domingo, 23 de junio de 2013

BREVE HISTORIA DE UN FORROLL

   Cuando en el año 1579 se terminó la construcción de las llamadas Casas de la Cofradía, se pretendía que la magneficiencia de la edificación reflejara el poder del Concejo tras liberarse parcialmente de la Orden de Calatrava. Con la Concordia del año 1624, La Codoñera pasó a ejercer su jurisdicción sobre las causas sumarias inferiores a las 20 libras jaquesas, poder que se iría incrementando en las sucesivas concordias que pactaría con la ciudad de Alcañiz, como barrio dependiente de ella. Finalmente, la concesión del título de Villa en 1776 le permitió poner "horca y picota y las demás insignias de jurisdicción que suelen y acostumbran poner las otras villas que usan y tienen jurisdicción por si y sobre si". Con este motivo, debió modificarse la distribución original de las dependencias del antiguo edificio concejil. En la parte posterior de la planta baja, se habilitaría el espacio necesario para el calabozo y la cárcel. Estos servicios se emplazaron en el lugar que ocupaban las primitivas escaleras y las antiguas caballerizas, que en la actualidad son utilizadas como bar y como escenario del teatro. Estos locales solían ser poco higiénicos, estando muy mal ventilados, se cerraban con una gruesa cerradura o forroll. Entre quienes estuvieron encerrados tras sus rejas    tenemos las figuras de Pedro Sanz y de Miguel Insa, que estuvieron presos por orden del alcalde José Faci, desde el 3 de marzo al 5 de mayo de 1783, siendo absueltos de la causa criminal ejercida contra ellos según sentencia dada en Zaragoza el 27 de enero de 1786 que condenó al alcalde y escibano a abonarles 6 reales de vellón por el tiempo en que estuvieron presos y al pago de las costas procesales que ascendieron a 957 reales de vellón con 12 maravedíes de vellón. El escribano Francisco Alcober, poco después, sería arrestado en el Ayuntamiento y condenado posteriormente, por las irregularidades cometidas en el ejerccio de su cargo.
Bajo el reinado de Fernando VII, las cárceles fueron empleadas como lugares de detención de los opositores políticos. El sargento ilimitado Ramón Badía, residente en La Codoñera, fue acusado de haber participado en una intentona de sublevación en Cataluña. El capitán de Beceite, Francisco Tomás Iturqui dictó la correspondiente orden de captura el 2 de febrero 1828. En mayo de 1830 se encontraba detenido en las cárceles de La Codoñera.
El hecho más significativo relacionado con la cárcel de La Codoñera tuvo lugar tras la muerte de Fernando VII, ocurrida el 29 de septiembre de 1833.
En el mes de octubre se fraguaron intentos de pronunciamientos carlistas en Calatayud, Daroca, Teruel, Barbastro y Alcañiz. En esta última, el brigadier Puértolas intrigaba con los carlistas de Calanda, Caspe y Morella. El gobernador militar de Alcañiz, Juan José Acuavera, sospechando la conjura que se tramaba en casa de Puértolas, se presentó el día 6 de octubre en su casa y detuvo a los reunidos. Manuel Carnicer que tambien se hallaba comprometido en la intentona, avisado a tiempo, logró escapar. Acompañado de 22 hombres se dirigió a Morella, cuyo vecindario, aunque secundaba su causa, temía precipitarse y le rogó que no entrara en la población. Carnicer se retiró por el Forcall y el día 12 de octubre se presentó en La Codoñera con ocho hombres armados. Entró en el Ayuntamiento y abrió las puertas de la cárcel en nombre de Carlos V liberando a los tres presos que allí había. El pronunciamiento de Carnicer en favor de don Carlos causó un enorme impacto en toda la región y estimuló al levantamiento del Maestrzgo, el 13 de noviembre. Los historiadores del siglo XIX situaron el inicio de la guerra civil en Aragón en el momento en que Carnicer "dio el grito de rebelión el 12 de octubre de 1833 en La Codoñera". Aunque este primer intento de sublevación fracasó, poco después triunfuría de la mano de Ramón Cabrera, cuya presencia esterá muy ligada a la historia de La Codoñera, y en cuyas filas participarían como voluntarios cerca de 50 vecinos.
El Real decreto del 30 de noviembre de 1834 que creó las provincias y los partidos judiciales, situó en cada pueblo de primera instancia un juzgado con la correspondiente cárcel del partido. Estas disposiciones mermaron considerablemente el papel de las cárceles municipales y condujeron a la desaparición de la mayor parte de ellas por su falta de condiciones higiénicas. Los Juzgados Municipales, creados por la Ley Orgánica del Poder Judicial del 15 de septiembre de 1870, redujeron su papel a los actos de reconciliación entre vecinos, y los juicios verbales o de faltas cuya cuantía fuera inferior a las 500 pesetas con la imposición de penas de pocos días de privación de libertad.
En 1939, al término de la Guerra Civil, los calabozos recuperaron durante unos meses su papel represor con todos aquellos que regresaban al pueblo, a la espera de que la situación fuera resuelta según las normas dictadas por las nuevas autoridades.
Cuando a mediados de la década de los años setenta se procedió a remodelar el Ayuntamiento desapareciendon los recintos de la cárcel y la mazmorra. De todo este oscuro pasado sólo se ha conservado la puerta de la antigua cárcel y el enorme forroll que cerraba la puerta. Ahora en su nuevo destino cierra el perímetro de un huerto de la Vall.



   Artículo publicado en el programa de las fiestas patronales de San Cosme y San Damián en septiembre de  2011.

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