sábado, 12 de noviembre de 2022

LA BATALLA DE MAELLA

 




    El 1 de octubre de 1838, se produjo una de las más importantes derrotas sufridas por el ejército liberal a manos de Cabrera. Como resultado de la misma quedó destruida la división llamada el "Ramillete", y muerto su jefe, el joven y valiente brigadier Pardiñas.

   El motivo del enfrentamiento fue el saqueo por los carlistas de Bellmunt (Lleida), en la margen izquierda del Ebro, donde se apoderaron del plomo de las minas que allí se explotaban. Pardiñas trató de impedir su traslado hacia el territorio carlista del Maestrazgo, pero los espías de Cabrera le avisaron que la división de Pardiñas se encontraba en Calaceite. El jefe carlista llegó a Cretas el 29 de septiembre, dispuesto a caer sobre el enemigo; pero éste había marchado a Maella.

    Cabrera continuó hasta Valdealgorfa, donde el día 30 reunió a sus tropas. La llegada de un espía confirmó la noticia de que Pardiñas permanecía en Maella con 5.000 infantes y 300 caballos. Durante la cena, Cabrera vaticinó, ante sus ayudantes y jefes la derrota del "Ramillete" y la muerte de uno de los presentes, así como el general cristiano. Al anochecer, formaron los soldados, que tras ser arengados por Cabrera, marcharon en silencio absoluto hasta la Val de Gil, cerca de Maella, donde acamparon a las 4 de la mañana. El terreno donde se desarrolló el combate se sitúa en una zona de olivares entre las alineaciones montañosas que enmarcan la Val de Gil, a ambos lados del camino de Valdealgorfa.

    Apenas amaneció, Cabrera reconoció el campo y la dirección de Pardiñas. Luego distribuyó las guerrillas , formó sobre su izquierda los batallones 1º y 2º de Mora. En el centro, la caballería, por el único terreno en el que podía maniobrar, con el 4º escuadrón de Tortosa (coronel Pedro Beltrán "Peret del Riu"), un escuadrón del 1º de Aragón (capitán Juan Manuel Pericón), dos del 3º de Lanceros de Aragón (coronel Miguel Lordán) y el escuadrón de Ordenanzas, que era empleado como fuerza de choque. A la derecha, el 1er batallón de Tortosa y Guías de Aragón (capitán Joaquín Bosque). En reserva, el 2º de Tortosa (Manuel Salvador). En total 3.500 infantes y 500 caballos.

    La división de Pardiñas constaba de tres batallones del Regimiento de Córdoba, dos batallones de África y como caballería, dos escuadrones del Rey (1º de línea) y uno del 6º ligeros con un total de 5.000 infantes y 300 caballos. A ellos se añadirían los francos de Gandesa.

   La división liberal salió de Maella a las 6 horas y 30 minutos de la mañana por el camino de Alcañiz. A una hora de marcha, se avistaron las fuerzas carlistas en posición dominante sobre el llano y sus escuadrones en la vaguada por la que debían pasar. Pardiñas destacó al brigadier Cayetano Urbina para que con dos batallones de Córdoba ocupara la altura situada a su izquierda y rodeara la derecha carlista. En el extremo derecho de su formación, situó el 3º batallón de Córdoba para que tomara la altura derecha y envolviera a los batallones de Mora. Por el contrario atacaría el mismo, al frente de la caballería con los batallones de África, hacia una posición que le sirviera para apoyar el ataque por su lado izquierdo.

    La acometida de Urbina arrolló los batallones 1º de Tortosa y Guías de Aragón, de la derecha carlista, que cedieron terreno con la caballería de Tiradores de Aragón que les apoyaba. El combate se prolongó sin definirse el resultado, hasta que Cabrera fue herido en el brazo izquierdo. Temeroso de la mala impresión que su herida causaría en sus hombres, cargó contra los cristianos seguido de sus ayudantes y 15 caballos de su escolta que enardecieron los ánimos de sus tropas y sorprendieron a sus adversarios. El brigadier Urbina fue herido en la pierna derecha y fue evacuado del campo de batalla. Los carlistas del coronel Francisco García rodearon a los soldados adelantados que en su avance habían dejado el flanco descubierto. Los dos batallones de Córdoba acabarían por rendirse.

   Mientras tenía lugar esta lucha, el ataque cristiano sobre el ala izquierda carlista empujó a los batallones de Mora a retirarse en desorden. La caballería de Tortosa contratacó, pero fue rechazada por una carga del 1º de línea. Pie a tierra pidieron cuartel, pero 40 jinetes y los soldados de Mora rendidos, fueron acuchillados al grito de "Hoy no hay cuartel". Los soldados retrocedieron hasta el camino de Valdealgorfa, variando la disposición del frente que antes miraba hacia Maella y ahora daba la vista a una pequeña altura entre un corral de ganado y una casa de campo por el que avanzaba la caballería cristiana y un batallón de Córdoba en su intento por rodear a los carlistas. Los liberales fueron alargando la línea, estimulados por su general, impaciente por lograr el triunfo. Cabrera, advirtió del peligro, envió a la carrera, al comandante Salvador Palacios con 4 compañías del 2º de Tortosa de la reserva, y se presentó en el lugar donde arengó a los soldados a quienes dijo: "¿qué es esto, cobardes?, ¿Me abandonáis ahora que es nuestra la victoria, cuando ya tenemos 1.000 prisioneros y me veis pelear con este brazo ensangrentado?. "No, mi general, allá vamos todos. Viva Cabrera". Pedro Beltrán con los Lanceros de Tortosa siguió el movimiento de Palacios y cargó de frente al enemigo con dos compañías que marchaban a la bayoneta. El combate se generalizó en aquel flanco, y Cabrera poniéndose una vez más al frente, los animó a desalojar al enemigo de sus posiciones. Pardiñas ordenó retirar la línea por escalones en dirección al camino de Caspe. El repliegue duró cerca de una hora hasta llegar al extremo de un colina escarpada que desciende sobre la parte  ancha del valle en que se hallaba la caballería cristiana. Las dificultades del terreno desordenaron las unidades e impidió que formaran el cuadro contra la caballería carlista. Pardiñas acompañado de su E.M. y la mitad de los jinetes del 6º ligero, acudió para infundir valor a sus hombres. El escuadrón cargó contra la caballería enemiga pero fue rechazada por 4 escuadrones carlistas y otro que le cerraba el paso por lado derecho y le obligó a retroceder. El general fue herido y su caballo muerto, rodeado por la caballería carlista de Narciso Alegre. La caballería de 1º en línea, que acudió en su ayuda, fue barrida sin tiempo de desplegar. Pie a tierra, el general se defendió con la carabina de un granadero y luego con su sable hasta que murió por los sablazos de los jinetes. Los carlistas cargaron de nuevo y mezclándose con los escuadrones cristianos dividieron a su infantería. Al mismo tiempo, los batallones de Mora rodeaban a los liberales por su izquierda. Un batallón de África que intentó cubrir el hueco fue destrozado. La muerte de Pardiñas terminó de dispersar la división y los soldados empezaron a deponer las armas.

    Tras seis horas de combate, los cristianos dejaron cerca de un millar de muertos y 2.115 prisioneros. Fueron capturados un comisario de guerra, un ayudante del general y numerosos jefes y oficiales.

    El brigadier Pascual Álvarez y el jefe de Estado Mayor, Anselmo Blaser y San Martín, reagruparon a los supervivientes y se retiraron hacia Caspe donde llegaron a las 4 de la tarde, unos 1.300 hombres, la mayoría sin armas, de los cuales sólo 20 eran oficiales, 157 eran jinetes (70 del 6º de ligeros). En días sucesivos, llegaron a Alcañiz cerca de 1.200 hombres, en su mayor parte del regimiento de África. El brigadier Urbina, en carta dirigida al general en jefe del  Ejército del Centro el día 8, relató los pormenores de la batalla que fue reproducida por prensa liberal del día 11. El cuerpo de Pardiñas fue rescatado al día siguiente por los milicianos de Caspe y trasladado al convento de San Agustín de esa ciudad, donde fue inhumado con todos los honores. Fue el único general isabelino que murió al frente de sus soldados en la primera guerra carlista. Sus sucesores recibieron el título de marqués de Casa-Pardiñas por la reina regente María Cristina, en nombre de su hijo el rey Alfonso XIII, el 3 de julio de 1890. No hubo supervivientes de los escuadrones del Rey (1º de línea), 50 jinetes capturados fueron acuchillados por un escuadrón de caballería a media legua de Maella por no haber dado cuartel a los carlistas rendidos al principio del combate. Otros 40 heridos que estaban en el convento de San Francisco de la villa fueron fusilados por orden de Cabrera.

   Los carlistas tuvieron 52 muertos, entre ellos el coronel  de E.M. Antonio Arias, 5 oficiales, 192 heridos, 15 contusos, 24 caballos muertos y 71 heridos. En fechas posteriores, como resultado de sus heridas fallecieron el coronel Miguel Lordan del 3º de Lanceros de Aragón y el teniente coronel Joaquín Andreu "Rufo" (herido por Pardiñas, de un balazo que le rompió el brazo izquierdo). Cabrera regresó a Valdealgorfa y luego marchó a Castelserás e Híjar.


    Consecuencias

    Tras la victoria de Maella y hasta la firma del Convenio de Vergara en agosto de 1839, los carlistas serían los dueños absolutos del Bajo Aragón. Caspe quedó bloqueada por los carlistas hasta que pudo ser socorrida. Marcelino Oraa, jefe del Ejército del Centro, fue sustituido por el general Antonio Van Halen, quien en una orden del 19 de octubre suspendió de empleo a los jefes, oficiales y sargentos de los batallones de África, Córdoba y del 6º ligero de caballería, a quienes responsabilizó de la indisciplina de las tropas. Todos los mandos pasaron a la plaza de Jaca para la causa competente aunque el resultado del juicio no se produjo en sanciones. Los prisioneros cristianos fueron conducidos a un convento del Orcajo por el coronel Solanich. Los prisioneros que no podían seguir las filas por el cansancio o por enfermedad eran fusilados de inmediato. Sus penalidades serían terribles, mal alimentados y enfermos, padecieron una elevada mortalidad en los días siguientes, 29 de ellos fueron fusilados el 17 de octubre. El 20 de octubre había 2.131 soldados de la clase de tropa prisioneros en el depósito de Orcajo. La espiral de represalias por ambos bandos que seguirá a estos sucesos, regará de sangre los meses siguientes.




        Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 95