viernes, 17 de septiembre de 2021

EL HOSPITAL MILITAR DE ALCAÑIZ EN LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

 



    El convento de San Francisco se encontraba en el barrio del Arrabal, próximo a la Puerta de Valencia. Estaba formado por un conjunto de edificios, lindaba con la iglesia de San Francisco, al oeste con los huertos, por el norte con la plaza y por el sur con la acequia Nueva. Contaba con una espaciosa plaza y con las dependencias comunes del convento, tres pisos con espaciosas habitaciones, almacenes, claustro, un huerto y una iglesia. Como consecuencia de la política desamortizadora de Mendizábal, el gobernador de Teruel firmó el 8 de marzo de 1836 el decreto de exclaustración de la comunidad franciscana de Alcañiz y la supresión del convento.

    Cuando a primeros de mayo de 1838 los carlistas trataron de ocupar Alcañiz, bombardearon durante dos días el convento de San Francisco con su artillería emplazada al pie del Cabezo del Cuervo. Los disparos abrieron una brecha por la que penetró medio batallón carlista al mando de Bosque y dirigidos por un monje exclaustrado. En el claustro se estableció una violenta lucha con los defensores, soldados y milicianos nacionales que finalmente consiguieron expulsar a los atacantes. La oportuna llegada del general Marcelino Oraá obligó a Cabrera a retirarse y levantar el cerco.

    El general Oraá, al mando de cinco divisiones proyectó una gran operación para recuperar Morella durante el verano, ocupada por los carlistas. En Alcañiz, convertida en plaza fortificada, se almacenó el material necesario para el sitio de Morella, víveres, municiones, tren de artillería, calzados, etc. Para el cuidado de los heridos y enfermos se habilitó un nuevo punto de depósito de heridos. Hasta ese momento los soldados heridos y enfermos eran atendidos en el antiguo hospital municipal de San Nicolás de Bari, en la Plaza del Dean, desde donde eran evacuados a Zaragoza. Cuando ya no cupieron los enfermos y heridos, se creó un pequeño hospital militar en el convento de San Francisco. De la asistencia quirúrgica se encargó el 2º ayudante provisional, Ramón Villalva. La medicina estuvo a cargo del 2º ayudante, Tomás Merino Delgado. También hubo cuatro practicantes de cirugía que aumentaron a siete en el mes de agosto.

    El 29 de julio, Morella quedó cercada por un ejército formado por más de 20.000 soldados de infantería, 2.000 jinetes y 18 piezas de artillería. El 2 de agosto salió de Alcañiz por el camino de Castelserás un largo convoy de carros que llevaba la artillería gruesa, ingenieros y sanitarios, protegido por la 3ª división del general Santos de San Miguel con ocho batallones y tres escuadrones. La vanguardia fue hostilizada por las guerrillas de Bosque a su paso por Castelserás. Continuando por La Cerollera llegó a Monroyo la noche del 6. El avance del convoy fue muy lento debido a que Cabrera había mandado efectuar destrucciones a lo largo de la carretera desde Alcañiz a Morella. El 7 estaba en La Pobleta y el 8 en la ermita de San Marcos, donde se produjo una refriega con los carlistas que causó 70 heridos, los cuales, tras ser socorridos en la ermita y luego en Monroyo, fueron conducidos el 12 a Alcañiz. El 9, se instaló un hospital de sangre, a tiro de cañón de Morella, que fue destruido por el fuego. En el abandonado hostal de Beltrán, se montó otro hospital de sangre, en cuyo vestíbulo se hacían las operaciones. Luego, los heridos pasaban a otras habitaciones sobre cuyo suelo se habían dispuesto jergones y algún colchón, paralelos entre sí, aunque muy poco separados. Las operaciones tenían lugar sobre la antigua mesa del hostal, empleada como camilla, así como en alguna cama de bancos y tablas. Las operaciones de extracciones se practicaban sentados en sillas sin respaldo. La noche del 15 de agosto, se efectuó el primer asalto por la brecha abierta en la muralla de Morella. El ataque fracasó y hubo que atender a 25 oficiales y a 135 soldados heridos. El segundo asalto tuvo lugar el día 17 y volvió a fracasar, 3 jefes, 4 oficiales y 54 soldados murieron y fueron heridos, 2 jefes, 22 oficiales y 278 soldados. Los suministros siempre escasos, con raciones limitadas a poco pan, carne de carnero para hacer caldo, agua y vino. La fuerte resistencia hallada y las dificultades que comportaba mantener el sitio con pocos víveres, obligaron al general Oraá a levantar el sitio y volver a Alcañiz. En su retirada, arrastrando los 86 carros del tren de artillería y 21 de ingenieros, fueron hostilizados de modo permanente. El día 19 en el Estret de Portes los carlistas cargaron con 8 batallones. Al día siguiente, volvieron a ser tiroteados antes de llegar a La Cerollera. La noche del 21 llegaron a Valdealgorfa y el 22 entraron en Alcañiz. En los combates de los últimos días se produjeron las bajas de 20 oficiales, 311 infantes y 13 jinetes.

    Buenaventura de Córdoba en su libro "Vida militar y política de Cabrera", escribió que el día 20 el ejército se encontraba en el barranco de Val de Luna, a una legua de Belmonte y 4 de Alcañiz. El 21 el general Borso se adelantó, "escoltando 800 y tantos heridos, a fin de llegar cuanto antes a Alcañiz". El 22 entró el general en Alcañiz. Según Buenaventura de Córdoba, los carlistas tuvieron en Morella, 230 muertos, 696 heridos y 62 contusos, y en el campo quedaron más de 2.000 muertos y muchos heridos de los cuales, más de tres cuartas partes fallecieron a los pocos días. A finales de agosto, el hospital de Alcañiz atendió a 1.242 soldados, 938 eran enfermos de cirugía y 304 de medicina. Las principales operaciones que se practicaron fueron: desbridamientos o dilataciones de heridas de bala, extracciones de proyectiles y cuerpos extraños, amputaciones, separaciones, extracción o recesión de esquirlas.

    Con la caída de Morella, terminó la primera guerra carlista. Espartero trajo a Alcañiz buena parte del armamento y municiones recogido, que almacenó en el almudí, cerca de 4.000 cartuchos de cañón, más de 27.000 cartuchos de fusil, 11.000 kilos de pólvora, miles de espoletas, lanzafuegos y cartuchos de fuegos artificiales. El 2 de septiembre de 1840, durante una tormenta, un rayo incendió el polvorín, lo que desencadenó una gran explosión que causó 60 muertos, más de 200 heridos y la destrucción de buena parte de los edificios del centro de la ciudad, entre ellos el hospital de Nuestra Señora Bari. El 30 de octubre de 1840, el Ayuntamiento inició los trámites para convertir el convento de San Francisco, entonces desocupado, en un nuevo hospital. El Gobierno concedió, en 1842, el convento al Ayuntamiento, con la condición de que se instalara el almudí en la iglesia y se eliminasen todos los símbolos religiosos del edificio y se adoptara a los nuevos usos propuestos.

   El hospital mantendrá su actividad hasta 1961 cuando se decidió construir un nuevo centro hospitalario. En 1974 el antiguo convento franciscano fue derribado, solo se ha mantenido la iglesia de 1757.



     Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 81