viernes, 1 de noviembre de 2019

UNA TUMBA EN EL MAR


    Entre las efemérides turolenses publicadas por el periódico de Teruel, figura la siguiente escueta noticia:
25 de noviembre de 1898. "Un soldado de La Codoñera llamado Francisco Cases, de 21 años, se encuentra entre los fallecidos durante la travesía de un barco que este día desde Cuba llega al puerto de Cádiz."
    ¿Quién fue este vecino nuestro a quien el destino, en cumplimiento de su deber, le llevó a la guerra de Cuba.?
    Francisco Cases Ferrer nació en La Codoñera el 24 de septiembre de 1873 en la calle de las Rocas nº 5, hijo de Alejandro Cases y de Blasa Ferrer, agricultores. Dos años más tarde vino al mundo su hermano Manuel Cases.
    La Constitución de 1876 en su artículo 3º establecía que "Que todo español está obligado a defender a la Patria con las armas, cuando sea llamado por ley". En el mes de enero del año en que se cumplían los 19 años, los mozos entraban en el alistamiento militar. En la confección de las listas intervenían de manera activa, el alcalde, regidores del ayuntamiento y el párroco provistos de los libros de nacimientos del registro civil y del eclesiástico. Las listas, una vez firmadas, eran expuestas públicamente durante diez días para que pudieran realizar las oportunas rectificaciones del alistamiento la mañana del último domingo de enero. Francisco Cases pertenecía al reemplazo de 1892.
    El sorteo de los mozos tenía lugar el primer domingo festivo del mes de febrero, a las 7 de la mañana, a puerta abierta, ante el Ayuntamiento. En presencia de los interesados, se leía el alistamiento rectificado y se escribían con letras, tantos números como mozos se sorteaban. Luego se introducían en bolas que se ponían en dos bombos, uno con los números y otro con los nombres. De ambos bombos, una vez removidos, dos niños de menos de diez años sacaban una bola con un nombre y otra con un número. El secretario levantaba acta del sorteo, con los nombres de los mozos y el número y letra que les había tocado. El acta se leía, se firmaba y se remetía a la Caja de Reclutas Provincial después de atender las posibles reclamaciones. Los números bajos eran siempre soldados.
    Días después, los mozos acudían al Ayuntamiento donde eran tallados ( 1, 545 mn de talla mínima ), se comprobaba si eran aptos para el servicio y se hacían las alegaciones pertinentes para eximirse. Todo el proceso se realizaba atendiendo al número sacado anteriormente en el sorteo. La misma operación se repetía con aquellos que en los tres años anteriores fueron destinados a la reserva. Los mozos excluidos eran reconocidos y tallados de nuevo por una Comisión Mixta. Mediante la redención en metálico se podía evitar el servicio militar, el pago a realizar era de 1.500 pesetas por el servicio ordinario en la Península y de 2.000 pesetas en Ultramar ( el sueldo anual de un pastor era de 550 pesetas y el de un maestro de, 850 pesetas ). El mozo redimido, además de pagar, debía acreditar que tenía una carrera, profesión u oficio. Si era declarado excluido o exento se le devolvía lo entregado. Otra modalidad factible en esos años era el cambio de mozo por otro, entre parientes directos, por un recluta disponible, un soldado de la reserva, o un individuo del ejército permanente de la misma Caja o guarnición.
    Francisco Cases pasó por la Caja de Reclutas de Alcañiz y fue destinado al regimiento Sicilia nº 7, antiguo Tercio Viejo de Sicilia nº 67 en el que sirvió Cervantes entre 1573 y 1575, con sede en la plaza de San Sebastián (Guipúzcoa). Prestó juramento de fidelidad a la Bandera en la mencionada Plaza y quedó de servicio. En los días siguientes recibió el vestuario militar valorado en 50 pesetas, que se descontaban de su sueldo. La duración del servicio militar era de 12 años. de los cuales 6 eran de servicio activo (comprendía la licencia ilimitada o reserva activa y el tiempo de la recluta disponible) y otos 6 años de segunda reserva. Los soldados destinados a Ultramar reducían los primeros 6 años a cuatro.
    El 23 de febrero de 1895, con el "Grito de Baire", comenzó la última guerra de independencia cubana. En el mes de marzo empezaron a salir tropas desde la Península para intentar acabar con la insurrección.En julio de 1895 se ordenó el envío urgente de 20 batallones de infantería expedicionarios. El 18 de octubre se formaron 21 nuevos batallones con soldados pertenecientes de los distintos regimientos peninsulares, en ocasiones cambiándolos de unidad, entre ellos se encontraba el de Sicilia 7. En primer lugar, se llamaba a los voluntarios y los restantes que hicieran falta por sorteo.
   En noviembre de 1895 el batallón Sicilia marchó al puerto de Santander, para embarcar en el vapor correo reina María Cristina el día 24. Los soldados oyeron misa y se les repartieron medallas, escapularios, y pequeños donativos en metálico.
    Acompañados por la música de las bandas militares y del público que los despedía, subieron a bordo 3 jefes, 39 oficiales y 933 soldados, pertenecientes a la 7ª expedición extraordinaria a Cuba. El día 25, el barco hizo escala en La Coruña para recoger más soldados y llegó a la Habana hacia el 12 de marzo.
    El batallón Sicilia formó parte de la 1ª Brigada estacionada en Holguín, al mando del General Echagüe. Estaba constituída por el regimiento de la Habana, el 2º Batallón del 2º Regimiento de Infantería de Marina y el Batallón Sicilia. Holguín era una importante base se operaciones en la parte oriental de Cuba, conectada por línea férrea con Gibara, el puerto marítimo que la unía al exterior. El campo estaba controlado por los insurgentes. El transporte a su nuevo destino debió realizarse en vagones de ganado.
   Con la llegada del general Weyler se intensificaron las operaciones militares. En 1896 el batallón tomó parte en las acciones de Aguarás, Loma del Gatuco y Monte Oscuro. El 20 de agosto la línea férrea fue atacada. El sargento Hortigüela, con su pelotón de 19 hombres repelió un fuerte ataque de más de 2.000 mambises.
   El 29 de febrero de 1897 falleció un soldado calandino de su misma unidad por disentería en un hospital de la Habana. El 1 de septiembre murió en Holguín un soldado de Cañizar víctima de fiebre amarilla y el 26 de septiembre otro soldado turolense. El 3 de marzo de 1898, en la zona de Holguín, los batallones de Aragón, Sicilia y de infantería de Marina participaron en una acción contra los insurgentes en la que hubo un muerto y 12 heridos entre ellos el médico y un teniente. En otra acción, fueron heridos un comandante, un capitán y 14 soldados. A pesar de todo, el mayor porcentaje de bajas fue por enfermedad (enteritis, vómito , paludismo).
    El 16 de julio de 1898 se firmó la capitulación de Santiago de Cuba. El punto tercero del acta estableció que las fuerzas españolas serían repatriadas lo antes posible, y lo pagaría el erario público norteamericano. La compañía Trasatlántica ganó el concurso para el transporte de tropas, pero redujo en un 30% las raciones alimenticias de los soldados que pasaron de 20 a 30 dólares. El bloqueo de parte de sus barcos retrasó el embarque, a pesar de las reiteradas prisas del gobierno norteamericano.
    El 16 de noviembre de 1898 le tocó el turno al batallón Sicilia que evacuó la zona de Holguín y marchó a Gibara para embarcar en el vapor francés Cheribon con destino a Málaga. Los soldaos se quejaban de las privaciones sufridas, sin camisa ni sombrero que ponerse, acosados por los mambises que cometían robos y todo tipo de tropelías. En este barco no viajó Francisco Cases, por hallarse enfermo en el hospital aquejado de enteritis crónica. Al día siguiente zarpó de La Habana el vapor correo Patricio de Satrústegui con destino al puerto cubano de Gibara y a los de Cádiz, Málaga y Barcelona.
   El día 11 hizo escala en Gibara para recoger a los soldados enfermos. A bordo iban los batallones Aragón (719 cabos y soldados, 32 sargentos). Extremadura ( 754 cabos y soldados, 32 sargentos, 28 jefes y oficiales) y dos compañías del batallón de La Habana (53 jefes y oficiales, 157 soldados). hasta 2.426 hombres, incluyendo 130 enfermos de los hospitales de Holguín ( 3.000 camas) y Gibara ( 300 camas ), afectados de paludismo y transtornos intestinales. Entre ellos iba Francisco Cases. En Gibara fueron despedidos por el jefe cubano Calixto García. El número de personas embarcadas doblaba la capacidad estimada de pasajeros del barco.
   La travesía fue muy dura por el temporal que se desencadenó el día 16, con fortísimos bandazos que en determinados momentos hicieron peligrar la nave, por lo que su capitán Emilio Tomasi tuvo que permanecer todo el tiempo en el puesto de mando. El soldado Josep Conangla del regimiento de La Habana 26 (futuro periodista y político catalán), que regresaba en el mismo barco , relató las tragedias ocurridas durante la travesía: "Pasados tres días de navegación, nos sorprendió penosamente el primer fallecido acaecido entre las tropas reembarcadas (....). Envuelto el cadáver en tosca aspillera y amarrado a su tórax un lingote de hierro, fue lanzado al mar desde la baranda de popa (....). En días sucesivos se registraron escenas semejantes, si bien por acuerdo entre la jefatura de las fuerzas reembarcada y el capitán del vapor, se procuró que las conducciones de los nuevos cadáveres desde la enfermería a la baranda de su lanzamiento piadoso al mar se efectuaran en horas nocturnas, en evitación de que las tristes ceremonias fuesen presenciadas por los viajeros" .
    Durante la travesía fallecieron de enfermedad 17 soldados: viruela (1), anemia (2), paludismo (4). fiebre (3), infecciones intestinales (7). El periódico La Correspondencia Militar, en su edición del 26 de noviembre de 1898, publicó la relación de fallecidos entre los que figura Francisco Cases Ferrer.
    Francisco Cases Ferrer falleció a las 5 de la tarde del 14 de noviembre por enteritis crónica, según certificó el médico de a bordo, José Pascual Soler, en el punto de coordenadas geográficas N30º 03´, W50º55´del meridiano de San Fernando, habiendo recibido los auxilios espirituales por parte del capellán Lorenzo Bosch. Su cuerpo recibió cristiana sepultura en el mar a las 5 de la tarde del día 26 en el punto de coordenadas N31º48´, W45º35´del meridiano de San Fernando.
    A su llegada a la Península, los soldados fueron obligados a pasar una cuarentena cuya duración dependía del tiempo que había durado la navegación. cerca de un centenar fueron ingresados en hospitales de Cádiz, de los cuales fallecieron 7 que estaban muy enfermos.
   Volvieron a sus casas con licencia limitada, de cuatro meses si estaban enfermos, para luego completar el tiempo exigido de servicio de 4 años. Los recortes presupuestarios afectaron al Ejército, que vio reducidos sus efectivos, muchos de los oficiales pasaron a la situación de excedentes en la reserva al se disueltas sus unidades. Ni la sociedad, ni los sucesivos gobiernos fueron mínimamente generosos con aquellos héroes anónimos que habían cumplido su deber y sufrido tantas penalidades.
   Otros soldados de La Codoñera presentes en Cuba, que tuvieron la fortuna de regresar a su pueblo fueron: Manuel Berné Molins (enfermo de cólera debió su salvación a Justo Gimeno), Antonio Insa Celma, Mariano Faci Abinaja, Santiago Alcober Molins, Pedro Antonio Pérez Martínez (fue voluntario con dos amigos a quienes les había tocado en  suerte ir), Florentín Cros Sanz, Pascual Gazulla Blasco, Gaspar Molins Lorenzo, Mariano Anglés Ferrer (cabo), Miguel Burgués y Justo Gimeno Ferrer.

       
     Artículo publicado en el programa de las fiestas patronales de San Cosme y San Damián de 2019 y en la revista Compromiso y Cultura nº 59.
    

sábado, 24 de agosto de 2019

JOSE RAMÓN MOLINS PRESENTA SU NUEVA NOVELA "FLORENCIA"




      María, madre de Florencia, deseó lo mejor para su hija y por ello le transmitió su libertad interior, para que ella y sus hijos pudieran tener una vida mejor. Su entorno transcurrió como la de tantas mujeres sometidas al patriarcado. La religión y el folclre fueron el sustento necesario que acompañaron y moderaron a tantas generaciones para dar cabida y sentido a aquella vida que se desarrolló en los pueblos,  junto a unas consecuencias controladas y manipuladas por el poder para callar y contentar al pueblo. Al llegar la Segunda República fue un sueño e ilusión para poder vivir en un mundo más justo y comprender los ideales basados en la igualdad, solidaridad, fraternidad y otros valores como el laicismo, feminismo o la justicia social. Hasta la Segunda República se trató a las mujeres como menores de edad. Antes de 1932 solo la muerte podía disolver el matrimonio. Se consiguieron muchos derechos como el sufragio femenino, la escolarización de las niñas, etc.
     Todo ello unido a una crisis económica como la sufrida a finales del siglo XIX, donde la Restauración Borbónica llevada a cabo por Cánovas del Castillo fue el inicio de la despoblación.
      La helada de 1887-88, fue otro duro golpe para las economías locales. También se sumó la plaga de filoxera que provocó una corta producción de vino y la quiebra del mercado aceitero al entrar en competencia con el aceite andaluz . En el periódico El Mercantil Aragonés, escrito por Becerro de Bergoa, en la edición del 28 de enero de 1888, explicaba la precaria situación socioeconómica en que se hallaba sumido el Bajo Aragón.
     En el mes de mayo la prensa advirtió del elevado número de suicidios que había en la provincia de Teruel, se achacaba a las dificultades económicas. El Conde de Montenegrón y el Marqués de Monistrol expusieron ante el Senado en la sesión del 15 de mayo de 1889 la gravedad de la situación del Bajo Aragón logrando que el 20 junio de ese mismo año, el Senado eximiera del pago de la contribución durante diez años a los campos que habían sido dañados por las heladas. La miseria afectó a muchos labradores que dejaron de pagar las contribuciones territoriales, lo que se tradujo en el embargo de numerosas fincas. La situación apenas mejoró en los años siguientes, como se desprende del Diario de Avisos de Zaragoza del 11 de abril de 1891. En agosto la gente no sabía qué hacer con la tierra tan seca, viéndose a emigrar, gran parte se dirigió a Barcelona. El trigo no podía encontrarse "aún con dinero en toda España", de 27 subió hasta 36 reales la fanega y era muy ruin, bajaban de la sierra trigo, centeno y muchas mezclas.
    Las protestas contra los consumidores se acentuaron a finales de siglo, implicando también a los pequeños pueblos de Aragón.


     Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 55, con motivo de la presentación del libro "Florencia"  en la sede la Comarca del Bajo Aragón el 21 de junio de 2019

viernes, 28 de junio de 2019

CARLISTAS DEL BAJO ARAGÓN DEPORTADOS A CUBA





     Durante la primera guerra carlista los métodos empleados por ambas partes para reducir al opositor se caracterizaban por su extrema violencia, prodigándose los fusilamientos de prisioneros, de los cabecillas y de aquellos soldados indultados que habían vuelto a tomar las armas. Un Real Decreto de 1 de octubre de 1830 estableció que quienes prestaran auxilio de armas, municiones o víveres a los rebeldes serían pasados por las armas. Debido a la necesidad de establecer una ley que permitiera castigar a la multitud de "facciosos" que se cogían prisioneros, y a los que por su número no era posible aplicar la última pena, y poder distinguirlos de los cabecillas, instigadores y oficiales para que quienes sí se aplicaría la pena capital, se promulgó el R.D. de 21 de enero de 1834 que ordenaba: "Que todos los individuos pertenecientes a las facciones (excepto los cabecillas y los que hayan usurpado el título de oficiales, los cuales deben sufrir las penas de la ley), bien sean aprehendidos por la tropa, por los justicias o por los paisanos, serán destinados al servicio de las armas por seis años, a saber: los titulados sargentos y cabos a los Regimientos Fijos de Ceuta, La Habana y las Compañías Fijas de los presidios de África; y los restantes a cuerpos de los existentes en las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas".
     El 15 de febrero el Consejo de Ministros, presidido por la Reina, perdonó a 73 "ex voluntarios realistas" condenados a muerte por la comisión militar por su participación de la sublevación del 27 de octubre. Fueron destinados por diez años a las posesiones de América y Asia. El 20 de marzo los prisioneros carlistas de Vitoria debían ser conducidos a un puerto para ser embarcados a ultramar. A primeros de mayo, la columna del coronel Rebollo llevaba una cuerda de rematados ( condenados por fallo ejecutorio a alguna pena ) y facciosos a Teruel. Esta fue acatada por sus compañeros de partida con objeto de liberarlos de su destino en ultramar.
    El 10 de abril de 1834, Carnicer, que había cruzado el Ebro para apoyar el levantamiento carlista en Cataluña, fue derrotado en Mayals. Sufrió unos trescientos muertos, entre ellos el teniente coronel Martín Jayme de La Codoñera y cerca de 700 prisioneros que fueron llevados a Tarragona. El capitán general de Cataluña promulgó un decreto por el que ordenaba que a partir de esa fecha fueron pasados por las armas no solo los jefes y oficiales que se hiciesen prisioneros sino también quienes tras haberse acogido a indulto hubieran vuelto a incorporarse a la facción y a quienes ayudasen materialmente a los carlistas. Los prisioneros fueron condenados al servicio de armas en Ultramar por las comisiones militares. La prensa de mayo y junio se hizo eco de las primeras deportaciones. La Revista Española del 16 de mayo publicó una relación con los nombres de los primeros carlistas y de los lugares en que vivían. Estos formaban parte de la partida del Barón de Hervés en la acción de Calanda (27 nombres, 3 de los cuales eran de La Codoñera y 1 del Mas de las Matas) y de la partida de Manuel Carnicer, capturados en la acción de Mayals ( 40 hombres de los cuales 3 procedían de La Codoñera y Valjunquera, 2 de Ariño 7 de otros pueblos bajoaragoneses ). Salieron de Aragón el 30 de abril hacia Valencia, estaban destinados a ultramar por seis años según el R. D. del 21 de enero. El 2 de junio de 1834 el Diario de Barcelona publicó la noticia de la partida desde el puerto de Barcelona de un barco que llevaba presos carlistas a la isla de Cuba, procedían de las partidas de Carnicer (78) y de Quilez (23). El periódico, además de los nombres de los presos, mencionaba sus lugares de nacimiento entre los que había diferentes localidades bajoaragonesas como: Alcañiz, Hijar, Maella, Samper de Calanda, La Codoñera, Torrecilla de Alcañiz, Monroyo, Valdealgorfa, Mas de Las Matas, Hervés, Castelserás, Fuentespalda, Calaceite y Mazaleón. Con respecto a las edades la mayoría eran jóvenes entre 15 y 24 años, siendo los más mayores cercanos a los cincuenta. El estado civil de los presos era mayoritariamente de solteros, siendo los casados alrededor alrededor de un tercio y 2 viudos.
    El barco empleado fue la polacra Pepita de 165 toneladas, construida en astilleros catalanes en 1833 y mandada por el capitán Narciso Maciá. El 2 de mayo de 1834 volvió de La Habana con cargamento de cera y azúcar. Un mes más tarde realizó el transporte de los prisioneros carlistas y el 19 de noviembre volvió a Barcelona para zarpar de nuevo el 25 de diciembre. Al año siguiente trajo un cargamento de algodón de las costas de Brasil, de regreso de un posible transporte de esclavos desde Guinea.
    La madrugada del 27 de junio de 1834, salieron de Zaragoza con destino a Valencia 35 prisioneros carlistas para ser embarcados con destino a ultramar. En la relación publicada por el periódico Diario de Barcelona del 30 de junio, figuraban 4 presos de Caspe, 2 de Torrecilla, 2 de Castelserás, y 1 de Castelserás, Alcañiz, Alcorisa, La Ginebrosa y Mas de Las Matas. En esta ocasión se anotó el oficio que ejercían los detenidos, entre los que destacaban los labradores (10), alpargateros (4), jornaleros (4) y tejeros (4). El día 16 de agosto se publicó otra lista con los nombres de 105 carlistas capturados en Tarragona enviados a la isla de Cuba. Ese mismo día, el Secretario de Estado del Despacho de Guerra expuso ante las Cortes Generales el cumplimiento de las medidas de deportación tomadas contra los prisioneros carlistas "....habiéndose verificado ya la conducción de muchos de estos reos a los mencionados puntos". Finalmente el envío de carlistas a Filipinas fue descartado por peculiares circunstancias del archipiélago.
    El 27 de abril de abril de 1835 se firmó el Convenio Elliot que trató de humanizar la guerra y de preservar las vidas de los prisioneros, mediante su intercambio periódico. Las deportaciones aumentaron considerablemente por lo que fue necesario establecer en la isla del León ( Cádiz ) un Depósito de Destinados a Ultramar. La Intendencia de Cuba pagaba el transporte hasta los puertos que tenían Depósito en buques de la Marina Real o de particulares. El 18 de mayo salieron del puerto de Tarragona 76 prisioneros.
    Otro barco que transportó prisioneros fue el bergantín mercante Lancero, que con una tripulación de 16 hombres hizo la ruta Barcelona, Tarragona y Málaga, donde el 15 de julio cargó 150 carlistas confinados a La Habana. Los presos se amotinaron y lograron que el buque amarrara en Gibraltar. El periódico El Eco del Comercio los describrió como "descamisados reunidos. Unos sin zapatos, otros con alpargatas, sin sombreros los unos, y con pañuelo a la cabeza los otros...¡Qué fachas de perdularios"! ¡Qué chusma !. El 17 de octubre fueron embarcados 51 carlistas catalanes en el puerto de Barcelona con destino a La Habana, condenados entre 6 y 10 años de presidio y servicio de armas. La travesía se realizó en el bergantín Temible, de 155 Tm al mando del capitán Pedro Collazo. El 7 de noviembre de 1835 fueron 150 hombres los destinados a los cuerpos o presidios de ultramar. En la lista de nombres se encontraban 10 prisioneros 10 prisioneros procedentes del Bajo Aragón ( 6 de Maella y 1 de los pueblos de Calanda, Puebla de Hijar, Fórnoles y Alcorisa).
    Los presos fueron en general deportados en barcos mercantes de particulares y pocos en los de la marina de guerra (caso de los desertores). Algunos de los buques empleados fueron: la fragata Ica, la polacra Narcisa y los bergantines Pronto, Lancero, Especulación, Temible, Místico San Agustín, Aurora, Amable y Carolina. Estos barcos desplazaban de 115 a 160 toneladas y se dedicaban al transporte de mercancías entre la Península y La Habana, negocio que algunos completaban con esporádicos viajes al golfo de Guinea para el lucrativo negocio de tráfico negrero a Brasil y Cuba. De esta manera, durante la primera guerra carlista, 2.100 prisioneros fueron enviados a Puerto Rico y 1.500 a Cuba. Estos, según el decreto, sólo debían emplearse en servicios de armas, sin embargo se permitió que las autoridades militares los destinaran a otros trabajos atendiendo a sus oficios y profesiones, mirando por el fenómeno de la isla. Estos años coinciden con su despegue económico favorecido por el alza de los precios del azúcar, las innovaciones tecnológicas y el abaratamiento de los transportes. Los prisioneros fueron empleados como mano de obra barata en obras públicas como la construcción del primer ferrocarril. El vómito negro (fiebre amarilla), las disenterías y el calor los diezmaron. Aunque el tema ha sido poco estudiado, se considera que muy pocos debieron poder volver a España, entre otras razones por el elevado coste del transporte.
    En 1836 el capitán general de Cuba se opuso al traslado de prisioneros carlistas, cuyos partidarios pretendían la emancipación de Cuba y Puerto Rico apoyados por el partido conservador inglés. A esta inquietud se sumó el interés del secretario estadounidense por hacerse con Cuba.


     Atículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 54

sábado, 2 de marzo de 2019

LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER EN EL BAJO ARAGÓN DEL SIGLO XVII



     Las leyes civiles y eclesiásticas suponían una situación de subordinación, desigualdad e inferioridad de las mujeres respecto a los hombres como se verá en los siguientes textos.
    En 1609, en el proceso eclesiástico1 contra Pablo Ambert de 15 años y Úrsula Marcelina Ossó de 14 años por matrimonio clandestino, ambos de familias infanzonas, el tribunal sentenció con mayor dureza a la mujer, que ".....contraveniendo las disposiciones del Santo Concilio de Trento, sin moniciones, llevando con dolo al vicario de La Codoñera y teniéndole encerrado por fuerza en un aposento para que asistiese al dicho matrimonio clandestino, cometiendo en esto graves y enormes delictos de mal ejemplo y grande escándalo, reservando ante todas cosas el declarar sobre el dho matrimonio en la causa civil, que pende en esta Corte eclesiástica, debemos amonestar y amonestamos a la dha Úrsula Marcelina Ossó que, de aquí en adelante sea obediente a los preceptos de la Santa Madre Iglesia y Concilio Tridentino, y los guarde y observe como tiene obligación so pena que será castigada con todo rigor. Y en razón de dichos excesos y culpa, condenamos de destierro de este Arzobispado, que los salga a cumplir cuando se le mande, y en veinticuatro escudos aplicaderos para gastos fiscales, y  en las costas procesales...".
    Los estatutos de La Codoñera de 1691 penalizaban los comportamientos escandalosos de sus vecinos. Si algún vecino " (.....) tubiere alguna nota de escándalo, o, amancebando con alguna mujer cassada viuda o soltera o se averiguare que algún marido consiente que su mujer sea adultera, o, en otro o, que algunos assi hombres como mujeres sean alcahuetes o, alcahuetas de otros y consintieren que en sus casas se cometan actos carnalmente y haviendoles amonestado con secreto y prudencia  por los jurados y otros en su nombre no desistieren de su mal estado y en dar mal exemplo y no cessaren de las inquietudes y alborotos y desacatos malos exemplos en los dichos casos puedan los Jurados y Consejo privarlos para siempre de los officios del Pueblo y se les paresciere necesario dessabecinarlos de todos los gozos y ussos y amplios que a los demás vecinos compete".
    Aunque situaban a la mujer en un nivel de protección inferior al del hombre, " (.....) que cualquier muger que desmintiere a hombre alguno sin haverle dado ocasión y le dixere palabras injuriosas o riñere con otras mujeres en el horno, lavador u otras partes públicas incurra la que tal dio causa a ello por cada vez de cinco sueldos o una gallina, la qual sirva para el Hospital del Lugar".
    Los estatutos castigaban el escándalo por amancebamiento con persona casada, viuda, soltera. Las mujeres acusadas de alcahuetas o que consintiesen en sus casas que se cometieran actos carnales, después de ser amonestados por los jurados, podían verse privadas de los oficios del pueblo y en último caso, ser desavecinadas (deforadas) y privadas de agua, leña, pastos, molinos, hornos y casa y multados con pena de 60 sueldos por lo que usaran cada día. El alcaide Pedro de Sora de Calanda expulsó en 1621 a cuatro mujeres casadas bajo la pena de cien azotes en caso desobediencia, por ser probable de que hubieran practicado en la villa el adulterio o la prostitución. Los casos de amancebamiento representaron el 34% de los delitos juzgados en el siglo XVII por la jurisdicción episcopal de Zaragoza2. Esta situación considerada escandalosa para la moral pero que en muchos casos encubría la necesidad de supervivencia. Los delitos en los que intervinieron hombres y mujeres conjuntamente, están todos relacionados con materia sexual.
    Con frecuencia, en aquellos casos en que la mujer era la denunciante no se dictaba sentencia. La víctima se apartaba del proceso, lo que suspendía las actuaciones judiciales, o en otros casos intervenían terceras personas y se intentaba llegar a un acuerdo. A primeros del mes de enero de 1657, Antón Barberán, labrador de Aguaviva, mató "accidentalmente" a su mujer Isabel Ciprés. El asunto fue zanjado a los pocos días por su hermana Jacinta Ciprés y su prima hermana Jacinta Velilla que " cumpliendo con la obligación de buenos cristianos y la Ley de Dios" absolvieron a Antón Barberán y a todos los cómplices de su muerte3. 
    El 22 de marzo de 1749, Francisca Moliner, mujer moza de de 17 años y vecina de La Codoñera denunció a Joaquín Rayo de Torrecilla, por haber efectuado ademanes y acciones indecorosas contra su persona. El suceso no pasó a más y la denunciante dijo que la perdonaría y retiraría la denuncia contra el agresor que estaba preso, si le daba 16 libras4. Por las injurias verbales vertidas contra la mujer de Joaquín Xisbert, el 7 de marzo de 1780 su marido se querelló contra Francisco Velilla de Andrés. El acusado salió en libertad bajo fianza por orden del alcalde Antonio Cases5.. El suicidio fue la solución extrema a la que ciertas ocasiones optó en un estado de desesperación y desprotección. El 14 de octubre de 1649, entre las 2 y 3 de la tarde, se se halló el cadáver de García Gargallo, viuda de Gerónimo Velilla, ahogada dentro de la balsa de Cáñamo sin presentar heridas ni golpes. El cuerpo fue levantado por orden del Justicia. doctor Thomás Blasco6. Los casos de violencia de género debieron ser relativamente corrientes en una sociedad machista como la de entonces. En ocasiones los maridos se marchaban lejos por motivos diferentes y no se volvía a saber de ellos. Las mujeres abandonadas se convertían en verdaderas viudas de vivos y el problema de vivir cada día.
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1A.H.P.A., reg. 568, fol.820, notario Jaime Blasco.
2M.I FALCÓN y M.A. MOTIS: Procesos criminales del arzobispado de Zaragoza. D.G.A.
3A.H.P.A., reg. 1.692, notario Francisco Bernia.
4A.H.P.A., reg. 162, fol. 177, notario Manuel Ruiz.
5A.H.P.A., reg. 94, fol.15, notario Francisco Alcober.
6A.H.P.A., reg. 1.756, fol. 51v, notario Francisco Besnia.


                                                                                                  Está la discreción de una casada
                                                                                                      en amar y servir a su marido
                                                                                                       en vivir recogida y recatada,
                                                                                                      en retirar la vista y el oído 
                                                                                                      en enseñar los hijos, cuidadosa,
                                                                                                  preciada más de limpia que de hermosa.

                                                                                    ( Visión de la mujer como esposa en el siglo de oro)
                                                                                 "Lope de Vega, 1613. La Dama Boba,II. v.225-234".



     Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura, número 49