscilar los 9 metros , como el caso de la de Belmonte. La cubierta de piedra no se ha conservado. Alberto Bayod, que ha estudiado las neveras del Bajo Aragón, considera que nuestra nevera sería de capacidad media o pequeña.
En los arrendamientos se establecían los períodos obligatorios para disponer de nieve ( o de hielo ) aunque solía ir desde primeros de mayo hasta mediados de octubre, establciéndose penalizaciones para el supuesto en que se terminara la nieve. La normativa de los arriendos obligaba al suministro de nieve gratuita a los enfermos. También se hacía distinción entre vecinos y forasteros, con un menor precio para los primeros. En los contratos se fijaba un precio fijo de venta que debía mantenerse durante toda la temporada, con una cantidad mínima que el comprador debía adquirir obligatoriamente. El precio normal de venta era de un dinero por 14 onzas de nieve o hielo  . Cuando la nieve escaseaba, se reducía la cantidad de nieve ofrecida que pasba a 12 onzas.
Como muestra tenemos el arrendamiento de la nevera de La Codoñera para el año 1691 que fue adjudicado a Thomas Alcober, espartero, por 470 sueldos jaqueses, actuando como fiadores Jusepe Gisbert y Jusepe Velilla. El contrato especifica que debe proporcionar 14 onzas de yelo o de nieve por un dinero durante el período comprendido entre la Santa Cruz de Mayo y el segundo domingo de octubre. El día de Todos Santos la nevera debía hallarse limpia y desocupada.

   Artículo publicado en el programa de las fiestas patronales de San Cosme y San Damián en septiembre de  2008.

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