martes, 11 de octubre de 2022

LOS ESCUDOS DE LA CODOÑERA

 



    Hasta la obtención del título de villazgo en 1776, La Codoñera fue un barrio de la ciudad de Alcañiz. Hasta esa fecha, el lugar debió usar armas de Alcañiz, aunque es posible que tuviera algún signo de identidad del lugar. En el año 1676, el Visitador de la Orden de Calatrava mandó que en las casas del ayuntamiento se pusieran las armas del lugar y las de la Orden de Calatrava, labradas en piedra, con una corona como remate. Desconocemos si llegó a cumplirse el mandato, sin embargo, aproximadamente por esas fechas, cuando se construyó la portalada de la iglesia, se colocó un membrillero o codoñero ( Cydonia oblonga) esculpido con sus frutos.

    El día 21 de mayo de 1776, Carlos III declaró Villa a La Codoñera y la segregó de la jurisdicción de Alcañiz. En la Carta Puebla de concesión del villazgo, podemos ver una preciosa lámina con las armas de la nueva villa, un escudo con campo de plata y un membrillero de su color natural con sus frutos y la corona real.

    El visitador eclesiástico Mover describió nuestro escudo como simbología parlante constituido por un membrillero verde dentro de una cartela blanca. El timbre que le corresponde es la corona real abierta de oro con perlas blancas y zafiros verdes y rojos, como antiguo dominio calatravo sujeto a la monarquía española. En heráldica, los árboles representan la lealtad y felicidad. En la Grecia Clásica el membrillo estaba consagrado a la diosa Afrodita y era considerado símbolo de amor y fecundidad. El escultor Jayme Martín fue encargado por el ayuntamiento para que hiciera "las hechuras de las Armas de la Villa" en un escudo tallado en piedra de estilo barroco.

    A finales del siglo XVIII, cuando se construyó la capilla de Ntra. Sra. de Loreto, en el techo de la puerta de acceso, se pintó el escudo de La Codoñera.

    Desde 1868, las armas de España como Estado dejaron estar asociadas a las de la dinastía reinante, sin perjuicio de emplear elementos básicos de ésta como era el cuartelado con los blasones de Castilla, León, Aragón y Navarra.

    En la calle de la Iglesia se encuentra encastrada en la pared una piedra que parece tener el esculpido el escudo borbónico. Pudiera haber pertenecido al antiguo pósito de La Codoñera, citado por primera vez en 1754, cuando Fernando VI mandó que todos los pueblos tuvieran uno, como reserva de grano para fabricar pan.

    El escudo borbónico de Felipe V fue empleado hasta la II República en los sellos municipales.




     Artículo publicado en el programa de fiestas patronales de La Codoñera San Cosme y San Damián de 2022.

LA DESTRUCCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO AL FINAL DE LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

 



    Durante los meses que precedieron al final de la guerra civil de 1833 a 1840, se produjo la mayoría de daños que afectaron al patrimonio arquitectónico de los pueblos del Bajo Aragón. Las ermitas, situadas generalmente en puntos dominantes, así como los conventos y las iglesias habían demostrado su utilidad militar durante los asedios carlistas a Calanda y Alcañiz como enclaves fortificados del ejército liberal. Ahora, a medida que el territorio dominado por Cabrera se reducía ante la ofensiva de Espartero, estos puntos eran susceptibles de ser utilizados por los carlistas para obstaculizar el avance enemigo y por los liberales para repeler los golpes de mano de los carlistas, motivó que fueran sistemáticamente destruidas cuando incomodaban a cualquiera de los contendientes.

    En junio de 1839, el dominio del Bajo Aragón era absoluto. Alcañiz se hallaba bloqueada por las fuerzas de Joaquín Bosque "Alma Feroz", a las órdenes de Llagostera, que amenazaba con la pena de muerte a quien fuese capturado en un radio de una hora de distancia de Alcañiz. La situación empezó a cambiar a partir del 31 de agosto cuando Espartero firmó con el general carlista Maroto el Convenio de Vergara que ponía fin a la guerra en el Norte de España. En los meses siguientes, las tropas liberales retenidas en ese frente empezaron a desplazarse hacia el Bajo Aragón para emprender la campaña final contra las fuertes posiciones de Castellote, Segura, Cantavieja, Aliaga y Morella. Sin embargo, la amplia actividad bélica desplegada por Bosque obligó a crear un cordón de puntos fortificados que evitarían posibles sorpresas.

    El 21 de noviembre, los liberales fortificaron la casa del almudí en Castelserás, junto al puente del Guadalope. Para evitar que los liberales aprovecharan la solidez de su iglesia, Bosque mandó quemarla el 3 de diciembre. Ardieron todos sus retablos y se tuvieron que reconstruir las cornisas, las cubiertas y dos cuerpos de su torre que fue destruida con barrenos de pólvora. En un mapa levantado por el Cuerpo de Ingenieros en 1840, se aprecia el entorno fortificado de la iglesia, en la leyenda se anota que fue incendiada por los facciosos.

    Monroyo fue una de las poblaciones que más destrucciones sufrió. El día 27 de noviembre, Llagostera la mandó incendiar. Ardieron 137 edificios, entre ellos el ayuntamiento, la iglesia, dos ermitas y el palacio de la Encomienda Calatrava. El 4 de enero de 1840, la partida carlista del teniente Calixto Cortés, obligó a los vecinos de Valdealgorfa a llevar cargas de leña para quemar le ermita del Buen Suceso. Las monjas franciscanas fueron expulsadas de su convento y amenazadas con la quema del edificio si los liberales lo fortificaban. Sobre el mismo cordal del camino a Morella, el teniente José Ginés de La Codoñera recibió la orden de quemar la ermita de Ntra. Sra. de Fórnoles. La iglesia se salvó por la intercesión de las mujeres. La destrucción no fue completa y a los pocos días se volvieron a poner los tejados. Se empleó como alojamiento y almacén por las tropas de Espartero.

    Soldados, oficiales y jefes dormían en el suelo durante las marchas. Cuando llegaban a una población se alojaban en las casas particulares que les eran asignadas, las cuales debían facilitarles leña, agua, cama y ropas para dormir. Una de las direcciones de ataque liberal, corrió a cargo la 1ª división del general Diego de León que debía marchar por el camino de Alcañiz a Morella. El invierno de 1839/1840, se caracterizó con frecuentes nevadas que volvieron intransitables los caminos.

    Algunos soldados fallecieron en sus puestos de guardia a la intemperie y lo mismo ocurrió con las caballerías. La dureza del tiempo obligó también, a buscar grandes espacios que sirvieran de almacenes para guardar el abundante material que se precisaba para el asedio. Francisco Foz, sobrino de Braulio, escribió en Mis Memorias, que la iglesia de Fórnoles fue habilitada por Espartero como parque de las 4 piezas de artillería montada y como refugio de un escuadrón de caballería y de un batallón de infantería. Los altares fueron convertidos en pesebres y la sacristía en corral.

    El templo del Mas de las Matas fue saqueado por las tropas, las cuales quemaron la sillería del coro y algún retablo. La iglesia fue habilitada como almacén. Cuando el general Espartero inició el ataque, mandó destruir las ermitas de Santa Flora y de Santa Bárbara para que no pudieran fortificarse en ellas los carlistas.

    El general Puig Samper, al mando de la 2ª división liberal, cubría la línea Andorra, Alcorisa, Calanda, Alcañiz, Castelserás para evitar los golpes de mano de Bosque. El Cuartel General de Espartero se hallaba apenas a 3 leguas de distancia en una zona sin apenas fortificar. El 17 de febrero, se presentó Bosque con 60 jinetes cerca del fuerte exterior de Alcañiz en la Cabezo del Cuervo, donde sorprendió a los nacionales de Velilla y acuchilló a cuatro de ellos. El mismo día publicó un bando en Valdealgorfa en el que amenazaba con la pena de muerte a quien fuera a trabajar los campos. La noche del 4 al 5 de marzo, una columna liberal de Alcañiz inutilizó los molinos de La Codoñera y recogió los hierros, en represalia por haber hecho lo mismo los carlistas con los molinos de Castelserás.

   El 9 de abril, la 1ª División del General Diego de León, conde de Belascoain, ocupó Monroyo con seis batallones, dos escuadrones y una batería de montaña, lo que impidió que los carlistas volvieran a quemar la población. Monroyo fue fortificada y se montaron 5 hornos, almacenes y hospitales. A continuación, se dirigió a Peñarroya, en manos carlistas. Éstos se defendieron en 6 casas y en la ermita de Santa Lucía. Ocupado el pueblo, el general recibió orden de demoler el castillo. El 14, llegaron, a Valdealgofa y a Ráfales los soldados del batallón Provincial de Málaga. Dos escuadrones de Bordón fueron enviados a Fórnoles como protección del camino de Alcañiz. Una compañía de infantería de Valdealgorfa recibió orden pernoctar en la iglesia u otro edificio sólido que ofreciera buena defensa y de fortificarlo para evitar un golpe de mano. La ermita de Fórnoles fue guarnecida con una compañía del Infante. El tren de batir1 llegó a la ermita de la Consolación, donde estuvo custodiado por dos compañías de infantería. En Monroyo, quedaron cuatro cuatro compañías de infantería. En Valdealgorfa, y en las ermitas  de Fórnoles y de la Consolación, se situaron destacamentos de a 6 jinetes para transmitir rápidamente los avisos.

    Los carlistas, trataron de interrumpir el tránsito por la carretera de Morella colocando grandes piedras, practicando excavaciones del firme y roturas del alcantarillado y de las obras que anteriormente realizó el general Marcelino Oraá para el malogrado ataque de agosto de 1938. Los ingenieros liberales del general Cortinez tuvieron que adaptar el camino para conducir la artillería de sitio. Los principales esfuerzos se centraron en el tramo entre Fórnoles y La Pobleta, con soldados zapadores auxiliados por vecinos de los pueblos, obligados a trabajar a la vista del enemigo. Según Francisco Coello, que participó como teniente en dichas obras, se igualaron sus pendientes, se suavizaron sus largos rodeos, se ensancharon sus frecuentes tornos y se practicaron desagües. El trayecto fue calificado como" caminito de jardín inglés con montañas rusas".

    Para retrasar el avance de los liberales, los carlistas prendieron fuego a las casas de La Pobleta el día 13. A la vista del incendio, el Conde de Belascoain ordenó que tres batallones de la 1ª División, una batería de montaña y un escuadrón de Lanceros de Bordón acudieran a Monroyo a apagar el fuego y evitaran la total destrucción del pueblo. Solo se salvaron de la quema tres casas; la iglesia ardió por completo. Un batallón de la 1ª División se quedó en Torre de Arcas para impedir que pudiera repetirse el suceso. El 16 de mayo pasó por Valdealgorfa el tren de artillería en dirección a Morella, compuesto de 40 piezas de batir y tres baterías rodadas.

    El 19, llegó Espartero al hostal de Farinetas o mesón de las Puches. La tremenda tormenta que se desencadenó a continuación y la gran nevada que cayó al día siguiente obligó a los soldados a buscar refugio en Torre de Arcas, Monroyo y Peñarroya, a encender hogueras y a levantar tiendas, las primeras que se empleaban en toda la guerra en el Bajo Aragón. Con la mejoría del tiempo, se formalizó el asedio de Morella y se precipitó el fin del dominio carlista.

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1El tren de sitio incluía ingenieros, exploradores, suministros, cañoneros, etc, que no formaban parte del ejército. Los cañones iban con las tropas, pero estaban protegidos por infantería especial, debido a su pesadez y lentitud de movimientos.


      Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 91