viernes, 1 de noviembre de 2019

UNA TUMBA EN EL MAR


    Entre las efemérides turolenses publicadas por el periódico de Teruel, figura la siguiente escueta noticia:
25 de noviembre de 1898. "Un soldado de La Codoñera llamado Francisco Cases, de 21 años, se encuentra entre los fallecidos durante la travesía de un barco que este día desde Cuba llega al puerto de Cádiz."
    ¿Quién fue este vecino nuestro a quien el destino, en cumplimiento de su deber, le llevó a la guerra de Cuba.?
    Francisco Cases Ferrer nació en La Codoñera el 24 de septiembre de 1873 en la calle de las Rocas nº 5, hijo de Alejandro Cases y de Blasa Ferrer, agricultores. Dos años más tarde vino al mundo su hermano Manuel Cases.
    La Constitución de 1876 en su artículo 3º establecía que "Que todo español está obligado a defender a la Patria con las armas, cuando sea llamado por ley". En el mes de enero del año en que se cumplían los 19 años, los mozos entraban en el alistamiento militar. En la confección de las listas intervenían de manera activa, el alcalde, regidores del ayuntamiento y el párroco provistos de los libros de nacimientos del registro civil y del eclesiástico. Las listas, una vez firmadas, eran expuestas públicamente durante diez días para que pudieran realizar las oportunas rectificaciones del alistamiento la mañana del último domingo de enero. Francisco Cases pertenecía al reemplazo de 1892.
    El sorteo de los mozos tenía lugar el primer domingo festivo del mes de febrero, a las 7 de la mañana, a puerta abierta, ante el Ayuntamiento. En presencia de los interesados, se leía el alistamiento rectificado y se escribían con letras, tantos números como mozos se sorteaban. Luego se introducían en bolas que se ponían en dos bombos, uno con los números y otro con los nombres. De ambos bombos, una vez removidos, dos niños de menos de diez años sacaban una bola con un nombre y otra con un número. El secretario levantaba acta del sorteo, con los nombres de los mozos y el número y letra que les había tocado. El acta se leía, se firmaba y se remetía a la Caja de Reclutas Provincial después de atender las posibles reclamaciones. Los números bajos eran siempre soldados.
    Días después, los mozos acudían al Ayuntamiento donde eran tallados ( 1, 545 mn de talla mínima ), se comprobaba si eran aptos para el servicio y se hacían las alegaciones pertinentes para eximirse. Todo el proceso se realizaba atendiendo al número sacado anteriormente en el sorteo. La misma operación se repetía con aquellos que en los tres años anteriores fueron destinados a la reserva. Los mozos excluidos eran reconocidos y tallados de nuevo por una Comisión Mixta. Mediante la redención en metálico se podía evitar el servicio militar, el pago a realizar era de 1.500 pesetas por el servicio ordinario en la Península y de 2.000 pesetas en Ultramar ( el sueldo anual de un pastor era de 550 pesetas y el de un maestro de, 850 pesetas ). El mozo redimido, además de pagar, debía acreditar que tenía una carrera, profesión u oficio. Si era declarado excluido o exento se le devolvía lo entregado. Otra modalidad factible en esos años era el cambio de mozo por otro, entre parientes directos, por un recluta disponible, un soldado de la reserva, o un individuo del ejército permanente de la misma Caja o guarnición.
    Francisco Cases pasó por la Caja de Reclutas de Alcañiz y fue destinado al regimiento Sicilia nº 7, antiguo Tercio Viejo de Sicilia nº 67 en el que sirvió Cervantes entre 1573 y 1575, con sede en la plaza de San Sebastián (Guipúzcoa). Prestó juramento de fidelidad a la Bandera en la mencionada Plaza y quedó de servicio. En los días siguientes recibió el vestuario militar valorado en 50 pesetas, que se descontaban de su sueldo. La duración del servicio militar era de 12 años. de los cuales 6 eran de servicio activo (comprendía la licencia ilimitada o reserva activa y el tiempo de la recluta disponible) y otos 6 años de segunda reserva. Los soldados destinados a Ultramar reducían los primeros 6 años a cuatro.
    El 23 de febrero de 1895, con el "Grito de Baire", comenzó la última guerra de independencia cubana. En el mes de marzo empezaron a salir tropas desde la Península para intentar acabar con la insurrección.En julio de 1895 se ordenó el envío urgente de 20 batallones de infantería expedicionarios. El 18 de octubre se formaron 21 nuevos batallones con soldados pertenecientes de los distintos regimientos peninsulares, en ocasiones cambiándolos de unidad, entre ellos se encontraba el de Sicilia 7. En primer lugar, se llamaba a los voluntarios y los restantes que hicieran falta por sorteo.
   En noviembre de 1895 el batallón Sicilia marchó al puerto de Santander, para embarcar en el vapor correo reina María Cristina el día 24. Los soldados oyeron misa y se les repartieron medallas, escapularios, y pequeños donativos en metálico.
    Acompañados por la música de las bandas militares y del público que los despedía, subieron a bordo 3 jefes, 39 oficiales y 933 soldados, pertenecientes a la 7ª expedición extraordinaria a Cuba. El día 25, el barco hizo escala en La Coruña para recoger más soldados y llegó a la Habana hacia el 12 de marzo.
    El batallón Sicilia formó parte de la 1ª Brigada estacionada en Holguín, al mando del General Echagüe. Estaba constituída por el regimiento de la Habana, el 2º Batallón del 2º Regimiento de Infantería de Marina y el Batallón Sicilia. Holguín era una importante base se operaciones en la parte oriental de Cuba, conectada por línea férrea con Gibara, el puerto marítimo que la unía al exterior. El campo estaba controlado por los insurgentes. El transporte a su nuevo destino debió realizarse en vagones de ganado.
   Con la llegada del general Weyler se intensificaron las operaciones militares. En 1896 el batallón tomó parte en las acciones de Aguarás, Loma del Gatuco y Monte Oscuro. El 20 de agosto la línea férrea fue atacada. El sargento Hortigüela, con su pelotón de 19 hombres repelió un fuerte ataque de más de 2.000 mambises.
   El 29 de febrero de 1897 falleció un soldado calandino de su misma unidad por disentería en un hospital de la Habana. El 1 de septiembre murió en Holguín un soldado de Cañizar víctima de fiebre amarilla y el 26 de septiembre otro soldado turolense. El 3 de marzo de 1898, en la zona de Holguín, los batallones de Aragón, Sicilia y de infantería de Marina participaron en una acción contra los insurgentes en la que hubo un muerto y 12 heridos entre ellos el médico y un teniente. En otra acción, fueron heridos un comandante, un capitán y 14 soldados. A pesar de todo, el mayor porcentaje de bajas fue por enfermedad (enteritis, vómito , paludismo).
    El 16 de julio de 1898 se firmó la capitulación de Santiago de Cuba. El punto tercero del acta estableció que las fuerzas españolas serían repatriadas lo antes posible, y lo pagaría el erario público norteamericano. La compañía Trasatlántica ganó el concurso para el transporte de tropas, pero redujo en un 30% las raciones alimenticias de los soldados que pasaron de 20 a 30 dólares. El bloqueo de parte de sus barcos retrasó el embarque, a pesar de las reiteradas prisas del gobierno norteamericano.
    El 16 de noviembre de 1898 le tocó el turno al batallón Sicilia que evacuó la zona de Holguín y marchó a Gibara para embarcar en el vapor francés Cheribon con destino a Málaga. Los soldaos se quejaban de las privaciones sufridas, sin camisa ni sombrero que ponerse, acosados por los mambises que cometían robos y todo tipo de tropelías. En este barco no viajó Francisco Cases, por hallarse enfermo en el hospital aquejado de enteritis crónica. Al día siguiente zarpó de La Habana el vapor correo Patricio de Satrústegui con destino al puerto cubano de Gibara y a los de Cádiz, Málaga y Barcelona.
   El día 11 hizo escala en Gibara para recoger a los soldados enfermos. A bordo iban los batallones Aragón (719 cabos y soldados, 32 sargentos). Extremadura ( 754 cabos y soldados, 32 sargentos, 28 jefes y oficiales) y dos compañías del batallón de La Habana (53 jefes y oficiales, 157 soldados). hasta 2.426 hombres, incluyendo 130 enfermos de los hospitales de Holguín ( 3.000 camas) y Gibara ( 300 camas ), afectados de paludismo y transtornos intestinales. Entre ellos iba Francisco Cases. En Gibara fueron despedidos por el jefe cubano Calixto García. El número de personas embarcadas doblaba la capacidad estimada de pasajeros del barco.
   La travesía fue muy dura por el temporal que se desencadenó el día 16, con fortísimos bandazos que en determinados momentos hicieron peligrar la nave, por lo que su capitán Emilio Tomasi tuvo que permanecer todo el tiempo en el puesto de mando. El soldado Josep Conangla del regimiento de La Habana 26 (futuro periodista y político catalán), que regresaba en el mismo barco , relató las tragedias ocurridas durante la travesía: "Pasados tres días de navegación, nos sorprendió penosamente el primer fallecido acaecido entre las tropas reembarcadas (....). Envuelto el cadáver en tosca aspillera y amarrado a su tórax un lingote de hierro, fue lanzado al mar desde la baranda de popa (....). En días sucesivos se registraron escenas semejantes, si bien por acuerdo entre la jefatura de las fuerzas reembarcada y el capitán del vapor, se procuró que las conducciones de los nuevos cadáveres desde la enfermería a la baranda de su lanzamiento piadoso al mar se efectuaran en horas nocturnas, en evitación de que las tristes ceremonias fuesen presenciadas por los viajeros" .
    Durante la travesía fallecieron de enfermedad 17 soldados: viruela (1), anemia (2), paludismo (4). fiebre (3), infecciones intestinales (7). El periódico La Correspondencia Militar, en su edición del 26 de noviembre de 1898, publicó la relación de fallecidos entre los que figura Francisco Cases Ferrer.
    Francisco Cases Ferrer falleció a las 5 de la tarde del 14 de noviembre por enteritis crónica, según certificó el médico de a bordo, José Pascual Soler, en el punto de coordenadas geográficas N30º 03´, W50º55´del meridiano de San Fernando, habiendo recibido los auxilios espirituales por parte del capellán Lorenzo Bosch. Su cuerpo recibió cristiana sepultura en el mar a las 5 de la tarde del día 26 en el punto de coordenadas N31º48´, W45º35´del meridiano de San Fernando.
    A su llegada a la Península, los soldados fueron obligados a pasar una cuarentena cuya duración dependía del tiempo que había durado la navegación. cerca de un centenar fueron ingresados en hospitales de Cádiz, de los cuales fallecieron 7 que estaban muy enfermos.
   Volvieron a sus casas con licencia limitada, de cuatro meses si estaban enfermos, para luego completar el tiempo exigido de servicio de 4 años. Los recortes presupuestarios afectaron al Ejército, que vio reducidos sus efectivos, muchos de los oficiales pasaron a la situación de excedentes en la reserva al se disueltas sus unidades. Ni la sociedad, ni los sucesivos gobiernos fueron mínimamente generosos con aquellos héroes anónimos que habían cumplido su deber y sufrido tantas penalidades.
   Otros soldados de La Codoñera presentes en Cuba, que tuvieron la fortuna de regresar a su pueblo fueron: Manuel Berné Molins (enfermo de cólera debió su salvación a Justo Gimeno), Antonio Insa Celma, Mariano Faci Abinaja, Santiago Alcober Molins, Pedro Antonio Pérez Martínez (fue voluntario con dos amigos a quienes les había tocado en  suerte ir), Florentín Cros Sanz, Pascual Gazulla Blasco, Gaspar Molins Lorenzo, Mariano Anglés Ferrer (cabo), Miguel Burgués y Justo Gimeno Ferrer.

       
     Artículo publicado en el programa de las fiestas patronales de San Cosme y San Damián de 2019 y en la revista Compromiso y Cultura nº 59.