domingo, 13 de junio de 2021

EL FUERTE DE CALANDA EN MANOS CARLISTAS EN 1838

 



    Calanda era una pequeña población que contaba con 600 casas en 1838. Situada a 18 leguas al SE de Zaragoza y a 3 al SO de Alcañiz, era una localidad que los liberales fortificaron y pusieron una pequeña guarnición para que les sirviera de defensa contra un posible ataque carlista contra la ciudad. El 29 de mayo de 1835, el Alcalde Mayor de Alcañiz y teniente corregidor de los pueblos publicó un bando en el que invitaba a los aragoneses  "....a tomar las armas y convocarlos en defensa de los derechos de Isabel II y la libertad de la Nación". En Calanda se creó la nacional que a finales de julio constaba de una compañía con 4 escuadras al mando de un teniente, 2 subtenientes con 94 urbanos, un corneta y un tambor. A finales de ese año, 59 vecinos de la población habían huído para unirse a los carlistas. En 1836, el capítulo eclesiástico de Calanda hizo un donativo para la intendencia del ejército en Aragón. Mariano Domingo dio 120 reales y Jaime Gil 100.

    Calanda formaba parte con Alcorisa, Alcañiz y Caspe, de la línea fortificada del río Guadalope. Como defensas exteriores, se fortificaron las ermitas de Santa Bárbara y de San Blas que dominaban los caminos de Castelserás y de Alcorisa, rodeándolas con un muro aspillero1 y algunos tambores2, situados de trecho en trecho. En el interior de la población, se fortificaron el viejo castillo, el convento de capuchinos y un torreón contiguo. Calanda estaba defendida por 2 compañías del Provincial de Burgos y 200 milicianos nacionales. El 21 de junio de 1837, debido al escandaloso comportamiento de la compañía de cazadores del provincial de Burgos, insubordinación y desobediencia, la unidad fue disuelta y reorganizada con nuevos soldados.

    Después de la caída del fuerte de Torrevelilla el 3 de septiembre de 1837, el general Nogueras se presentó en Calanda. Se marchó hacia Daroca el día 8 de octubre a las 6 de la mañana, obedeciendo órdenes superiores, se lamentó de dejar la población con tan poca guarnición, 50 hombres, abierta, con 4 fuertes, 3 de los cuales eran exteriores, y un torreón.

    El 14 de noviembre, los carlistas fueron derrotados en Castelserás por la columna móvil del brigadier     Abecia; pero los resultados no cambiaron el curso de la guerra que en esas fechas favorecía a los carlistas. La escasez de suministros, la falta de tropas y los pocos logros alcanzados persiguiendo a las partidas carlistas, habían reducido la credibilidad del brigadier, al tiempo que aumentaba la preocupación ante un posible ataque de Cabrera a la ciudad de Alcañiz.

    A primeros de abril de 1838, Cabrera se preparó para el asalto de Calanda como paso previo a un ataque contra Alcañiz. Para ello, ordenó Llagostera, jefe de la división de Tortosa, que el 18 de abril estuviera situado frente a Calanda con los dos batallones de Mora y los dos de Tortosa, para que estableciera el cerco del pueblo y construyera los emplazamientos para las baterías que iban a llegar. El corresponsal en Alcañiz del periódico Eco del Comercio, con fecha del 16 de abril, advertía de los planes de Cabrera, que había salido de Cantavieja con 11 cortos batallones y 3 escuadrones con piezas de artillería hacia el Bajo Aragón, y que " según los del país, su objeto es apoderarse de los fuertes de Alcorisa, Caspe, Calanda y Smper, donde la tentativa le saldrá bien al tener enfrente al malísimo brigadier Abecia cuyo resultados son nulos". La guarnición de Calanda rondaba en ese momento los 500 hombres. El Correo Nacional, en su edición del 20 de abril, publicó que " La facción de Cabrera se halla reunida, según nos escriben de Alcañiz, en el Bajo Argón, con el al parecer, de dar un golpe de mano sobre alguno de aquellos puntos fortificados, aprovechando sin duda la coyuntura de no haber columna a la sazón que les puedan estorbar sus proyectos. La pequeña guarnición y nacionales de Alcañiz están sin embargo decididos a sostenerse a todo trance". Por su parte, El Amigo del pueblo advertía que si Cabrera "se posesionase de los fuertes de Alcorisa, Alcañiz, Caspe, Calanda y Samper, le preguntaríamos (al gobierno) ¿qué medidas habéis tomado para impedirlo?". Criticaba la falta de fuerzas y terminaba diciendo, "San Miguel hará cuanto pueda, Abecia lo que sepa".

    El 18 de abril, se encontraban en Castelserás dos batallones carlistas y se organizó un hospital en casa de Doña Francisca, para hacerse cargo de los futuros heridos. Por la tarde, llegaron a Castelserás dos batallones de Luis Llagostera. Poco después, entre las 6 y las 7 salieron dos batallones en dirección a Calanda, consigo llevaban gran cantidad de cañizos, tablas, toneles, fajinas y talegas junto a un centenar de hombres para preparar las baterías donde colocar las pezas mayores, y un obús de carga o morterete pequeño. Cabrera salió de Morella y pernoctó en La Ginebrosa.

    A las 11 de la mañana del 19, Cabrera, escoltado por 100 jinetes, llegó a Castelserás. A las 3 de la tarde, marchó a Calanda para organizar el sitio, donde ya había 5 batallones esperándole y otro que quedó en Castelserás. Según un parte del comandante de armas de Samper, los carlistas llevaron a Calanda 60 cargas de de trigo, 80 de vino y 50 de3 aceite.

   La artillería, que estaba en una venta antes de Monroyo, fue llevada a La Cañada, un cañón de a 16, otro de a 12, otro de a 8, una culebrina de a 4 y 2 morteretes. El 19 fue transportada hacia Castelserás con las caballerías requisadas en los pueblos del entorno. Sin detenerse, continuó a su nuevo emplazamiento en Calanda donde llegó a las 5 de la tarde. Colocadas las piezas en batería, comenzaron a disparar contra los fuertes exteriores. A 60 pasos de la cortina aspillerada de Santa Bárbara, se preparó el emplazamiento de otra batería. Como desde la muralla obstaculizaran los trabajos, Cabrera ordenó a su ayudante Joaquín Aguilera, que al mando de una compañía se parapetase en una casa cercana situada a 10 pasos de la muralla y que desde ella, la mitad de sus hombres abriera fuego contra el muro aspillerado. Como sus ho0mbres vacilaran, Aguilera se puso al frente de ellos; pero enseguida fue gravemente herido. Cuatro voluntarios lograron rescatarlo y llevarlo a sus filas, aun vivo.

    Según relató el propio Cabrera en un informe dirigido al Presidente de la Junta Carlista, los fuegos de la artillería se dirigieron contra el fuerte de Santa Bárbara situado en posición dominante. Tras los primeros disparos y comprobar que la infantería carlista había cortado sus co0municaciones con los demás fortines, un soldado salió del fuerte y propuso su rendición si los defensores salvaban la vida. Admitida la propuesta, se rindieron entre las 5,30 y las 6 de la tarde. La noticia de la caída del fortín llegó a Alcañiz a las 12 de la noche.

    Durante la noche se trasladó la artillería al fuerte se Santa Bárbara y se inició el fuego contra el fuerte de San Blas. Al amanecer del día 20, tras unos primeros disparos, los carlistas se aproximaro9n a un tiro de fusil del fuerte que presentaba un gran boquete y había sido abandonado por sus defensores. Desde ese punto disparaban contra la población y el fuerte interior. Durante la noche el fuego prendió en las casas del barrio de Cantarería, según narró un testigo y continuaba a las 10 h 30" de la mañana. Un correo enviado a Alcorisa por los sitiados fue capturado. En el comunicado enviado a Alcañiz, el comandante de armas exponía el terrible fuego que hacía la artillería y la situación crítica en que se hallaban los defensores a punto de sucumbir si no recibían auxilio. El fuego se dirigió contra la muralla en la que se abrieron dos pequeñas brechas. A lo largo del día, dispararon 130 cañonazos. A las 8 de la noche, después de disparar la segunda granada, los carlistas asaltaron la muralla por dos puntos. Tras una fuerte resistencia inicial, media hora después, hacia las 8 h 30", los carlistas penetraron por la puerta de Andorra y se extendieron hacia la Plaza. La guarnición se replegó hacia el castillo, convento de capuchinos y el torreón. El capitán Fernando Gil con 5 nacionales logró escapar y llegar hasta Alcañiz, carente de tropas para auxiliar a los calandinos, mandó correos en petición de ayuda.

    Al amanecer del 21, tras unos pocos disparos contra el torreón, los defensores lo abandonaron saltando por una ventana trasera hacia el convento. A continuación el fuego se dirigió contra éste y se abrió una brecha en el muro, per su fuerte grosor y el fuego de los defensores impidieron el asalto. Finalmente, pudieron penetrar los cazadores del 2º de Tortosa y a las 5 de la tarde se rindieron. Los pocos defensores que quedaban se retiraron al castillo entre las 8 y las 9 de la noche. Los carlistas introdujeron la artillería en el interior del pueblo y empezaron a disparar contra el castillo. El capitán retirado, Fernando Gil, con 10 milicianos nacionales pudo escapar y llegar a Samper entre las 4 y las 5 de la madrugada.. El soldado Joaquín Loscos, del 2º batallón de francos, llegó a Alcañiz a las 5 de la mañana tras escapar al perderse el torreón. El general Santos de San Miguel se encontraba en Híjar, dispuesto a avanzar sobre Calanda para levantar el sitio; pero disponía de pocas fuerzas. A las 2 de la mañana, fue avisado de la caída de la plaza durante la noche. Ante esta noticia, y por disponer de pocas fuerzas, optó por situarse entre Alcañiz y Caspe por si los carlistas atacaban alguna de ellas. A las 6 de la mañana del 22, el comandante de armas de Calanda, a la vista de los destrozos ocasionados en el castillo por la artillería, capituló con sus hombres. La iglesia y parte de las casa de la población ardieron.

    En su informe, Cabrera escribió que los liberales tuvieron 42 muertos y 393 prisioneros, entre ellos el comandante y 19 oficiales. Se recogieron 412 fusiles, 16 caballos, víveres y municiones. Los carlistas tuvieron un oficial muerto y 4 soldados, además fueron heridos 3 oficiales del 2º de Tortosa y el ayudante de Cabrera, Joaquín Aguilera. Cabrera mandó que las sábanas, mantas, jergones y camisas halladas en el fuerte principal se llevaran con los heridos al hospital de Horta, recientemente establecido. Por su parte, el coronel del regimiento provincial de Burgos, Benito María Sierra, en su comunicado del día 24 en el que explicó los motivos que propiciaron la caída de Calanda, dijo que la escasa guarnición no pudo aguantar el ataque de 5 batallones con 8 piezas de artillería de grueso calibre por lo que tuvo que capitular. Manifestó que el día 19 no pudo socorrerlos debido a la poca guarnición que tenía y que comunicó loa crítica situación en que se hallaban al brigadier José Abecia, comandante general de la división del Bajo Aragón para que acudiera a socorrerla. Sus desvelos fueron infructuosos, pues aunque la división al mando superior del general San Miguel se movió, llegó por la tarde, cuando los prisioneros estaban camino de Cantavieja o de MKorella.

    Los prisioneros fueron 7 oficiales y 130 soldados del provincial de Burgos. Los oficiales capturados fueron los tenientes José Agüero Moreau y Gonzalo del Río y los subtenientes José Díaz Agüero, Ángel Santos, Gregorio Salinas, Rodrigo García de León y Alberto Robotti. La prensa liberal publicó que la suma total de prisioneros ascendía a 338, entre tropa y nacionales. Entre los prisioneros también se encontraban de 70 a 80 milicianos nacionales, muchos de los cuales fueron inmediatamente fusilados junto a la ermita de Santa Bárbara.

    Los prisioneros supervivientes fueron llevados a Cantavieja y luego a Morella, donde 22 de ellos serían fusilados en la de los Estudios el 4 de julio.

    La tarde del 10 del agosto, los prisioneros de Calanda y Benicarló que, habían sido llevados a Ballestar, se sublevaron dirigidos por Ramón Gil, jefe de los nacionales de Calanda, se apoderaron de las armas de la guardia y emprendieron la fuga hacia Vinaroz. Fueron perseguidos y conforme eran capturados fueron fusilados. Dos años más tarde, cuando Cabrera abandonó Aragón en junio de 1840, los últimos nacionales fueron lanzados maniatados al río Ebro en Mora. Entre ellos se encontraban, el médico calandino Carlos Llop y el propietario de Torrevelilla, Manuel Velilla.

    La caída de Calanda provocó un cierto desánimo en las calles de Zaragoza, al temer un nuevo asalto. Se produjeron algunos alborotos populares y se liberó algún preso.

    El día 26 el comandante de armas de Alcorisa comunicó a Alcañiz que el fuerte estaba bloqueado y que si no era socorrido correría la misma suerte que el de Calanda. Cabrera marchó contra la población con dos piezas de artillería y al día siguiente llegó el coronel Feiu con el 2º batallón de Tortosa. Al no recibir ayuda, los liberales abandonaron la fortificación escapando en dirección a Montalbán. Los carlistas encontraron en la plaza un importante almacén de víveres. Dos días más tarde, Cabrera marchó hacia Samper de Calanda, distante 8 horas de Calanda. A las 3 de la mañana del día 30, se presentó ante sus muros con el 2º batallón de Tor4tosa, 80 jinetes y 2 cañones. A las 5, intimó la rendición de la población que se produjo dos horas después. Los carlistas capturaron 157 prisioneros, 367 fusiles, 14 caballos y 30.000 cartuchos de fusil. Las fortificaciones fueron destruidas. El paso de Cabrera será poner sitio a la plaza de Alcañiz. Mientras, mandó reparar los caminos de Alcorisa y Calanda para facilitar el paso de la artillería.

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1. A.H.A. Caja 5.Comunicación del Alcalde Mayor de Alcañiz, 29 de mayo de 1835.

2. La aspillera es u7na abertura loarga y estrecha en un muro para disparar por ella.


    Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 77



jueves, 3 de junio de 2021

TERMINACIÓN DEL PROYECTO HISTÓRICO "LA CODOÑERA"

 


    El pasado 9 de agosto de 2020, se presentó en La Codoñera el último volumen sobre la historia de esta población, enmarcada en el contexto de sucesos y vivencias que afectaron al Bajo Aragón durante los siglos XVII y XVIII. Con este libro, los autores finalizan un proyecto histórico que ha durado más de 30 años, trabajo en el que han colaborado especialistas en áreas tan distintas como la lengua, la música, la arqueología, la historia, la filosofía, el arte, la geología o la arquitectura. Junto a ellas, es preciso reseñar las aportaciones anónimas de mujeres y hombres del pueblo. La labor de campo ha completado la información documental en aras a un mejor conocimiento de nuestro entorno geográfico y humano.

    El primer volumen de La Codoñera en su historia se presentó en las fiestas patronales de San Cosme y San Damián de 1995. El libro consta de dos partes, en la primera se hace una introducción al medio físico y humano de La Codoñera con una recopilación de sus tradiciones, la mayor parte de ellas fruto de la encuesta a medio centenar de personas cuyas edades, en ese momento superaban los 80 años. La segunda parte, comprende: el estudio de la prehistoria del lugar a cargo de José Antonio Benavente, Secundino Comín y Carlos Navarro; un completo análisis de la lengua hablada del pueblo por parte del Dr. Artur Quintana y la historia del lugar hasta el 1500, que ha contado con la documentación recogida en el Archivo Diocesano de Zaragoza desde la fundación de su iglesia parroquial ocurrida hacia 1180. Esta parte contó con las del historiador Joaquín  Monclús, Jesús Pallarés y Francisco García, con el prólogo de Pedro Rújula.

   El segundo volumen fue presentado el día del Pilar de 2000. Comprende el estudio del siglo XVI y contó con la colaboración del musicólogo Blas Sancho, del filósofo Andreu Grau, del lingüista Artur Quintana, del técnico aparejador Francisco García y de los historiadores María Pilar Anglés, Pedro Rújula, Alberto Bayod, José Manuel Latorre y Jesús Pallarés. La mayor parte de la documentación utilizada procede del Archivo de Protocolos Notariales de Alcañiz y del Archivo Diocesano de Zaragoza. El prólogo corrió a cargo de José Ignacio Micolau, anterior responsable del Archivo y Biblioteca de Alcañiz.

    En la semana cultural del verano de 2006, se presentó el sexto volumen. Este libro comprende la historia del siglo XX. Para su redacción, además de la bibliografía consultada y la documentación del Archivo Militar de la Guerra Civil de Ávila, se ha encuestado a más de un centenar de vecinos y vecinas que nos contaron sus vivencias, antes, durante y después de la guerra civil. La alteración del orden lógico de publicación obedeció principalmente a un tema sentimental para no retardarla, dada la edad de los informantes. Colaboraron en este libro, Pedro Rújula, Alberto Bayod, Alejandro Abadía, Jesús Celma y Jesús Pallarés. El prólogo fue realizado por el periodista Ramón Mur.

    En las fiestas patronales de 2015, presentamos el quinto volumen centrado en el siglo XIX. Cabe reseñar el protagonismo de nuestro pueblo en el inicio de la primera guerra carlista con el grito dado por Carnicer en favor del Pretendiente Carlista el 12 de octubre de 1833. Colaboraron en este libro: la archivera del municipio de Alcañiz, Teresa Thomson y los historiadores Pedro Rújula, José Ramón Villanueva, Javier Bel, Gregorio Paricio, Luis Antonio Pellicer y Jesús Celma. El prólogo fue redactado por José Ramón Villanueva. El 9 de agosto de 2020, se presentó el último volumen que comprende los siglos XVII y XVIII. El volumen comprende más de 700 páginas de texto e imágenes, que, en principio, deberían  haberse desglosado en dos volúmenes, pero la crisis económica y los recortes presupuestarios de los últimos años han llevado a la publicación de un único texto (volumen 3 y 4). El licenciado en Historia del Arte, Jorge Martín Marco, ha realizado el estudio de la ermita de Loreto, dentro de su proyecto de Investigación I+D, sobre los diseños de arquitectura gótica en la península Ibérica entre los siglos XVII y XVIII. Otras valiosas colaboraciones se deben a: Alejandro Abadía, Emilio Dobato, Gregorio Paricio y Javier Bel. Alberto Bayod ha escrito el prólogo de este volumen.

    Las fuentes documentales han sido numerosas: Archivo de Protocolos de Alcañiz, del cual se han consultado más de 600 protocolos que abarcan el período desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XIX; Archivo Histórico de Alcañiz, con información de los siglos XIX y XX. Archivo Diocesano de Zaragoza, con sus Visitas Pastorales, matrículas de Comunión Pascual, obras, fundaciones de Beneficios y Capellanías, nombramientos de vicarios y beneficiados, Procesos Criminales y otros; Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, entre cuyos documentos cabe reseñar el pleito que durante décadas enfrentó a La Codoñera con Torrevelilla; Archivo Histórico Nacional de Madrid con datos sobre censales pagados a los beneficios de la iglesia y Visitas de la Orden de Calatrava; Archivo de la Corona de Aragón, con documentos sobre la primera concordia entre Alcañiz y sus barrios en 1615; Archivo Provincial de Teruel; Archivos locales de La Codoñera, Valdealgorfa, Torrevelilla y Belmonte; Archivos particulares y Hemerotecas de Barcelona, Madrid y Zaragoza.

    Aunque el proyecto histórico puede darse por terminado, los autores tratarán en un pequeño anexo la toponimia histórica de La Codoñera que esperan publicar en tiempos no muy lejanos.

    Este último volumen que se presentó, son en realidad dos libros, el III y el IV, que comprende el estudio de los siglos XVII y XVIII. No se trata de una investigación circunscrita sólo a La Codoñera. Los autores sitúan los avatares históricos ocurridos en el pueblo dentro de un contexto más amplio que se extiende a gran número de localidades del Bajo Argón. Destaca en este sentido Alcañiz, de quien La Codoñera fue un barrio hasta que obtuvo el privilegio real de villazgo en 1776. Con los pueblos de su entorno más inmediato compartió experiencias comunes, pero también rivalidades económicas y políticas que se detallan en el texto.

    Este 5º volumen comprende más de 700 páginas que incluyen copias de documentos originales e imágenes, varias de ellas en color. El libro se estructura en siete capítulos principales, precedidos de un prólogo del historiador belmontino, Alberto Bayod. Los cuatro primeros capítulos abarcan el estudio del medio físico y humano, la familia, el espacio social y la actividad productiva. El quinto capítulo incide en la historia de La Codoñera en el período de los Austrias. En él se analizan los principales avatares del período: el problema morisco; la concordia de 1624 con Alcañiz, que supuso el primer paso en la autonomía del pueblo; la guerra fronteriza con Cataluña en 1640, la peste y la crisis económica derivada de la contienda. En el capítulo sexto se estudia el siglo XVIII con la llegada de la nueva dinastía Borbónica, la incidencia de la Guerra de Sucesión y los cambios derivados de la pérdida de los Fueros en 1707. La segunda mitad del siglo será una etapa de recuperación económica con la construcción de la Acequia del Siscar en 1745, que permitió la transformación del secano en regadío, la ampliación de cultivos; el aumento demográfico de la población y la obtención del villazgo que supuso la plena independencia de Alcañiz.

    El séptimo capítulo se dedica a la parroquia de La Codoñera. En su redacción se ha contado con la valiosa colaboración de Jorge Martín Marco. Su trabajo forma parte del proyecto de Investigación I+D, sobre los diseños de arquitectura de tradición gótica en la península Iberíca entre los siglos XVII y XVIII. Este capítulo se estructura en tres apartados: la iglesia parroquial y las modificaciones experimentadas en el edificio a lo largo del tiempo; la ermita de Nuestra Señora de Loreto, la joya de La Codoñera y el estudio de la parroquia con sus vicarios y beneficiados.

   En la ejecución del trabajo, ha sido fundamental la colaboración prestada por los responsables del Archivo de Prtocolos Notariales de Alcañiz y del Archivo Diocesano de Zaragoza.


    Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 70