domingo, 12 de julio de 2020

LA CAÍDA DEL FUERTE DE TORREVELILLA EN 1837





     En 1837 Torrevelilla era una pequeña población de unas 500 almas. Por su singular emplazamiento era un importante punto de comunicación entre Castelserás y La Ginebrosa, a 2,5 leguas de Alcañiz. Desde principios del verano se había visto continuamente amenazada por los carlistas, por lo que había sido regularmente fortificada. Contaba con una pequeña guarnición de milicianos nacionales y soldados del provincial de Burgos. Junto con Calanda, Alcorisa, Caspe y Maella, formaba parte de la línea de fuertes que protegían Alcañiz.
    El 27 de agosto, el gobernador de Alcañiz, Martín Lucas, tras una de sus continuas salidas, escribió que no había podido ver al centenar de soldados carlistas y 20 jinetes de la partida de Quílez que se suponía merodeaba entre Valjunquera y La Fresneda, por lo que marchó a Valdealgorfa y al hallarlos, se dirigió por La Codoñera hasta las cercanías de Torrevelilla donde encontró acampada la facción, forzándola a abandonar sus posiciones hasta más hallá de La Cañada de Verich.
    El 8 de septiembre, el destacamento de Torrevelilla pidió que se le mandara un oficial albañil, 4 braceros y dos caballerías mayores a los pueblos próximos1. Su guarnición era de unos 300 hombres, a tenor del número de raciones que demandaba su comandante de armas. A las 10 de la noche del día 10, el gobernador de Alcañiz salió de la plaza al mando de una columna de 200 infantes, 20 jinetes y las partidas de Velillas y Terrer en socorro del  fuerte deTorrevelilla, amenazada desde hacía unos días por la partida carlista de Juan Bautista Pellicer2. En ese mismo día, Gandesa volvía a estar bloqueada con falta de alimentos. En su auxilio debieron ir fuerzas de Cataluña, ante la lejanía de las fuerzas del Ejército del centro.
    El 23 los batallones carlistas, 1º de Mora y 5º de Aragón, cortaban los accesos a Torrevelilla. El 25 los sitiados comunicaron a Alcañiz la apurada situación en que se hallaba el fuerte. El bloqueo fue roto el día 29 por la llegada de una columna3 de Alcañiz al mando del coronel Martín Lucas Arcaine, con 500 hombres de las guarniciones de Caspe, Samper y Calanda, 20 jinetes del 4º y 6º ligero de los movilizados de Caspe y 4 habilitados recientemente de la compañía de cazadores. Según el comunicado liberal, dos batallones carlistas fueron derrotados y perseguidos hasta lo alto de la sierra de La Ginebrosa. La guarnición de la plaza salió para colaborar en la rotura del cerco. Por la tarde, la columna entró en Torrevelilla con el convoy de víveres y municiones. Las obras y atrincheramientos situados a 300 pasos de las fortificaciones liberales fueron destruídas.
    En su informe, el coronel Martín Lucas dijo que,: "Hubiera hecho más si los partes recibidos y otos antecedentes no me hubiese enterado que era natural reforzarse el enemigo con 1.500 hombres que tenía en Castellote, los cuales efectivamente vinieron a recaer en Codoñera, pueblo situado a retaguardia, cuatro horas después de retirarme el día de ayer". Las pérdidas liberales fueron: 4 muertos del 3er batallón de San Frenando y otro del Provincial de Burgos,1 oficial y 10 soldados fueron heridos  y otros 9 contusos de bala de fusil del mismo San Fernando.
    Otros heridos fueron: 8 del provincial de Burgos, 1 sargento y 3 soldados de la 2ª compañía de Teruel, 1 sargento del regimiento del rey y 4 de la guarnición de Torrevelilla. Las pérdidas del enemigo fueron 40 hombres. El brigadier Llagostera fue conducido a Valderrobres en una camilla, herido de un brazo y de la cabeza. El informe del coronel menciona las actuaciones más destacadas: el mayor del 3 batallón de San Fernando, barón Purgote de L´Ourenhart ( Carlos), encargado de los movimientos de la reserva, el capitán del mismo cuerpo, Fernando Bontoller, que haciendo funciones de Estado Mayor recibió 4 balazos, el subteniente del provincial de Burgos, Gregorio Salinas, de guarnición de Torrevelilla, y especialmente el teniente, Félix GascónJové, que contuvo a una compañía enemiga que había cargado a la bayoneta contra la guerrilla liberal y que falleció de sus graves heridas. Apenas cuatro horas después, los carlistas se presentaron en La Codoñera amenazando la retaguardia liberal. Los carlistas conservaron sus posiciones alrededor de Torrevelilla al mando de Pellicer.
    Cabrera fue avisado en Cantavieja  del desenlace del combate el día 30 por el ayudante de Llagostera. Enseguida partió hacia Torrevelilla, con él llevaba los dos batallones tortosinos, un cañón de a ocho y 2 morteretes de siete pulgadas. El 3 de octubre estaba en Torrevelilla y enseguida construyó una batería. Antes de abrir fuego, conminó a los sitiados a rendirse. Estos se negaron, al haber recibido un refuerzo de 1.800 hombres de Caspe y Alcañiz. Según el Boletín de Cantavieja nº 73, "Al anochecer colocados los morteretes en batería , por vía de prueba dispararon tres tiros, cuya última granada cayó y reventó dentro de la plaza. Avisado el jefe carlista, a la una de la noche de que la guarnición se fugaba y que la guardia inmediata iba a su alcance, mandó a la compañía de cazadores de Mora y algunos granaderos que siguiesen la misma dirección". En la persecución se hicieron 14 prisioneros. En los almacenes de Torrevelilla se recogieron 70 fusiles, municiones, depósitos de trigo y cebada y 3.000 raciones de galleta.
    El comandante de armas de Torrevelilla dirigió el 5 de octubre desde Calanda, al gobernador militar de Alcañiz, Marín Lucas, un oficio en que exponía los motivos del abandono del fuerte de Torrevellla. Según éste, el día 1 el cabecilla Pellicer le conminó a la rendición y en la mañana del 3 Cabrera le ofreció una capitulación honrosa y garantías si rendía el fuerte, advirtiéndole que tenía todas su baterías dispuestas para reducirlo a cenizas. A dicha proposición, contestó que  "sus ofrecimientos eran contrarios a los sentimientos de mi corazón y deberes de mi patria". A las 10 h 30 minutos de la mañana, se estrechó el cerco con varias columnas  que sumaban 2.000 hombres y 100 jinetes. A las 4 de la tarde, se vio desfilar la artillería por el camino de La Cañada y a la media hora, empezó el fuego desde la altura del Collet. El ayuntamiento planteó que era llegado el caso de abandonar el pueblo visto que las fuerzas enemigas eran de consideración y que aunque habían resistido por espacio de 2 meses y 24 días, no podían oponerse a la artillería. Además, el espíritu de la tropa había decaído y los soldados estaban decididos a marcharse con la milicia nacional. Al razonamiento de que había que aguardar auxilios de algunas columnas, se objetó que en el largo sitio que habían tenido, sus clamores no habían sido oídos. El desaliento de la guarnición había aumentado desde la venida de la columna de Alcañiz, que les había incomodado haciéndoles creer que las tropas estaban muy lejos para prestar auxilio y que la guarnición no sería reforzada. El oficial comandante de la fuerza de Burgos advirtió del desánimo al avisar la artillería, por lo que opinaba que debían saltar la muralla e irse a Alcañiz. Además, se consideraban engañados cuando se les dijo que los facciosos no traían artillería y que todo era un montaje. El comandante de armas trató de animarlos en la muralla con resultado negativo y recibir algunos insultos hacia su persona. Se oyeron comentarios acerca de algunos nacionales principales se había ido a Alcañiz, abandonando el pueblo y que otro se había pasado durante la noche anterior a los facciosos y les había contado el estado en que se hallaba la población, comentario oído desde las baterías de los enemigos.
    El comandante de armas expuso que ese desagradable suceso era peor que el ocurrido el día en que el coronel estuvo la última vez en Torrevelilla. La posición del Ayuntamiento y de los oficiales nacionales era de sublevación general. Para cortar estos males, determinó y mandó abrir un boquete en la muralla. A las 11 de la noche los soldados salieron a la bayoneta sobre el enemigo para abrirse paso hacia Calanda. Los facciosos, seguramente prevenidos  por 4 soldados de Burgos que se pasaron en aquel momento, los arrollaron con sus caballos a los pocos momentos de haber emprendido la marcha: fue imposible contener el desorden de la tropa que se vio acorralada por todas partes. La columna se organizó en tres grupos. El comandante de armas fue con el último grupo. El alférez Salinas fue el primero en llegar a las 11 horas 30 minutos y dos horas más tarde lo hizo el último grupo. En total llegaron a Calanda 28 nacionales, 85 soldados del provincial de Burgos y 24 del provincial de León. hubo 10 soldados muertos o prisioneros. las pocas municiones que quedaron en Torrevelilla fueron inutilizadas y sólo se dejó un cajón por si había que volver a la plaza.
   También se habían salvado algunas familias de Torrevelilla. La fecha en que tuvo lugar la marcha nocturna fue dos días después de la luna nueva, por lo que la oscuridad debió favorecer la huida.
   La noticia de que el fuerte de Torrevelilla se había visto obligado a entregarse a los carlistas no fue conocida a través de la prensa liberal hasta el 21 de octubre. El 4 de octubre, el fuerte de Calanda fue atacado por 4.000 carlistas con 3 piezas de artillería al mando de Cabrera. En los días siguientes, hizo un reconocimiento en Castelserás y mandó demoler las fortificaciones de Torrevelilla. El día 8 marchó por Belmonte, Cretas, Bot y Cherta hacia Tortosa  donde llegó el día 10.

___________________
1- A.H.M.V. Guerras carlistas, 8 de septiembre de 1837.
2- El Eco del Comercio, 17  septiembre de 1837.
3- El Eco del Comercio, 5 de octubre de 1837.


     Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 67

domingo, 5 de julio de 2020

EL SORPRENDENTE REBROTE DE GRIPE EN 1920 EN LA CODOÑERA





      Primer brote, de marzo a julio de 1918:
    Este período coincide con el final de la 1ª Guerra Mundial. Se extendió rápidamente entre los contendientes, pasó las fronteras y afectó principalmente a las grandes ciudades.

     Segundo brote.
    Desde septiembre a diciembre de 1918. A primeros de septiembre, coincidiendo con el anuncio del próximo armisticio, empezaron a volver miles de migrantes que trabajaban por la causa aliada. Su retorno se hizo en condiciones deplorables, en su mayor parte mal alimentados y muchos enfermos. Se calcula que cerca de 40.000 obreros pasaron la frontera de Porbou en apenas 60 días y otros tantos por la de Irún. A esta vuelta se sumó el retorno de quienes habían participado en la vendimia francesa. Su entrada se hizo sin medida de control sanitario. Afectó tanto a las ciudades como a pequeños municipios del mundo rural, fue la causante del mayor número de víctimas a nivel mundial. En La Codoñera, la pandemia no fue tan letal como en la vecina Belmonte; fallecieron 8 personas entre los días 9 y 29 de octubre. Por el contrario, en el rebrote de 1920 morirán 18 personas.

    Tercer brote.
    De febrero a junio de 1919. No afectó a La Codoñera.

    Cuarto brote
    En el primer trimestre de1920.
    En una crónica mandada desde Alcañiz y publicada en el período La Vanguardia del 31 de enero leemos: ·"verdaderamente tiempo primaveral es el tiempo que hace a pesar de de estar en el mes que los fríos son fuertes; pues tan apenas amanece un día que haya escarcha, la recolección de la oliva está bastante adelantada." El día 9 de febrero reinó un frío intenso con vientos heladores del noroeste, pero el 12 volvió a ser primaveral alternando en las jornadas siguientes con cielos cubiertos. El día 17 la presión disminuyó y fue seguida de una bajada térmica acompañada de fuertes vientos y aguaceros, que el día 20 ocasionaron inundaciones en todo el litoral desde Castellón hasta el mediodía francés. Luego, el tiempo se mantuvo variable, con intervalos cubiertos y ligeras precipitaciones hasta el día 28 en hallamos la anotación de "sol ardiente y y temple más que primaveral de pleno estío". El tiempo primaveral se mantuvo hasta el 7 de marzo en que retomaron los temporales de lluvias, los fríos y las nevadas.
   Estos cambios bruscos de tiempo causaron numerosos catarros y facilitaron la expansión de la gripe por todo el territorio peninsular. Este episodio afectó a muchos niños menores de un año, carentes de inmunidad contra el virus de 1918.
   El número de afectados aumentó de forma alarmante el 26 de enero en Zaragoza, pueblos cercanos y Levante. En La Codoñera, el nuevo brote comenzó a finales de enero y tuvo su punto álgido durante el mes de febrero; en total murieron 18 personas. La primera baja fue el 7 de febrero cuando falleció una niña de 8 meses de edad por bronconeumonía. A esta, seguirán otras 17 hasta la última ocurrida el 29 de febrero. Los momentos álgidos ocurrieron los días 21 y 24 con tres fallecidos diarios.
   Todas las muertes se produjeron por complicaciones respiratorias ( 14 bronconeumonías ) y neurológicas ( 5 encefalitis ). Murieron 7 menores de 1 año de edad. Por sexos: 6 fueron mujeres y 12 hombres, sobre una población de 1.120 personas entre el 10 de febrero y el 8 de marzo ( 5 hombres y 3 mujeres ).

   Tradición oral en La Codoñera.
    La tradición oral conservó durante decenios el recuerdo de esta epidemia en La Codoñera. El abuelo de los autores de este trabajo, fue licenciado del Servicio Militar el 16 de febrero de 1920 en Barcelona y de inmediato emprendió el camino de regreso a su pueblo. Siempre recordó la impresión que le causó el triste tañido de las campanas al vuelo tocando a difuntos y las dificultades que encontró para entrar a su pueblo natal después de cuatro años de ausencia. Se le indicó que venía de un lugar contaminado y que podía ser portador de la enfermedad.
   Igual fortuna tuvieron las mujeres que volvían al finalizar sus trabajos de servir o de amas de cría en casas pudientes de la capital catalana. A unos dos kilómetros del pueblo, en los corrales de la partida de Las Balsas, se estableció el lugar de la cuarentena para quienes llegaban. A este lugar, cada día acudía la misma persona para llevar la comida. Junto al lavadero municipal, se construyó otro más pequeño para lavar ropa de los enfermos. La Junta de Sanidad mandó que se limpiaran y ventilaran las casas con vapores sulfóricos y lavados con lejía. Los fallecidos eran enterrados rápidamente sin ningún ceremonial. Si la muerte ocurría al atardecer, el cuerpo se transportaba sin ataúd, sobre un escaño a un carro y por las afueras del pueblo se dejaba en el cementerio para su sepultura al día siguiente. También corrió el rumor de algunos dudosos fallecidos en el momento de ser sepultados. Los muertos eran enterrados en una zanja y cubiertos con una capa de cal. Finalizada la epidemia, como en la calle de la Iglesia no hubo ninguna muerte, los vecinos acordaron construir una hornacina y poner la imagen de San Roque.

     Los Facultativos.
    Emilio Tello Muro fue el médico titular de La Codoñera entre 1907 y 1930, con residencia en la calle del Pilar 11. El farmacéutico, que preparaba las recetas fue Miguel Minguez Molins, nacido en 1891 en La Codoñera y que vivía en la calle Mayor 21. Estudió farmacia en la Universidad de Madrid durante los años de 1911 a 1916. Empezó a ejercer sus funciones en La Codoñera en el mes de enero de 1919 y trabajó aquí hasta el 31 de diciembre de 1925 en que se trasladó a Torrevelilla.

    Tratamiento.
    A lo largo de los 3 brotes epidémicos de la gripe de 1918, se consideraron muchas hipótesis sobre su etiología. Al no poder definir la causa de la enfermedad, se generalizó la opinión de que no se podía disponer de un medicamento específico contra ella, como reconoció la Real Academia de Medicina .
Se utilizaron antipiréticos, sudoríficos, tónicos, excitantes, baños purgantes, desinfectantes, sueros, aireación sana, dieta sana e incluso la sangría, adoptando cada médico su propia combinación terapéutica.
   En la sesión de la Real Academia Nacional de Medicina del 1 de julio de 1918, Baltasar Hernández Briz señaló que el tratamiento de la gripe debía consistir en la combinación de los"baños generales, la salipirina y la quinina como tónico; y todo esto precedido de un purgante, bien de aceite de ricino o bien los calomelanos". Entonces no existía la Penicilina para poder tratar las complicaciones posteriores: la gripe provocaba una disminución de la inmunidad y por lo tanto un empeoramiento de otras infecciones preexistentes que presentaba el paciente, que junto con las malas condiciones higiénicas existentes en aquella época, conducía a la aparición de infecciones mixtas difíciles de tratar que pudieran llevarlo a la muerte. Todo se solucionaba con la administración de analgésicos, antitérmicos, expectorantes, laxantes, estimulantes y sedantes, ya sea solos o en distintas combinaciones como jarabes, pociones y algunas fórmulas magistrales preparadas en la farmacia.
    El doctor Tello poseía su propia combinación terapéutica para el tratamiento de los enfermos, la cual mantuvo de forma casi constante, tanto en el inicio de la enfermedad como en sus complicaciones. Hemos podido recuperar un número importante de recetas conservadas en la antigua farmacia del farmacéutico Miguel Mínguez, 58 corresponden al mes de enero, en su mayor parte referidas a tratamientos tópicos y 143 del mes de febrero, cuando la gripe se manifestó con mayor fuerza. Su terapia se basó en la combinación de tres tipos de medicamentos: expectorantes, laxantes y antitérmicos. En cuanto al expectorante cabe señalar que, aunque iniciaba el tratamiento con un solo jarabe, habitualmente prescribía al mismo tiempo 2 o 3 de ellos que se administraban de forma alterna. Sobre los laxantes también hemos podido observar que con  frecuencia los cambiaba como en cada receta sucesiva. Son pocas aquella en las que prescribió sedantes, estimulantes o algún otro tipo de fármacos.
    los medicamentos empleados por Tello, según  su función terapéutica fueron:
   - Analgésicos - antitérmicos: Aspirina, Antipirina, Fenacetina.
   - Expectorantes: Jarabe de Madariaga, Jarabe de Tolú, Jarabe de codeína, Licor de brea, Sales de Nailui.
   - Laxantes: Aceite de ricino, Limonada purgante de citrato de maganesio, Magnesia efervescente, Calo menalos, Antimonio diaforético.
   - Sedantes: Bromuro de potásico, éter sulfórico y jarabe de azahar; Veronal en sellos, Jarbe amoniacal.
   - Estimulantes: Cafeína, Kermes minera, Cloruro de cocaína.
   - Antisépticos: Agua sublimada, Nitrato de Plata, Tintura de todo.
   - Alcalinos: Bicarbonato de sosa.
   - Tratamientos tópicos: Vaselina boricada, Glicerina fenicada, Vaselina bromada, Pomada de brea.
   Durante el mes de enero predominan los tratamientos tópicos que aparecen en 18 recetas (23,9 % del total de medicamentos prescritos). Le siguen los antitérmicos - analgésicos  en 13 recetas (14,13%) y los expectorantes en igual número y proporción. Si bien encontramos, la prescripción de antitérmicos, expectorantes y laxantes, en general son prescritos como medicamentos únicos durante la primera quincena del mes de enero. Después, empezó a probar combinaciones, en general un antitérmico con un laxante o con un expectorante; lo cual nos hace pensar en los inicios del nuevo brote gripal que realmente se pondrá de manifiesto a lo largo del mes de febrero. Los días de febrero con mayor número de recetas fueron el 6 (24), el 10 (18), el 11 (17), el 12 (23) y el 14 (9).
   Comparando los porcentajes de las prescripciones de estos dos meses, podemos apreciar una clara diferencia en los tratamientos y el claro predominio de los medicamentos utilizados para la gripe en el mes de febrero.

    Comparativa enero-febrero
    -Analgésicos-antitermicos:
    14,13 %- 19,87 %
    - Expectantes: 14,13 % - 36, 64 %
    - Laxantes: 10, 86 % - 23, 6 %
    - Estimulantes: 7,6 % - 3,1 %
    - Sedantes: 4,34 % - 5,59 %.
    - Antisépticos: 7,6 % - 5, 59 %
    - Alcalinos: 5,43 % - 0, 62 %
    - Tratamientos tópicos: 23,9 % - 3,72 %
      Otros medicamentos: 10, 86 % - 1,24 %

    El número de medicamentos en cada receta varía de 1 a 3. como se han conservado varias del mismo paciente, es posible seguir la evolución del tratamiento en días sucesivos. A  modo de ejemplo ver el caso de un enfermo del que disponemos de cuatro recetas:
   - Día 6: Aspirina en sellos, Jarabe de Tolú y codeína alternos.
   - Día 9: Lauterina con calomelanos.
   - Día  14 Jarabe de Tolú y jarabe de codeína alternos.


      Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura número 66
   


sábado, 30 de mayo de 2020

CASTELSERAS Y EL GENERAL SERRANO




    Durante el verano de 1837, los carlistas se hicieron dueños del Bajo Aragón. El 3 de octubre ocuparon Torrevelilla, población que había sido fuertemente fortificada y defendida. Las partidas carlistas de Camilo Moreno y Cabañero se movían con gran libertad y amenazaron Caspe el 5 de noviembre con 2.000 infantes y una batería de montaña. El día 7 llegó el brigadier Añón con 300 caballos. Los portales fueron derribados y muchas casas saqueadas y quemadas. El Ejército del Centro envió en su ayuda al brigadier de caballería, José Abecia, con dos batallones y dos escuadrones que operaban entre Teruel y el Ebro. El periódico La Estafeta, en su edición de 14 de noviembre de 1837, al publicar la noticia, pretendía "eanimar la decadencia de espíritu que pudo haber causado la escasez de tropas que se observaba en toda esta parte de Aragón". Sin poder tomar el fuerte de Caspe la mañana del día 9, los carlistas se retiraron con el botín obtenido hacia Castelserás.
    A las 10 de la noche del día 10 de noviembre, la columna del brigadier Abecia, que estaba en Samper de Calanda, salió para interceptar la fuerza carlista mandada por el comandante Camilo Moreno, que se dirigía con el botín hacia Cantavieja por la Valcomuna. A las 5 de la tarde del día 11, la columna avisó de las avanzadillas carlistas en las pequeñas alturas inmediatas a Castelserás sobre el camino de Samper. Otras tropas se movían en la elevación del Calvario y en el llano se veía su caballería.
    La brigada de José Abecía estaba formada por un escuadrón de la Caballería de la Reina, 2º de línea, al mando del comandante Francisco Serrano, y un escuadrón de la Caballería de Cataluña del 6º en línea. Su infantería estaba formada por el primer Batallón del Rey, 3º de línea, y el primer Batallón del Infante, 1º de línea. A estas fuerzas se añadieron, el primer Batallón de Fusileros de Aragón del comandante Baltasar de Torres, los Tiradores de Daroca del coronel Ramón Quintana y la Caballería Movilizada de Cariñena. Los carlistas disponían de unos 1.500 infantes y 300 caballos, formados en tres batallones de infantería, dos escuadrones de caballería y dos piezas de montaña, al mando del jefe de caballería Camilo Moreno.
   Como primera medida, el brigadier liberal envió a la mitad de la caballería del 6º ligero contra las avanzadillas carlistas para obligarlas a repasar el puente hacia la otra orilla del Guadalope. Su infantería, situada en el Calvario, al ver avanzar al batallón de infantería del Rey, precedido de sus cazadores, abandonó las alturas precipitándose hacia las casas y los corrales próximos al puente, y fue sometida al intenso fuego que los tiradores hacían desde ellas. El Guadalope, encajado, con 24 a 30 pies de profundidad, ofrecía dificultades para ser vadeado. El puente era el único acceso al pueblo.
    La Compañía suelta de fusileros de Aragón y los Tiradores de Daroca atacaron por la izquierda del puente, sostenidos por un escuadrón de caballería del 6º de línea y por 2º escuadrón de lanceros de la Reina. Mientras, los batallones, precedidos de sus cazadores y de la mitad de la caballería del 6º, atravesaron el puente y desalojaron a los carlistas de las posiciones que ocupaban en el lado izquierdo. A continuación, el batallón del Infante, 3º de línea, al paso, atacó las posiciones del lado derecho, con el batallón del Rey por el centro. El encuentro fue rápido, los soldados, a la bayoneta y en guerrilla, ocuparon el pueblo con la ayuda de unos pocos jinetes del 6º de caballería. La defensa cesó poco tiempo después. Los carlistas, para intentar salvar el botín que llevaban, abandonaron sus posiciones emprendiendo la retirada por las colinas sobre las que se halla el camino de La Codoñera.
    El primer batallón de fusileros de Aragón, a la bayoneta, continuó su marcha en vanguardia para cortar la retirada de los que huían hasta que tropezó con dos escuadrones carlistas que se presentaron con dos compañías de infantería, Abecia envió el escuadrón de la Reina, al mando del comandante Francisco Serrano, para que cargara contra ellos. La contundencia del ataque provocó la dispersión de los escuadrones enemigos y de la mitad de la infantería que en su mayor parte fue lanceada y quedó prisionera. En su escrito informe, redactado en La Codoñera el día siguiente del combate, señaló que "...nuestro invencible escuadrón, con el bravo comandante Serrano que venía de retaguardia, se se incorpora y se pone a vanguardia y persigue vivamente a la facción, que viéndose obligada a combatir, forma sus masas y se arrojan a la carga sus dos escuadrones protegida por la infantería del primer batallón de fusileros de Aragón al mando del coronel Manuel Sessé". Más adelante añade, "ya era de noche el fuego horroroso; su caballería fue rechazada tres veces a tiro de pistola; su infantería fue lanzada, y lo más particular que todo ocurría en un espeso olivar y a las in mediaciones de La Codoñera, y solo 80 hombres pusieron en vergonzosa fuga una fuerza tan imponente, aunque después de una resistencia obstinada, pues ningún faccioso soltó su fusil interin no recibió tres lanzazos; Su caballería no se ha visto jamás arrojada; nuestra pérdida ha consistido en un sargento graduado de alférez y un soldado muertos , dos gravemente heridos, y dos o tres caballos también heridos; 80 muertos que ha tenido la facción y 140 prisioneros, la mayor parte heridos". Refiriéndose al comandante Serrano dice: "el comandante Serrano es un héroe, excede su arrojo a cuanto se pueda decir".
    Sólo quedó un grupo parapetado en la encumbrada ermita de Codoñera que intentó, con su fuego, dar tiempo para que se retiraran sus fuerzas. El subteniente de cazadores, Pedro Paredes, del primer batallón del Rey, con la cuarta parte de de su compañía, los desalojó de sus posiciones. El enemigo huyó hacia los Puertos. Pirala1 escribió que fueron capturadas dos compañías carlistas y que Camilo Moreno fue destituido por el brigadier Manuel Añón. Tras el combate, los liberales recogieron 11 cajones de municiones y 8 cargas de fusiles. El éxito del combate aumentó la moral de los liberales, necesitados de ellas después de las derrotas sufridas, aunque sus efectos sobre la marcha de la guerra fueron nulos. La prensa, ávida de noticias favorables, repitió, durante cerca de dos semanas, la victoria obtenida y el valor demostrado el comandante Serrano. Esta constituyó un fuerte espaldarazo en al carrera en el poder del comandante Francisco Serrano que le supuso el ascenso a teniente coronel efectivo y la concesión de la laureada de San Fernando. En el manuscrito del brigadier José Abecía2, podemos leer la consideración que le merecía de su superior en la sección de Castelserás.
    Al firmarse el Convenio de Vergara en 1839, ya era coronel. En julio de ese año, comenzó su carrera política como diputado por Málaga. La suya fue una de las carreras militares y políticas más brillantes y controvertidas del siglo XIX. Favorecido por Espartero, se convirtió luego en su enemigo. En septiembre de 1868, siendo "Duque de la Torre", encabezó, con el general Prim y el almirante Topete, el pronunciamiento militar que derrocó a Isabel II, su antigua protectora y amante. Fue tolerante con la I República, aunque acabó reconociendo a Alfonso XII.


Los autores agradecen la colaboración prestada por Manuel Cerezuela Domene de Castelserás y a la Biblioteca Histórica-Militar y Cultura Pirenaico, que nos ha facilitado la consulta de los fondos bibliográficos.
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1A.PIRALA. Historia de laguerra civil y de los partidos liberal y carlista, 1853-56. Vol. IV,pág. 300.
2 Instituto de Historia y Cultura Militar, Museo de Infantería, nº 63.138. Acción contra los carlistas Moreno y Cabañero en Castelserás en noviembre de 1837.


             Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 54



   

domingo, 23 de febrero de 2020

LOS JEFES DEL PRIMER CARLISMO EN LA CODOÑERA (II)





     La Codoñera jugó un importante papel durante los dos  primeros años de la primera guerra carlista. Fue el lugar en el que tuvo lugar el pronunciamiento de Carnicer que levantó el Bajo Aragón en favor del Pretendiente. Muchos carlistas habían pertenecido al antiguo batallón Codoñera del ejército realista y de él salieron algunos de los primeros jefes carlistas, cuya identidad fue eclipsada por la gran notoriedad que posteriormente alcanzaron otros dirigentes. Algunos de ellos fueron Luis Bayod, Ramón Martín Jaime, Martín Faci, Manuel Gil y Mariano Gisbert.

    Luis Bayod. Se alistó en el ejército en mayo de 1809 durante la Guerra de la Independencia. Combatió en las acciones de Alcañiz (1809), Hostalric (1810) y Castalla, en el sitio de Tarragona (1813) y en el bloqueo de Barcelona (1814). Terminada la guerra continuó en el ejército como soldado, hasta que fue licenciado en abril de 1820. Se unió a las partidas realistas en julio de 1822, empezando la guerra como cabo segundo y combatiendo en Aragón y en algunas incursiones por Castilla, Valencia y Cataluña, terminó la contienda como capitán graduado de teniente coronel. En septiembre de 1824 fue retirado del servicio activo con licencia ilimitada. Como capitán relista era el primer jefe del batallón Codoñera en 1833. Posiblemente se unió a Carnicer cuando éste se declaró a favor del pretendiente carlista en La Codoñera.
    Tras la derrota de Carnicer en Mayals el 10 de abril de 1834 formó su propia partida con 72 hombres. Al anochecer del 19 de abril marchaba con 24 hombres por Aliaga en dirección de Ladruñán, cuando su presencia fue comunicada a las fuerzas gubernamentales que le perseguían. El día 29 de abril fue alcanzado en Aguaviva por la columna móvil del norte de Valencia al mando del coronel Manuel Mazarredo cuando se dirigía hacia Monroyo se encontró con la partida de Luis Bayod. En la refriega los carlistas fueron derrotados perdiendo la vida un capitán y 50 soldados, otros 5 quedaron prisioneros, entre otros el propio Bayod. Dos heridos llegaron a La Codoñera donde fueron detenidos y remitidos a Alcañiz. En mayo de 1836 fue nombrado vocal de la Junta Superior Gubernativa de Cantavieja. En 1839 bloqueó la población de Albalate del Arzobispo. Un espía le informó de la próxima llegada de una columna del gobierno para lo cual se ocultó en la ermita de Santa Bárbara. Sin embargo, un confidente informó al general cristiano Mir, que rodeó la ermita y aunque los carlistas opusieron una feroz resistencia, Luis Bayod fue capturado con 145 hombres. Poco después, fue canjeado y en julio de 1840 marchó a Francia con el grado de comandante. Las autoridades francesas lo enviaron a Lons-le-Saunier en los montes Jura, con un subsidio de 33 francos mensuales. En 1840 pasó a vivir en Tain (Drôme).
    Ramón Martín Jaime. En 1822 formaba parte de la partida realista de Joaquín Capapé quien le nombró el 8 de diciembre de ese año, capitán cajero del Regimiento de Caballería Lanceros del Soberano. El general Jorge Bessieres lo ascendió a Comisario de Guerra de la División Realista del Bajo Aragón y plaza de Mequinenza el 20 de diciembre de 1822, cargo que desempeñó hasta abril de 1823 en el que fue destinado como tesorero del ejército. El 12 de noviembre cesó como tesorero y con el grado de capitán graduado de teniente coronel, pasó al tercer batallón del Regimiento de Infantería de Línea de nº 7. El 30 de mayo de 1824 marchó al mando de los voluntarios realistas de La Codoñera, a Zorita, donde se había producido un levantamiento. En 1826 protestó ante el Ministerio de la Guerra por lo que consideró un agravio en su carrera al pasar de capitán de caballería al de infantería, petición que le fue denegada. Al crearse el batallón Codoñera de la 3ª Brigada del partido de Alcañiz del Ejército Realista, fue nombrado su 2º comandante. En 1828 estaba casado con Doña Isabel Molins y vivía en una casa de la calle Oriente nº 12. (actual casa rural). Se unió a Carnicer cuando se sublevó en La Codoñera y marchó a Morella donde fue nombrado tesorero. Participó en la batalla de Calanda el 6 de diciembre en la que fue derrotado el Barón de Hervés. El 12 de diciembre el alcalde de La Codoñera fue advertido de que "Ramón Martín Jaime, Tesorero de la facción de Morella se halla refugiado en esa Vº y no dudo que pueda estar escondido en casa de su cuñado Ramón Secanella o en alguna otra; por lo que prevengo a V. que bajo la multa de 200 ducados y formación de la  causa correspondiente proceda sin dilación a su captura", el alcalde contestó que no se hallaba en la población. Formó una partida con la que recorrió el Bajo Aragón. El 9 de abril de 1834, el Gobernador de Alcañiz avisaba que por la frontera con Cataluña andaba una facción carlista capitaneada por Jover de Mequinenza, Ramón Martín Jaime de La Codoñera y el Serrador de Villafranca del Cid, en número de 250 infantes y 20 caballos. A las 4horas y 30 minutos de la madrugada del 5 de mayo de 1834 los carlistas atacaron, en los alrededores de Valdealgorfa, a la columna cristiana del coronel graduado Baudilio Mallol, capitán de infantería del Regimiento de Infantería de Soria del 9º de Línea, formada por 160 soldados de infantería. Por parte carlista intervinieron las facciones de Carnicer, "Malos Ajos" de Montalban  y Ramón Martín Jayme de La Codoñera, en número de 400 o 500 de infantería y 70 u 80 de caballería, emboscados desde las 10 de la noche anterior. En el combate, que duró cerca de dos horas, las tropas gubernamentales rechazaron tres ataques de la caballería carlista, obligándola a retirarse al amparo de su infantería que dominaba las alturas. En la lucha murieron el coronel cristiano Frasco Bonal y el teniente coronel del Mas de las Matas, Maunuel de Lamata, agregado a la columna del coronel Baudilio Mallot, además fueron heridos 3 sargentos, 4 cabos y 26 soldados. Los carlistas perdieron al teniente coronel Ramón Martín Jaime, 8 soldados y 4 caballos, un soldado herido fue capturado.
    Martín Faci. Nació en La Codoñera, el 9 de abril de de 1834 se menciona la presencia de una partida capitaneada por Martín Faci de La Codoñera. El día 12, la facción se trasladó a Monroyo donde, bajo amenaza de muerte, exigió 400 raciones y 600 pares de alpargatas.
    Manuel Gil. Nació en La Codoñera. El 9 de enero de 1834 escapó de su casa en La Codoñera cuando iba a ser detenido por haber formado parte de de la columna del Barón de Hervés en el combate de Calanda. En enero de 1838 era el 2º jefe del batallón de Aragón que mandaba Pellicer de Caspe, molinero igual que él. Fue el 2º jefe del depósito de prisioneros de Beceite, cargo en el que se distinguió por el mal trato que infringió a los soldados y oficiales cautivos. Su mala gestión desencadenó una masacre entre los cautivos entre los cuales se dieron casos de antropofagia. Ambos jefes fueron relevados de sus funciones poco después de estos hechos. Acompañó a Cabañero y Pellicer en su ataque a Zaragoza el 5 de marzo de 1838. El 10 de agosto defendió con valentía las alturas de Querola en Morella, al mando de compañías aragonesas y valencianas, siendo herido y muerto su caballo. Finalmente tuvo que abandonar la posición la cual quedó protegida por la artillería liberal. En mayo de 1840 se encontraba en la defensa de Morella al frente de 5º batallón de Aragón con el grado de comandante del 5ºbatallón. Fue capturado y llevado al depósito de prisioneros de Zaragoza, donde posiblemente fue fusilado por los excesos de Beceite.
    Mariano Sanz Gisbert. Fue uno de los arrendadores de los árbitros de los voluntarios realistas en el año 1825. Estaba casado con Ángela Bayod hermana de Luis Bayod, vivía en la calle de San Valero. Se unió a los carlistas y alcanzó el grado de capitán. Fue capturado en 1840 en la caída de Castellote. Es posible que aceptara el ofrecimiento de integrarse en el ejército gubernamental, manteniendo su graduación y jurando fidelidad a Isabel II, por cuanto en 1852 firmaba sus documentos como capitán, como oficial retirado en 1853 y como excedente y oficial de reemplazo hasta 1857.

     Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 62

jueves, 23 de enero de 2020

EL ORIGEN DEL PRIMER CARLISMO EN EN EL BAJO ARAGON (I)





    El 10 de julio de 1823 se crearon oficialmente los Voluntarios Realistas, a modo de milicia armada compuesta por civiles bajo la autoridad militar, pero limitada al  ámbito municipal, que disfrutaban de facilidades para su mantenimiento y armamento. Las partidas realistas que apoyaron a Fernando VII contra el Trienio Liberal fueron disueltas, pero se les ofreció la posibilidad de alistarse en los Cuerpos de Realistas como oficiales y suboficiales después de ser recalificados, pues muchos de ellos habían tenido rápidos ascensos en pocos meses y otros no sabían leer y escribir. El descontento de los voluntarios con la orientación política del gobierno y el hecho de disponer de armamento propio y organización militar propició algunos levantamientos como el el protagonizado en mayo de 1824 a favor de Don Carlos por el brigadier Joaquín Capapé.
    El 25 de julio de 1825, coincidiendo con la fiesta del Patrón de España, fueron bendecidas en la colegiata de Alcañiz las banderas de los cuatro batallones del Tercio de los Voluntarios Realistas del partido de Alcañiz. En La Codoñera los voluntarios realistas llegaron a 86 individuos encuadrados en el arma de infantería. Su primer comandante fue Luis Bayod, subteniente de infantería en excedencia y su segundo,Ramón Martín Jaime. Otros mandos fueron: Teniente de Infantería y Capitán de Voluntarios, José Dolz. Teniente de voluntarios, Antonio Faci. Oficial de Voluntarios, Manuel Cases. Subteniente de Infantería, Pedro Gimeno. Sargento de Voluntarios, Ramón Badía.
    El malestar y los conatos de insurgencia se sucedieron uno tras otro. Cada mes los alcaldes debían informar de cualquier sospecha que pudiera alterar el orden y proporcionar los nombres de los rebeldes que había en los pueblos. El 5 de noviembre de 1829 el alcalde Pedro Lorenzo notificó que "en el pueblo no hay ninguna conspiración contra la Soberanía del Rey y aunque en él residen oficiales ilimitados, son de irreprensible conducta y manifiestan un amor exaltado al Altar y al Trono". Se restringió el uso de las armas, aunque los infractores, cuando eran realistas, gozaban de cierta impunidad. Cuando el sargento ilimitado Ramón Badía, residente en La Codoñera, fue acusado de haber participado en una intentona de sublevación en Cataluña, el capitán de Beceite, Francisco Tomás Iturgui el 2 de febrero de 1828 ordenó que fuera capturado. Los documentos del preso no llegaron a manos del secretario Joaquín Dolz hasta dos años más tarde, el 12 de mayo de 1830, el cual respondió que se encontraba detenido en las cárceles de La Codoñera y que entregaría en la subdelegación de policía el importe de una multa de 13 reales de vellón por irregularidades en su pasaporte. El 21 de diciembre el alcalde Mariano Royo respondía una vez más que, "en este pueblo no se han cometido violencias ni reuniones secretas ni correspondencias sospechosas y que el pueblo es amante del Soberano y del legítimo Gobierno y que la cosecha de grano y aceite de ese año ha sido abundante y sus precios moderados".
    El 29 de septiembre de 1833 murió Fernando VII. Cuatro días más tarde, Joaquín Díaz Porcar, comandante de la columna móvil del Bajo Aragón, ordenó la desmovilización de los batallones de voluntarios realistas, dejándoles sólo el vestuario. Hubo algunos intentos de pronunciamientos en Calatayud, Daroca, Teruel, Barbastro y Alcañiz. En esta última,  el brigadier Puértolas intrigaba con los carlistas de Calanda y Caspe, y mediante el Tintoreo y capitán de granaderos realistas de Morella, José Mestre, enlazó con su superior Carlos Victoria . El Gobernador Militar de Alcañiz, Juan José Acuavera, sospechando de la conjura, se presentó el día 6 de octubre en su casa y detuvo a los reunidos. Fracasó la tentativa de pronunciamiento del destacamento de carabineros, quedando presos el teniente de dicho cuerpo, Isidro Sánchez, el coronel Antonio Fuster "El Herrero de Mequinenza" y el cabo realista Antonio Palacio. Manuel Carnicer que también se hallaba comprometido en la intentona, avisado a tiempo, logró escapar. Acompañado de 22 hombres se dirigió por Hervés, La Pobleta y Ortells a Morella, cuyo vecindario aunque secundaba su causa, temía precipitarse y le rogó por medio de Mestre, que no entrara en la población. Carnicer se retiró por El Forcall y el día 12 se presentó en La Codoñera con ocho hombres armados, entre ellos algunos antiguos oficiales de Capapé del año 1823, abrió simbólicamente las puertas de la cárcel en nombre de Carlos V y liberó a los tres presos que allí había. El pronunciamiento de Carnicer en favor de de don Carlos causó un enorme impacto en toda la región, Joaquín Quílez se levantó con 15 hombres en Samper de Calanda el día 28. Tres semanas más tarde se rebeló enrique Montañes en Mazaleón, subteniente ilimitado y 2º comandante de un batallón realista. Estas sublevaciones estimularon el levantamiento del Maestrazgo que tendrá lugar el 13 de noviembre. Cabello,Santa Cruz y Temprado sitúa el inicio de la guerra cuando Carnicer "dio el grito de rebelión el 13 de octubre de 1833 en La Codoñera".
    Carnicer aumentó sus efectivos con los huídos de los pueblos, jornaleros y realistas y en el mes de noviembre contaba con unos 400 partidarios y el día 27 desde Fórnoles amenazaba Alcañiz. Sin embargo, los carlistas no pudieron apoderarse de las dos principales plazas del Bajo Aragón, Caspe y Alcañiz, por lo que se fueron a Morella que estaba en su poder. El 7 de diciembre las tropas del Gobierno al mando del general Horé recuperaron la ciudad, que había sido evacuada durante la noche. La columna carlista, que rondaba los 1.200 hombres, se dirigió por Zorita y Aguaviva hacia Alcañiz, entrando el día 9 en Calanda. Desde Monroyo las tropas gubernamentales del coronel Cristóbal Linares de Butrón se dirigió por Belmonte hacia Castelserás con 350 soldados de infantería y 27 de caballería. Al rayar el alba la columna liberal avanzó sobre Calanda intentando sorprender y rodear a los carlistas que la dominaban. El enfrentamiento tuvo lugar en los alrededores de la ermita de Santa Bárbara. Tras un duro combate se produjo la desvandada de los carlistas que, en pequeños grupos diseminados, trataron de evitar un segundo ataque por el lado de Foz Calanda. Los carlistas tuvieron 50 muertos y 18 prisioneros frente a un capitán, un cabo y 5 granaderos liberales muertos y otros 15 heridos. El Barón de Hervés logró huir, pero fue capturado en Manzanera y fusilado en Teruel el 27 de diciembre .
    Tras la derrota de Calanda, se presentaron a los justicias de los pueblos un elevado número de sublevados para acogerse a los indultos que se promulgaron. El 11 de diciembre el Gobernador Acuavera comunicó que en el pueblo de Torrevelilla se había presentado "uno de los dispersos de Morella llamado Cases de La Codoñera, hermano de un oficial perteneciente a la facción". El 12 el alcalde de La Codoñera fue advertido que "Ramón Martín Jayme, Tesorero de la facción de Morella se halla refugiado en esa Vº y no dudo que puede estar escondido en casa de su cuñado Ramón Secanella en alguna otra; por lo que prevengo a V. que bajo la multa de 200 ducados y formación de la causa correspondiente sin dilación a su captura," el alcalde contestó que no se hallaba en la población. El 14 se presentaron en La Codoñera cuatro individuos que pertenecían a la facción de Morella, dos de Castelserás, uno de Calanda y otro de La Codoñera para acogerse al indulto.El mismo día, el alcalde certificó que de la villa "no ha salido hasta ahora ninguna persona para unirse a los llamados carlistas". El tiempo de vigencia  del indulto era de 15 días y de él se exceptuaba a quienes ostentaran desde el grado de capitán hacia arriba.
    Las autoridades liberales vigilaron las actividades de los carlistas indultados y prendieron en sus casas de La Codoñera a José Doz y a Manuel Cases, logrando escapar un individuo apodado El Molinero (Manuel Gil). El 10 de abril de 1834, Carnicer, que había cruzado el Ebro para apoyar el levantamiento carlista en Cataluña, fue derrotado en Mayals. Entre los prisioneros se hallaron 7 vecinos de La Codoñera: Manuel Serrés que había estado con la partida del Barón de Hervés en la acción de Calanda, y Antonio Alcañiz, Pascual Velilla, Alejo Insa, Antonio Jorge y Joaquín de...? pertenecientes a la partida de Carnicer y Ramón Sancho de la partida de Quílez. Los detenidos fueron obligados a servir durante seis años en los cuerpos de militares de Ultramar, en aplicación del Real Decreto de 21 de enero de 1834 para los reicidentes "en su criminal conducta", según decía la Gaceta de Madrid del 23 de enero. El día 29 de abril en una refriega en Aguaviva, la columna móvil del coronel Manuel Mazarredo deshizo a la partida carlista de Luis Bayod de La Codoñera que fue capturado. El 5 de mayo la columna cristiana del coronel Baudillo Mallot derrotó en las proximidades de Valdealgorfa a las facciones de Carnicer,de "Malos Ajos" de Montalbán y de Ramón Martín Jayme de La Codoñera que murió en el combate. Durante todo este tiempo La Codoñera será un refugio y lugar de paso para los carlistas como conocerá en su Campaña del Maestrazgo.
    El 3 de diciembre de 1835 habían abandonado La Codoñera 35 vecinos para unirse a la facción, con una población de 1.232 habitantes. Durante toda la guerra, no menos de 56 personas pasaron por las filas carlistas, incluído un fraile, Fray IgnacioMolins, hijo de Tomasa Cases en 1835. Las represalias se extendieron a las familias de los fugados y así en la citada relación se anota que en el fuerte de Torrevelilla se hallan detenidas desde hace un mes, las mujeres de Tomás Margelí, de Gregorio Gil y de Ramón Secanella y una hija Rafael Sanz. En algunos casos, la situación llegó a ser dramática, como fue el caso de María Gavín, vecina de Alcañiz que con fecha del 8 de mayo suplicaba desde La Codoñera que se la permitiera regresar a su casa, "aunque hace seis meses fue obligada a desalojarla para que fuera en busca de su marido Antonio Ballesteros por haberse fugado a la facción. La recurrente baga por los pueblos con una criatura menor de edad implorando la palabra de Dios para mantenerse y sufriendo todas las calamidades de la estación de los tiempos..."
  
    Artíulo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 61