domingo, 21 de julio de 2013

EL BATALLÓN CODOÑERA

   Con la venida de los llamados "Cien mil Hijos de San Luis" en ayuda de los realistas y la posterior caída del Trienio Liberal, los absolutistas intentaron erradicar la obra realizada por los constitucionales y volver a la situación del 7 de marzo de 1820. A nivel municipal se perdieron los derechos electorales. El alcalde y regidores pasaron a ser nombrados por la Real Audiencia a propuesta de una terna presentada por la corporación cesante, en la cual debía constar que los propuestos estaban limpios de la "infame nota constitucional".
A mediados de junio de 1823 se crearon los Voluntarios Realistas, a modo de milicia armada compuesta por civiles bajo la autoridad militar, pero en el ámbito municipal.
En febrero de 1824 se formalizó el Reglamento para los Cuerpos de Voluntarios Realistas.
Los voluntarios de las partidas realistas fueron enviados a sus casas donde se les ofreció la posibilidad de alistarse en los Cuerpos de Realistas. Los jefes de las partidas fueron calificados como oficiales y suboficiales, después de un proceso de recalificación, pues muchos de ellos experimentaron rápidos ascensos, aunque muchos de ellos no sabían leer ni escribir, lo que les impedía conservar su graduación en el ejército. Muchos oficiales fueron retirados con licencia ilimitada, cobrando una paga irregular y con retrasos. Otros fueron recalificados de tenientes, a pesar de los altos cargos anteriormente ostentados. Los ilimitados se convirtieron en el baluarte del ultrarrealismo durante toda la década absolutista y en un instrumento político de la oligarquía local.
El nombre de Codoñera fue asignado en 1833 a uno de los seis batallones que formaron la Tercera Brigada de Alcañiz, de la Subinspección de Aragón del Cuerpo de Voluntarios Realistas. Su primer comandante fue Luis Bayod, subteniente de infantería en excedencia. El segundo jefe del batallón fue, Ramón Martín Jaime, mutilado en esta villa, casado con Doña Isabel Molins, según rezaba una vieja inscripción gravada en su casa de la calle Oriente el 26 de enero de 1828 (actual casa Rural ).
El número de Voluntarios Realistas en ese año ascendía a 86 individuos, pertenecientes al arma de infantería. Aunque la aplicación estricta del reglamento no permitía el ingreso en las filas realistas a los jornaleros y a quienes no pudieran mantenerse a sí mismos y a sus familias en los días en que les tocara servicio en su pueblo, poco a poco se facilitó el acceso a las clases populares. La oficialidad pertencía mayoritariamente a las familias acomodadas. Otros mandos del batallón fueron:
                                        Teniente de Infantería y Capitan de Voluntarios, José Dolz
                                        Teniente de Voluntarios, Antonio Faci
                                        Oficial de Voluntarios, Manuel Cases
                                        Subteniente de Infanería, Pedro Gimeno
                                        Sargento de Voluntarios, Ramón Badía
Los Voluntarios disponían de grandes prerrogativas, como el beneficio de los encausados a penas de arresto o prisión por sus delitos, que podían cumplir en su propio cuartel. A su cargo quedó el cuidado de los malhechores dentro del pueblo. Durante casi diez años destacarían por su violencia en la represión de los liberales.
Del mantenimiento de los gastos derivados del funcionamiento de los Voluntarios se encargaban los ayuntamientos mediante los Productos de Propios. Se crearon unos arbitros que fueron permitidos por el Capitán General de Aragón, Conde de España, para calmar su creciente descontento y mejorar su situación económica. En la relación de los arbitros de La Codoñera para atender al armamento, equipo y vestuario, firmada por el alcalde Manuel Secas y el diputado provincial Mariano Celma el 8 de junio de 1826, figuran 86 vecinos Voluntarios de Infantería y ninguno de Caballería. La concesión del 25 de mayo de 1825 ascendía a 2.533 reales, fue dada a: Joaquín Blasco, Rafael Moliner, Valero Angosto, Joaquín de Gracia, Mariano Faci, Enrique Faci, Marco Soler y Mariano Sanz. El dinero entrgado, sin ninguna formalidad,se empleó en la enseñanza de tambores, en la compra de una caja de guerra y en los cordeles para los tambores. Los arbitros procedían de los sobrantes de Propios:
        -16 maravedíes por carga de hortaliza vendida en el pueblo
        -32 maravedíes por carga de pucheros y tinajas
        -32 maravedíes por carga de bellotas, nueces y legumbres
        -4  maravedíes por almud de judías
       -32 maravedíes por arroba de arroz
       -16 maravedíes por cántaro de vino
       -8  reales por arroba de aguardiente
       -1 maravedíes por libra de carnicera de abadejo y pescado
       -4 maravedíes por carga de sardinas
       -4 maravedíes por fanega de trigo, cebada y panizo
      -10maravedíes por carnicera de carne
     -8 maravedíes por menudos de carnero, oveja, macho y cerdo
    - 2 maravedíes por libra de miel
    -1 real por arroba de cera
     -1real por arroba de turrones, peladillas
     -4 maravedíes por cada peso duro de balón de cada cerdo vendido sin pesa
     -2 reales por cada día que venda cualquier botiguero y 16 por cada día que vendan los quinquilleros, caldereros y demás clases que trajinen
El descontento de los Voluntarios con la orientación política del gobierno y el hecho de disponer de armamento propio y organización militar propició algunos levantamientos como el protagonizado en mayo de 1824 por el brigadier Joaquín Capapé. La intentona fue apoyada por Grimarest, Capitan General de Aragón, que consideraba moderada la política de Fernando VII. En esta sublevación también intervino el teniente Manuel Carnicer, que años más tarde destacaría en los inicios de la primera Guerra Carlista. La conjura fue descubierta y los conjurados fueron procesados. El 30 de mayo se ordenó  que el comandante de Voluntarios Realistas de La Codoñera, Martin Jaime de Gracia que se pusiera en marcha, sobre las armas, en dirección a Zorita. El 19 de junio se concedió el indulto y perdón general, con relación a penas corporales y pecuniarias, a "todas las personas que desde el principio del año 1820 hasta el primero de octubre de 1823 hubiren participado en los excesos y desórdenes ocurridos en el Reino con objeto de sostener y consevar la pretendida Constitución de la Monarquía." Se exceptuaban los reos de conspiración que se encontraban en las cárceles. Los conatos de insurgencia se sucedieron uno tras otro. El 20 de septiembre se sublevó José Ralda al mando de una partida de 74 hombres con cuatro oficiales y un capellán agustino, con la que recorrió las tierras de Alcañiz, Caspe, Peñarroya, Puertos de Beceite y el Maestrazgo.
El 29 de septiembre de 1833 murió Fernando VII. Su fallecimiento fue publicado en el Boletín Oficial de Aragón del 4 de octubre. Cuatro días más tarde, Joaquín Díaz Porcar, comandante de la columna móvil del Bajo Aragón, ordenó la desmovilización de los batallones de Voluntarios Realistas, entonces ya muy desprestigiados y convertidos en baluarte de la reacción. Poco después, un decreto fechado el día 25 dispuso que fueran desarmados y se recogieron sus armas, dejándoles sólo el vesturio, aunque esta orden que no se cumplió en muchas localidades.
Tras la muerte de Fernando VII, comenzaron los pronunciamientos a favor del Pretendiente Carlos en Calatayud, Daroca, Teruel, Barbastro y Alcañiz. En esta última el brigadier Puértolas se conjuró con los partidarios carlistas de Calanda, Caspe y Morella. El gobernador militar de Alcañiz, abortó la conjura presentándose el día 6 de octubre en su casa deteniendo a los reunidos. Manuel Carnicer que también se hallaba comprometido en la intentona consiguió escapar. El 12 de octubre Carnicer se presentó en La Codoñera con ocho hombres armados . Entró en el Ayuntamiento y abrió las puertas de la cárcel en nombre  Carlos V liberando a los tres presos que había. Una parte del contingente de Voluntarios de La Codoñera se unió a la partida de Carnicer siguiendo a sus jefes naturales, Luis Bayod y Martín Jaime, engrosando el incipiente ejército carlista. Situación acorde mantenida por el historiador de Alcañiz Pedro Rújula, que considera que en 1833 los Voluntarios Realistas habían asumido, en su mayor o menor medida la ideología carlista.


   Artículo publicado en el programa de las fiestas patronales de San Cosme y San Damián en septiembre de 2012