lunes, 5 de julio de 2021

EL SITIO DE ALCAÑIZ EN 1838

 



    La caída de Morella en manos carlistas, el 26 de enero de 1838, fue motivo de profunda preocupación para el general Marcelino Oraá, jefe del Ejército del Centro. Los carlistas, dueños de 15 piezas de artillería, podían amenazar las plazas de Vinaroz, Amposta, Gandesa, Samper y Calanda, cuyas defensas habían sido realizadas sólo para resistir el fuego de fusilería y de pequeños cañones. El Ejército había visto reducido sus efectivos a 12 batallones y 10 escuadrones de caballería. Para penetrar en el Maestrazgo, era preciso juntar varias columnas fuertes con las que batir los 17 batallones que tenían los carlistas.

    El 5 de marzo, Cabañero atacó Zaragoza. El 22 de abril, los carlistas tomaron el fuerte de Calanda, el 27 se rindió Alcorisa y el 30 lo hizo Samper de Calanda. Los fuertes de Alcañiz y Caspe, se presumía que fueran los próximos objetivos de Cabrera. El siguiente paso fue el bloqueo de Alcañiz por los jinetes de Joaquín Bosque. En la ciudad, empezó a escasear el arroz para los soldados, la cebada para los caballos, y el aceite, carbón y leña para el fuego de las cocinas.

    Quienes trataban de romper el bloqueo llevando víveres en un radio de una hora alrededor de Alcañiz, arriesgaban la vida si eran apresados o en el mejor de los casos, ser duramente apaleados.

    En 1835, Alcañiz había sido fortificada bajo la dirección del capitán de ingenieros Juan de Ramón Miró y Carbonell. Sin embargo, como los medios materiales fueron escasos, tuvo que limitarse al aprovechamiento de las defensas naturales y de las viejas murallas medievales, completadas con construcciones de tapia y el aspillerado de los muros para cerrar el núcleo urbano. El castillo fue fortificado y artillado. Disponía de un cuartel de caballería en la plaza del Cuartelillo. En el lado sur de la población, por donde atacarían los carlistas, destacaba la mole del convento de San Francisco (1524), cercano a la puerta de Valencia por donde salían el camino de Valdealgorfa, entre los cabezos del Cuervo y del Calvario y el camino de Castelserás. El foso del trazado de la acequia Nueva o del Rebedal, al pie de los conventos de San Francisco y del Carmen (1604), era un pequeño obstáculo para el asaltante. El gobernador interino de la ciudad era Benito María Sierra, coronel del provincial de Burgos, fusileros de Aragón, milicianos nacionales y movilizados de Beceite.

EL ATAQUE

    Para alejar las columnas liberales de Alcañiz, Cabrera envió al coronel L´Espinace, por Calatayud y Villar de los Navarros, perseguido de inmediato por la división del general Evaristo de San Miguel que el día 11 llegaba a Daroca. Mientras, Llagostera se movía por los alrededores de Mezquita.

    Alcañiz, desguarnecida de tropas, la noche del día 1 de mayo, Cabrera se presentó al frente de 4 batallones de la división de Tortosa, 200 jinetes y 7 piezas de artillería. Mandaban las fuerzas, Miguel Puchol con el 1º de Mora, Juan Solanit con el 2º de Mora, Pedro de Camps con el 1º de Tortosa, Manuel Salvador de Palacios con el 2º de Tortosa y el capitán Joaquín Bosque con los Lanceros y Tiradores de Aragón. El ayudante de la división de Tortosa era el comandante Ramón María Pons. Otros capitanes carlistas que intervinieron fueron: Benito Luis y Antonio Tallada que resultó herido en un brazo.

    Por si los sitiados intentaban salir de Alcañiz, Cabrera camufló parte de sus tropas entre los olivares. A las 6 de la mañana del día 2, los carlistas se habían posicionado en las alturas del Cabezo del Cuervo y del Cabezo del Calvario. A las 8 se presentó Cabrera, y al poco empezó el fuego de fusilería entre ambas partes durante todo el día y la noche. Mientras, los carlistas acarreaban los pertrechos que necesitaban para el ataque.

    Al amanecer del día 3 aparecieron construidas cuatro baterías en la falda del Cabezo del Cuervo, una de 16 reforzada, otra de 12 y dos de 8. Durante todo el día y parte de la noche, se realizaron 469 disparos de bala y granada contra las paredes del convento de San Francisco. En el Cabezo del Calvario colocaron un obús que lanzó 52 granadas contra la ciudad y el castillo. Desde el castillo se contestó al fuego con disparos de cañón y disparos que duraron todo el día. Las pocas pausas se veían amenazadas por los gritos y amenazas que proferían los contendientes.. En la pared del convento se abrió una brecha que fue tapada durante la noche por los defensores empleando sacos y colchones proporcionados por el ayuntamiento, que también entregó alimentos y bebidas a los soldados.

    La mañana del 4, los carlistas volvieron a cañonear desde una hora más temprana que el día anterior y con mayor mayor insistencia. Todos los disparos fueron dirigidos contra el convento de San Francisco, hasta la una del mediodía en que cesó. Antes de dar la orden de asalto, Cabrera envió un parlamentario para intimar a los defensores a rendirse en el plazo de un cuarto de hora. Pasado ese tiempo, todos los habitantes, sin distinción de sexo, serían pasados a cuchillo. Los defensores respondieron colocando una bandera encarnada con una calavera negra en el centro.

    Los carlistas aumentaron su artillería con un cañón de a 12 y un mortero, que lanzó de 40 a 50 granadas. Se contabilizaron en total 562 cañonazos, 23 bombas de 5 arrobas de peso y 12 cohetes. En el convento, las balas rasas abrieron algunas brechas. A las 8h 30´ de la noche, se produjo la caída de una esquina del edificio y la techumbre, formándose una gran brecha. El capitán de la tercera compañía del provincial de Burgos, Juan de Mata López, que dirigía la defensa, y dos sodados de su compañía quedaron enterrados bajo los cascotes. Desde las 9 hasta las 10 de la noche, estuvieron tocando las bandas de música de los batallones carlistas marchas militares y otra sonatas. En el momento en que la música calló, se abrió el fuego, calificado de horroroso, con el mortero y otra piezas de artillería que duró hasta las 10 h y 30´.

    Cabrera dio la orden de atacar Alcañiz por tres puntos. Por el convento de San Francisco, fue el ataque principal. Medio batallón del 1º de Tortosa penetró por la gran brecha. Los asaltantes, a las órdenes de Pedro José de Camps y del ayudante de campo Juan José González, fueron guiados por un antiguo fraile del convento y por un paisano llamado Bosque. Por dos veces intentaron entrar. La primera vez, consiguieron tomar gran parte de edificio sin que los defensores tuvieran tiempo de responder. Dos soldados capturados por los carlistas fueron fusilados de inmediato. La reacción de los defensores fue contundente, a cargo del teniente Miguel Antón del provincial de Burgos y del sargento Domingo Foz de los movilizados de Beceite. En plena oscuridad, por el claustro, corredores y escaleras, con el edificio amenazando de desplomarse, se produjo una violenta refriega con disparos a la corta distancia  de 10 pasos y lucha de cuerpo a cuerpo. Por la parte de la iglesia fueron perseguidos por el capitán de Burgos, Norberto Ortiz. El combate duró unas 3 horas y a ella se incorporaron el juez de primera instancia, Manuel Berdiela, que se encargó de animar a los soldados y el juez del partido de Valderrobres, Mariano Lescartín, con un fusil en la mano. El jefe de la milicia nacional de Alcañiz y otros oficiales optaron por abandonar la ciudad durante el ataque. El subteniente Antonio de Piniés, del provincial de Burgos, sería condecorado con la Cruz de San Fernando de primera clase. Los liberales tuvieron 4 muertos en los claustros y en el huerto inmediato, entre ellos el capitán Juan de Mata y 3 soldados. Hubo 11 heridos, entre ellos, el teniente Miguel Antón, el sargento 2º del provincial de Burgos, Roque Villar y el sargento 2º de los movilizados de Beceite, Domingo Foz. Según Cabrera, los defensores perdieron 150 hombres y otros 300 desertaron . Los carlistas sufrieron 7 muertos y 31 heridos. A  partir de las 2 de la madrugada el ataque disminuyó en intensidad.

    A la misma hora, por la parte del convento del Carmen, un batallón carlista, que llevaba consigo de 20 a 30 escaleras de mano, logró arrimarse a las paredes del edificio. La feroz defensa de los sitiados les obligó a abandonar la empresa dejando abandonadas las escaleras. El tercer ataque ocurrió por el puente nuevo, a cargo de algunas compañías de fusileros que hicieron un intenso fuego.

        Conocedores los carlistas de la próxima llegada de las columnas liberales de Oraá, San Miguel y Abecía, retiraron su artillería el día 6 y horas después levantaron el sitio, marchando hacia Castelserás y Calanda. Cabrera, antes de retirarse, volvió a intimar la rendición de los alcañizanos, sin recibir respuesta. Bosque se situó a distancia para mantener el bloqueo de la ciudad. Al día siguiente, Oraá entró en Alcañiz con 7 batallones y 5 escuadrones. Este, sin embargo, no fue el único asedio que sufrió la ciudad.


    Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 79