domingo, 12 de julio de 2020

LA CAÍDA DEL FUERTE DE TORREVELILLA EN 1837





     En 1837 Torrevelilla era una pequeña población de unas 500 almas. Por su singular emplazamiento era un importante punto de comunicación entre Castelserás y La Ginebrosa, a 2,5 leguas de Alcañiz. Desde principios del verano se había visto continuamente amenazada por los carlistas, por lo que había sido regularmente fortificada. Contaba con una pequeña guarnición de milicianos nacionales y soldados del provincial de Burgos. Junto con Calanda, Alcorisa, Caspe y Maella, formaba parte de la línea de fuertes que protegían Alcañiz.
    El 27 de agosto, el gobernador de Alcañiz, Martín Lucas, tras una de sus continuas salidas, escribió que no había podido ver al centenar de soldados carlistas y 20 jinetes de la partida de Quílez que se suponía merodeaba entre Valjunquera y La Fresneda, por lo que marchó a Valdealgorfa y al hallarlos, se dirigió por La Codoñera hasta las cercanías de Torrevelilla donde encontró acampada la facción, forzándola a abandonar sus posiciones hasta más hallá de La Cañada de Verich.
    El 8 de septiembre, el destacamento de Torrevelilla pidió que se le mandara un oficial albañil, 4 braceros y dos caballerías mayores a los pueblos próximos1. Su guarnición era de unos 300 hombres, a tenor del número de raciones que demandaba su comandante de armas. A las 10 de la noche del día 10, el gobernador de Alcañiz salió de la plaza al mando de una columna de 200 infantes, 20 jinetes y las partidas de Velillas y Terrer en socorro del  fuerte deTorrevelilla, amenazada desde hacía unos días por la partida carlista de Juan Bautista Pellicer2. En ese mismo día, Gandesa volvía a estar bloqueada con falta de alimentos. En su auxilio debieron ir fuerzas de Cataluña, ante la lejanía de las fuerzas del Ejército del centro.
    El 23 los batallones carlistas, 1º de Mora y 5º de Aragón, cortaban los accesos a Torrevelilla. El 25 los sitiados comunicaron a Alcañiz la apurada situación en que se hallaba el fuerte. El bloqueo fue roto el día 29 por la llegada de una columna3 de Alcañiz al mando del coronel Martín Lucas Arcaine, con 500 hombres de las guarniciones de Caspe, Samper y Calanda, 20 jinetes del 4º y 6º ligero de los movilizados de Caspe y 4 habilitados recientemente de la compañía de cazadores. Según el comunicado liberal, dos batallones carlistas fueron derrotados y perseguidos hasta lo alto de la sierra de La Ginebrosa. La guarnición de la plaza salió para colaborar en la rotura del cerco. Por la tarde, la columna entró en Torrevelilla con el convoy de víveres y municiones. Las obras y atrincheramientos situados a 300 pasos de las fortificaciones liberales fueron destruídas.
    En su informe, el coronel Martín Lucas dijo que,: "Hubiera hecho más si los partes recibidos y otos antecedentes no me hubiese enterado que era natural reforzarse el enemigo con 1.500 hombres que tenía en Castellote, los cuales efectivamente vinieron a recaer en Codoñera, pueblo situado a retaguardia, cuatro horas después de retirarme el día de ayer". Las pérdidas liberales fueron: 4 muertos del 3er batallón de San Frenando y otro del Provincial de Burgos,1 oficial y 10 soldados fueron heridos  y otros 9 contusos de bala de fusil del mismo San Fernando.
    Otros heridos fueron: 8 del provincial de Burgos, 1 sargento y 3 soldados de la 2ª compañía de Teruel, 1 sargento del regimiento del rey y 4 de la guarnición de Torrevelilla. Las pérdidas del enemigo fueron 40 hombres. El brigadier Llagostera fue conducido a Valderrobres en una camilla, herido de un brazo y de la cabeza. El informe del coronel menciona las actuaciones más destacadas: el mayor del 3 batallón de San Fernando, barón Purgote de L´Ourenhart ( Carlos), encargado de los movimientos de la reserva, el capitán del mismo cuerpo, Fernando Bontoller, que haciendo funciones de Estado Mayor recibió 4 balazos, el subteniente del provincial de Burgos, Gregorio Salinas, de guarnición de Torrevelilla, y especialmente el teniente, Félix GascónJové, que contuvo a una compañía enemiga que había cargado a la bayoneta contra la guerrilla liberal y que falleció de sus graves heridas. Apenas cuatro horas después, los carlistas se presentaron en La Codoñera amenazando la retaguardia liberal. Los carlistas conservaron sus posiciones alrededor de Torrevelilla al mando de Pellicer.
    Cabrera fue avisado en Cantavieja  del desenlace del combate el día 30 por el ayudante de Llagostera. Enseguida partió hacia Torrevelilla, con él llevaba los dos batallones tortosinos, un cañón de a ocho y 2 morteretes de siete pulgadas. El 3 de octubre estaba en Torrevelilla y enseguida construyó una batería. Antes de abrir fuego, conminó a los sitiados a rendirse. Estos se negaron, al haber recibido un refuerzo de 1.800 hombres de Caspe y Alcañiz. Según el Boletín de Cantavieja nº 73, "Al anochecer colocados los morteretes en batería , por vía de prueba dispararon tres tiros, cuya última granada cayó y reventó dentro de la plaza. Avisado el jefe carlista, a la una de la noche de que la guarnición se fugaba y que la guardia inmediata iba a su alcance, mandó a la compañía de cazadores de Mora y algunos granaderos que siguiesen la misma dirección". En la persecución se hicieron 14 prisioneros. En los almacenes de Torrevelilla se recogieron 70 fusiles, municiones, depósitos de trigo y cebada y 3.000 raciones de galleta.
    El comandante de armas de Torrevelilla dirigió el 5 de octubre desde Calanda, al gobernador militar de Alcañiz, Marín Lucas, un oficio en que exponía los motivos del abandono del fuerte de Torrevellla. Según éste, el día 1 el cabecilla Pellicer le conminó a la rendición y en la mañana del 3 Cabrera le ofreció una capitulación honrosa y garantías si rendía el fuerte, advirtiéndole que tenía todas su baterías dispuestas para reducirlo a cenizas. A dicha proposición, contestó que  "sus ofrecimientos eran contrarios a los sentimientos de mi corazón y deberes de mi patria". A las 10 h 30 minutos de la mañana, se estrechó el cerco con varias columnas  que sumaban 2.000 hombres y 100 jinetes. A las 4 de la tarde, se vio desfilar la artillería por el camino de La Cañada y a la media hora, empezó el fuego desde la altura del Collet. El ayuntamiento planteó que era llegado el caso de abandonar el pueblo visto que las fuerzas enemigas eran de consideración y que aunque habían resistido por espacio de 2 meses y 24 días, no podían oponerse a la artillería. Además, el espíritu de la tropa había decaído y los soldados estaban decididos a marcharse con la milicia nacional. Al razonamiento de que había que aguardar auxilios de algunas columnas, se objetó que en el largo sitio que habían tenido, sus clamores no habían sido oídos. El desaliento de la guarnición había aumentado desde la venida de la columna de Alcañiz, que les había incomodado haciéndoles creer que las tropas estaban muy lejos para prestar auxilio y que la guarnición no sería reforzada. El oficial comandante de la fuerza de Burgos advirtió del desánimo al avisar la artillería, por lo que opinaba que debían saltar la muralla e irse a Alcañiz. Además, se consideraban engañados cuando se les dijo que los facciosos no traían artillería y que todo era un montaje. El comandante de armas trató de animarlos en la muralla con resultado negativo y recibir algunos insultos hacia su persona. Se oyeron comentarios acerca de algunos nacionales principales se había ido a Alcañiz, abandonando el pueblo y que otro se había pasado durante la noche anterior a los facciosos y les había contado el estado en que se hallaba la población, comentario oído desde las baterías de los enemigos.
    El comandante de armas expuso que ese desagradable suceso era peor que el ocurrido el día en que el coronel estuvo la última vez en Torrevelilla. La posición del Ayuntamiento y de los oficiales nacionales era de sublevación general. Para cortar estos males, determinó y mandó abrir un boquete en la muralla. A las 11 de la noche los soldados salieron a la bayoneta sobre el enemigo para abrirse paso hacia Calanda. Los facciosos, seguramente prevenidos  por 4 soldados de Burgos que se pasaron en aquel momento, los arrollaron con sus caballos a los pocos momentos de haber emprendido la marcha: fue imposible contener el desorden de la tropa que se vio acorralada por todas partes. La columna se organizó en tres grupos. El comandante de armas fue con el último grupo. El alférez Salinas fue el primero en llegar a las 11 horas 30 minutos y dos horas más tarde lo hizo el último grupo. En total llegaron a Calanda 28 nacionales, 85 soldados del provincial de Burgos y 24 del provincial de León. hubo 10 soldados muertos o prisioneros. las pocas municiones que quedaron en Torrevelilla fueron inutilizadas y sólo se dejó un cajón por si había que volver a la plaza.
   También se habían salvado algunas familias de Torrevelilla. La fecha en que tuvo lugar la marcha nocturna fue dos días después de la luna nueva, por lo que la oscuridad debió favorecer la huida.
   La noticia de que el fuerte de Torrevelilla se había visto obligado a entregarse a los carlistas no fue conocida a través de la prensa liberal hasta el 21 de octubre. El 4 de octubre, el fuerte de Calanda fue atacado por 4.000 carlistas con 3 piezas de artillería al mando de Cabrera. En los días siguientes, hizo un reconocimiento en Castelserás y mandó demoler las fortificaciones de Torrevelilla. El día 8 marchó por Belmonte, Cretas, Bot y Cherta hacia Tortosa  donde llegó el día 10.

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1- A.H.M.V. Guerras carlistas, 8 de septiembre de 1837.
2- El Eco del Comercio, 17  septiembre de 1837.
3- El Eco del Comercio, 5 de octubre de 1837.


     Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 67

domingo, 5 de julio de 2020

EL SORPRENDENTE REBROTE DE GRIPE EN 1920 EN LA CODOÑERA





      Primer brote, de marzo a julio de 1918:
    Este período coincide con el final de la 1ª Guerra Mundial. Se extendió rápidamente entre los contendientes, pasó las fronteras y afectó principalmente a las grandes ciudades.

     Segundo brote.
    Desde septiembre a diciembre de 1918. A primeros de septiembre, coincidiendo con el anuncio del próximo armisticio, empezaron a volver miles de migrantes que trabajaban por la causa aliada. Su retorno se hizo en condiciones deplorables, en su mayor parte mal alimentados y muchos enfermos. Se calcula que cerca de 40.000 obreros pasaron la frontera de Porbou en apenas 60 días y otros tantos por la de Irún. A esta vuelta se sumó el retorno de quienes habían participado en la vendimia francesa. Su entrada se hizo sin medida de control sanitario. Afectó tanto a las ciudades como a pequeños municipios del mundo rural, fue la causante del mayor número de víctimas a nivel mundial. En La Codoñera, la pandemia no fue tan letal como en la vecina Belmonte; fallecieron 8 personas entre los días 9 y 29 de octubre. Por el contrario, en el rebrote de 1920 morirán 18 personas.

    Tercer brote.
    De febrero a junio de 1919. No afectó a La Codoñera.

    Cuarto brote
    En el primer trimestre de1920.
    En una crónica mandada desde Alcañiz y publicada en el período La Vanguardia del 31 de enero leemos: ·"verdaderamente tiempo primaveral es el tiempo que hace a pesar de de estar en el mes que los fríos son fuertes; pues tan apenas amanece un día que haya escarcha, la recolección de la oliva está bastante adelantada." El día 9 de febrero reinó un frío intenso con vientos heladores del noroeste, pero el 12 volvió a ser primaveral alternando en las jornadas siguientes con cielos cubiertos. El día 17 la presión disminuyó y fue seguida de una bajada térmica acompañada de fuertes vientos y aguaceros, que el día 20 ocasionaron inundaciones en todo el litoral desde Castellón hasta el mediodía francés. Luego, el tiempo se mantuvo variable, con intervalos cubiertos y ligeras precipitaciones hasta el día 28 en hallamos la anotación de "sol ardiente y y temple más que primaveral de pleno estío". El tiempo primaveral se mantuvo hasta el 7 de marzo en que retomaron los temporales de lluvias, los fríos y las nevadas.
   Estos cambios bruscos de tiempo causaron numerosos catarros y facilitaron la expansión de la gripe por todo el territorio peninsular. Este episodio afectó a muchos niños menores de un año, carentes de inmunidad contra el virus de 1918.
   El número de afectados aumentó de forma alarmante el 26 de enero en Zaragoza, pueblos cercanos y Levante. En La Codoñera, el nuevo brote comenzó a finales de enero y tuvo su punto álgido durante el mes de febrero; en total murieron 18 personas. La primera baja fue el 7 de febrero cuando falleció una niña de 8 meses de edad por bronconeumonía. A esta, seguirán otras 17 hasta la última ocurrida el 29 de febrero. Los momentos álgidos ocurrieron los días 21 y 24 con tres fallecidos diarios.
   Todas las muertes se produjeron por complicaciones respiratorias ( 14 bronconeumonías ) y neurológicas ( 5 encefalitis ). Murieron 7 menores de 1 año de edad. Por sexos: 6 fueron mujeres y 12 hombres, sobre una población de 1.120 personas entre el 10 de febrero y el 8 de marzo ( 5 hombres y 3 mujeres ).

   Tradición oral en La Codoñera.
    La tradición oral conservó durante decenios el recuerdo de esta epidemia en La Codoñera. El abuelo de los autores de este trabajo, fue licenciado del Servicio Militar el 16 de febrero de 1920 en Barcelona y de inmediato emprendió el camino de regreso a su pueblo. Siempre recordó la impresión que le causó el triste tañido de las campanas al vuelo tocando a difuntos y las dificultades que encontró para entrar a su pueblo natal después de cuatro años de ausencia. Se le indicó que venía de un lugar contaminado y que podía ser portador de la enfermedad.
   Igual fortuna tuvieron las mujeres que volvían al finalizar sus trabajos de servir o de amas de cría en casas pudientes de la capital catalana. A unos dos kilómetros del pueblo, en los corrales de la partida de Las Balsas, se estableció el lugar de la cuarentena para quienes llegaban. A este lugar, cada día acudía la misma persona para llevar la comida. Junto al lavadero municipal, se construyó otro más pequeño para lavar ropa de los enfermos. La Junta de Sanidad mandó que se limpiaran y ventilaran las casas con vapores sulfóricos y lavados con lejía. Los fallecidos eran enterrados rápidamente sin ningún ceremonial. Si la muerte ocurría al atardecer, el cuerpo se transportaba sin ataúd, sobre un escaño a un carro y por las afueras del pueblo se dejaba en el cementerio para su sepultura al día siguiente. También corrió el rumor de algunos dudosos fallecidos en el momento de ser sepultados. Los muertos eran enterrados en una zanja y cubiertos con una capa de cal. Finalizada la epidemia, como en la calle de la Iglesia no hubo ninguna muerte, los vecinos acordaron construir una hornacina y poner la imagen de San Roque.

     Los Facultativos.
    Emilio Tello Muro fue el médico titular de La Codoñera entre 1907 y 1930, con residencia en la calle del Pilar 11. El farmacéutico, que preparaba las recetas fue Miguel Minguez Molins, nacido en 1891 en La Codoñera y que vivía en la calle Mayor 21. Estudió farmacia en la Universidad de Madrid durante los años de 1911 a 1916. Empezó a ejercer sus funciones en La Codoñera en el mes de enero de 1919 y trabajó aquí hasta el 31 de diciembre de 1925 en que se trasladó a Torrevelilla.

    Tratamiento.
    A lo largo de los 3 brotes epidémicos de la gripe de 1918, se consideraron muchas hipótesis sobre su etiología. Al no poder definir la causa de la enfermedad, se generalizó la opinión de que no se podía disponer de un medicamento específico contra ella, como reconoció la Real Academia de Medicina .
Se utilizaron antipiréticos, sudoríficos, tónicos, excitantes, baños purgantes, desinfectantes, sueros, aireación sana, dieta sana e incluso la sangría, adoptando cada médico su propia combinación terapéutica.
   En la sesión de la Real Academia Nacional de Medicina del 1 de julio de 1918, Baltasar Hernández Briz señaló que el tratamiento de la gripe debía consistir en la combinación de los"baños generales, la salipirina y la quinina como tónico; y todo esto precedido de un purgante, bien de aceite de ricino o bien los calomelanos". Entonces no existía la Penicilina para poder tratar las complicaciones posteriores: la gripe provocaba una disminución de la inmunidad y por lo tanto un empeoramiento de otras infecciones preexistentes que presentaba el paciente, que junto con las malas condiciones higiénicas existentes en aquella época, conducía a la aparición de infecciones mixtas difíciles de tratar que pudieran llevarlo a la muerte. Todo se solucionaba con la administración de analgésicos, antitérmicos, expectorantes, laxantes, estimulantes y sedantes, ya sea solos o en distintas combinaciones como jarabes, pociones y algunas fórmulas magistrales preparadas en la farmacia.
    El doctor Tello poseía su propia combinación terapéutica para el tratamiento de los enfermos, la cual mantuvo de forma casi constante, tanto en el inicio de la enfermedad como en sus complicaciones. Hemos podido recuperar un número importante de recetas conservadas en la antigua farmacia del farmacéutico Miguel Mínguez, 58 corresponden al mes de enero, en su mayor parte referidas a tratamientos tópicos y 143 del mes de febrero, cuando la gripe se manifestó con mayor fuerza. Su terapia se basó en la combinación de tres tipos de medicamentos: expectorantes, laxantes y antitérmicos. En cuanto al expectorante cabe señalar que, aunque iniciaba el tratamiento con un solo jarabe, habitualmente prescribía al mismo tiempo 2 o 3 de ellos que se administraban de forma alterna. Sobre los laxantes también hemos podido observar que con  frecuencia los cambiaba como en cada receta sucesiva. Son pocas aquella en las que prescribió sedantes, estimulantes o algún otro tipo de fármacos.
    los medicamentos empleados por Tello, según  su función terapéutica fueron:
   - Analgésicos - antitérmicos: Aspirina, Antipirina, Fenacetina.
   - Expectorantes: Jarabe de Madariaga, Jarabe de Tolú, Jarabe de codeína, Licor de brea, Sales de Nailui.
   - Laxantes: Aceite de ricino, Limonada purgante de citrato de maganesio, Magnesia efervescente, Calo menalos, Antimonio diaforético.
   - Sedantes: Bromuro de potásico, éter sulfórico y jarabe de azahar; Veronal en sellos, Jarbe amoniacal.
   - Estimulantes: Cafeína, Kermes minera, Cloruro de cocaína.
   - Antisépticos: Agua sublimada, Nitrato de Plata, Tintura de todo.
   - Alcalinos: Bicarbonato de sosa.
   - Tratamientos tópicos: Vaselina boricada, Glicerina fenicada, Vaselina bromada, Pomada de brea.
   Durante el mes de enero predominan los tratamientos tópicos que aparecen en 18 recetas (23,9 % del total de medicamentos prescritos). Le siguen los antitérmicos - analgésicos  en 13 recetas (14,13%) y los expectorantes en igual número y proporción. Si bien encontramos, la prescripción de antitérmicos, expectorantes y laxantes, en general son prescritos como medicamentos únicos durante la primera quincena del mes de enero. Después, empezó a probar combinaciones, en general un antitérmico con un laxante o con un expectorante; lo cual nos hace pensar en los inicios del nuevo brote gripal que realmente se pondrá de manifiesto a lo largo del mes de febrero. Los días de febrero con mayor número de recetas fueron el 6 (24), el 10 (18), el 11 (17), el 12 (23) y el 14 (9).
   Comparando los porcentajes de las prescripciones de estos dos meses, podemos apreciar una clara diferencia en los tratamientos y el claro predominio de los medicamentos utilizados para la gripe en el mes de febrero.

    Comparativa enero-febrero
    -Analgésicos-antitermicos:
    14,13 %- 19,87 %
    - Expectantes: 14,13 % - 36, 64 %
    - Laxantes: 10, 86 % - 23, 6 %
    - Estimulantes: 7,6 % - 3,1 %
    - Sedantes: 4,34 % - 5,59 %.
    - Antisépticos: 7,6 % - 5, 59 %
    - Alcalinos: 5,43 % - 0, 62 %
    - Tratamientos tópicos: 23,9 % - 3,72 %
      Otros medicamentos: 10, 86 % - 1,24 %

    El número de medicamentos en cada receta varía de 1 a 3. como se han conservado varias del mismo paciente, es posible seguir la evolución del tratamiento en días sucesivos. A  modo de ejemplo ver el caso de un enfermo del que disponemos de cuatro recetas:
   - Día 6: Aspirina en sellos, Jarabe de Tolú y codeína alternos.
   - Día 9: Lauterina con calomelanos.
   - Día  14 Jarabe de Tolú y jarabe de codeína alternos.


      Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura número 66