Durante la Tercera Guerra Carlista, la obtención de los recursos necesarios para mantener la burocracia del estado y la guerra fue un serio problema en las zonas en lucha, sobre todo por parte carlista. Para debilitar al contrario, ambos bandos impusieron multas por tener familiares en el ejército oponente y dictaron medidas coercitivas para embargar sus bienes. A estas dificultades, se añadía que las partes contendientes, se coportaban como si se movieran en un territorio ocupado, con exigencias en víveres (pan, carne y vino) e impuestos a las poblaciones. Estas se encontraban permanentemente endeudadas e imposibilitadas de sostenerse si las cosechas eran adversas. La escasez de grano encareció precios del pan y los bajos precios del vino, junto a las duplicaciones e incluso triplicaciones del pago de las contribuciones, arruinaron a los campesinos con menos recursos. El ayuntamiento de Alcañiz envió una comisión a Madrid, en agosto de 1874, para que negociara los asuntos de la guerra en la ciudad, especialmente el pago de las contribuciones. El resultado de la gestión, salvo por las buenas palabras que se dijeron, no tuvo logro alguno.
El 13 de octubre de 1873, el general carlista Marco de Bello entró en Cantavieja que poco después se convirtió en capital del estado carlista. Marco demostró ser un buen administrador civil y militar, pero fue muy criticado por sus compañeros de armas y por los asesores del pretendiente Don Alfonso que le consideraban "mejor administrador que militar", al pagar puntualmente a sus soldados. En Cantavieja instaló la oficina de administración y hacienda, con una caja única que centralizaba el pago trimestral de las contribuciones territorial e industrial, según los repartos acordados. Allí debían acudir los representantes de hasta 250 pueblos para efectuar las liquidaciones. Las duplicidades en los pagos eran frecuentes cuando otras partidas se movían por el mismo territorio. Cuando las fuerzas de Aragón se desplazaban hacia el río Martín o por la línea de Montalban a Teruel, eran reemplazadas por las de Polo, Vallés, Panera y Pascual que exigían las mismas contribuciones además de otras exacciones. Marco, se entrevistó con Vallés, comandante general interino de Valencia y Castellón para definir sus áreas de actuación y cooperar en las operaciones militares. Como Vallés continuara recaudando impuestos en el Maestrazgo controlado por Marco, éste se quejó al ministro de la Guerra General Elio, quien emitió una orden, el 12 de enero de 1874, para corregir la conducta de Vallés. En marzo de 1875, al producirse en la zona del Matarraña nuevas rivalidades entre la Ronda de Fabara y los recaudadores de Vallés, Dorregaray prohibió dar dinero o raciones a quienes no pertenecieran a las tropas carlistas de Aragón.
Con la proclamación de la I República, el 11 de febrero de 1873, la Tercera Guerra Carlista alcanzó su grado mayor de intensidad. El suceso más importante acaecido en Caspe fue la entrada de Vallés el 16 de octubre con 2.000 hombres y 150 caballos, sin encontrar resistencia a su entrada. Los 72 Voluntarios de la República que custodiaban el fuerte del Castillo de la Bailía, se entregaron de forma inmediata. A Vallés se le sumaron 600 caspolinos que, en unión de los carlistas, prendieron fuego al Castillo de la Bailía y al viejo Convento de la Orden de San Juan. Vallés exigió a los contribuyentes 41.327 pesetas.
El 21 de febrero de 1874, la fuerza carlista dirigida por Marco de Bello, compuesta por unos 3.000 soldados y 250 caballos, se dirigió a Maella y Caspe para recaudar fondos destinados a la compra de armamento y al pago de los uniformes que vestían sus hombres. En Maella recaudó solamente 40 duros de los 13.000 que esperaba requisar y luego marchó a Caspe, donde recaudó 33.500 reales. La llegada de las tropas de Despujols le hizo huir y le capturó más de 250 hombres, numerosas armas de fuego, 80 caballos y la recaudación realizada.
Para no distraer más soldados de los necesarios, en 1874 se crearon rondas volantes que recorrerían los pueblos para cobrar las contribuciones y estaban formadas por pequeños grupos armados que acompañaban al recaudador. Su uniforme en un principio era muy variopinto, estaban cubiertos con boinas rojas rojas, blancas o azules y traje popular o con polainas encarnadas y blusas azules con lista también encarnada en el pantalón, armados de trabucos, escopetas, fusiles recortados, sables, puñales y algún revólver. A su llegada a un lugar, publicaban un bando para que los vecinos fuesen a pagar las cuotas, bajo pena de 200 reales de multa y la amenaza de llevárselos y comer de su bolsillo. Los primeros en acudir eran normalmente los principales propietarios, los cuales en ocasiones adelantaban el pago, mientras la mayoría de los contribuyentes se mantenían a la expectativa. Las desudas se veían rebajadas si justificaban haber cumplido los pagos anteriores. Cuando la ronda abandonaba la población se llevaba la lista de terratenientes para que pagaran sus cuotas y otra con los morosos. De las cantidades cobradas, se extendía un recibo. Los pueblos debían acudir a Cantavieja para efectuar la liquidación o eran multados en caso de no presentarse. Con quienes no cumplían, por motivos idealógicos o por causas personales, se empleaban métodos violentos, como destrozo de puertas de sus casas, y las confiscaciones de colchones, camisas, sábanas, jamones, etec. En determinadas ocasiones se produjo el encarcelamiento de los componentes de los ayuntamientos que se resistían al pago.
Los mandos militares gubernamentales se opusieron a que las localidades pagaran las contribuciones, pero aquellas situadas en áreas desguarnecidas de fuerzas prefirieron continuar con el pago. Para evitarlo, las tropas gubernamentales recorrían esos puntos, y a su vez, también exigían el pago de las mismas contribuciones. Así, el 17 de mayo de 1875, los batallones de Guadalajara y Orense regresaron de Caspe con más de 60.000 reales de los cobros efectuados. La desviación de fondos fue severamente castigada por los carlistas. En enero de 1875, fue detenido el comandante de armas de Beceite por exigir contribuciones sin tener autorización para ello y el día 16 se fusiló a un oficial por desertar y fugarse con 15.000 duros de la recaudación. El 20 de febrero, el comandante de armas de Valderrobres fue llevado a los calabozos de Cantavieja para ser juzgado por malversación de caudales, por orden de Gamundi. Las rondas, además de cobrar contribuciones, se encargaban de mantener el orden público en el territorio que controlaban. Se encargaban de recoger a los mozos de 19 años para incorporarlos a sus filas como voluntarios. Quienes no lo hacían eran buscados y conducidos a puntos fortificados y unidos a aquellos que habían sido indultados por el gobierno y que no querían volver a filas. También interceptaban la correspondencia oficial, aunque se respetaba la particular. En Aragón funcionaron seis rondas o partidas recaudatorias, encuadradas dentro de la tercera brigada de Aragón que mandaba el brigadier Pascual Gamundi.
La Ronda de Alcañiz, al mando del alférz de caballería Narciso Carceller "El Seco de las Parras", contaba con 70 infantes y 6 caballos. Gamundi, lo nombró sargento de su partida e 1873 y le permitió moverse por el distrito de Alcañiz. Sus hombres se encargaron del cobro de los pueblos situados a ambos lados de la carretera de Morella. La ronda fue muy temida en todo el Bajo Aragón y la presa le atribuyó todas las tropelías posibles. Así, el 16 de mayo, El Mercantil Valenciano publicó la siguiente noticia: "Hace tres días que se encontró en las Cuevas de Castellote el cadáver de un desgraciado liberal, mandado fusilar por orden del cabecilla el Seco de las Parras , célebre ya en estas comarcas por la frecuencia con que repite hechos de esta naturaleza". El 10 de junio de 1875, se hallaba en Calanda camino de Foz Calanda con la ronda de Pericón, donde cortó por segunda vez la acequia Vieja. A primeros de julio estaba en Castelserás, de nuevo junto a Pericón, como protección del ejército carlista cuando se retiraba hacia Alcañiz y Caspe. La desmoralización causada por esta retirada y el constante acuso por parte de las columnas volantes del gobierno provocó entre el 3 y el 20 de julio la deserción de 105 hombres que se presentaron en Alcañiz para pedir el indulto. El 17 habló de los pocos hombres que le quedaban para proponerles que quienes pensaran acogerse a indulto. Protegido por su familia en Las Parras pero acosado por las continuas batidas de la Guardia Civil, fuerzas del ejército y los voluntarios de Alcañiz, salió de su escondite y se entregó en La Ginebrosa el 1 de octubre. En los años siguientes, su presencia fue reclamada por los juzgados de Morella, Castellote y Mora de Rubielos. La madrugada del 24 de abril de 1878, se fugó de la cárcel de Alcañiz, al tiempo que el juzgado de Castellote lo reclamaba por lesiones y exacciones ilegales. El gobierno tocó a somatén en los pueblos de Mas de Barberans, Ulldecona, San Carlos de la Rápita, Alfara y Arnés, que junto con fuerzas de la Guardia Civil salieron en su búsqueda. Finalmente, el 25 de noviembre fue capturado y llevado a la cárcel de Valderrobres. En abril de 1879, fue reclamado por el juez de primera instancia del partido de Mora de Rubielos por asesinato. El 3 de octubre, fue condenado a 21 meses de prisión corrreccional en Castellote por dar palos a un paisano que llevaba un parte verbal al brigadier Despujols, dejándole gravemente lesionado y sin asistencia. El 24 de junio de 1887, mientras cumplía una larga condena en la la cárcel de Alagón, fue indultado merced a las gestiones del diputado de Alcañiz, Juan José Gasca. Por R.O. de 4 de 1889 se dispuso el sobreseimiento de la causa incoada por el Juzgado de Instrucción de Castellote por las exacciones y el incendio de los registros civiles además de otros excesos cometidos durante la guerra.
La Ronda de Favara, fue liderada por el comandante de infantería José Ros, y contaba con 90 infantes y 6 caballos. En agosto de 1874, fue sustituido por Tomás Alonso Caspe. A lo largo de 1875 tuvo otros jefes, como Estrada de Alcañiz, Jerónimo Sorrosal y Pascual Navarro. Su área de operaciones se centraba en el Matarraña, aunque en ocasiones cruzaba el río Ebro adentrándose en los Monegros para efectuar recaudaciones. El 26 de enero de 1875, entró en Caspe y se apoderó de la correspondencia pública. El 4 de julio, la Ronda cruzó el Ebro en dirección a Francia, siguiendo el ejército de Dorregaray. Tras la conclusión de la guerra, el 15 de diciembre, el fiscal militar de Zaragoza emplazó a la Ronda para que rindiera cuentas de sus acciones y ordenó la detención de José Ros. Fue acusado de abrir fuego contra los carros que transportaban heridos, así como intentar llevarse prisioneros a dos artilleros heridos durante un enfrentamiento ocurrido el 4 de junio de 1874 contra las tropas de Despujols.
La Ronda de Hijar, bajo el mando del comandante de infantería D.M Manero "Pericón", con 25 infantes y 124 caballos. A primeros de abril de 1874, siendo comandante de armas Alloza, fue encargado por Marco de recoger fondos en los pueblos alejados de Cantavieja. La prensa publicó que el día 9 de abril había muerto en La Ginebrosa en el curso de un encuentro con una columna del ejército en el que fueron capturados 50 hombres de una partida de 150 efectivos. El 11 de abril, cobró 5.000 reales en Calanda, mientras sus hombres recorrían las calles y cantaban:
Hasta que llegue vencer,
Si puedo mascar el agua,
Ya no quiero más mujer
Sino fusil y canana.
Somos carlistas
De corazón
Que defendemos
La religión
El 28 de abril, fue sorprendido en Ejulve por una columna del ejército mientras estaba recaudando con 40 hombres. Perdió su caballo y su partida tuvo varios muertos. El 4 de julio estuvo en Bujaraloz. A las 9 de la mañana del 14 de julio entró con 60 hombres en Híjar y destrozó el telégrafo. El 26 de agosto exigió 9.150 duros en Quinto que luego redujo a 4.000, rompió el telégrafo y se llevó al telegrafista, dos días más tarde se paseaba por las huertas de Alcañiz. El 3 de noviembre, fue destituído temporalmente por Gamundi, tras ser derrotado por Despujols. La noche del 7 de febrero de 1875, cortó la línea telegráfica de Calanda. El 4 de marzo se llevó 6.000 reales de la contribución de Caspe y el 10 de mayo destrozó el gallipuente de Castelserás. El 4 de julio cruzó el Ebro y entró en Bujaraloz camino de Barbastro. La Ronda fue derrotada por la columna de Delatre y posterormente pasó al exilio.
La Ronda de Daroca, estuvo dirigida por el comandante de infantería D.B. Muñoz con 85 infantes y 8 caballos. Fue la última fuerza carlista en cruzar el Ebro y se encargó de destruir las barcas de Chiprana y Caspe para impedir el paso de las columnas perseguidoras del ejército de Weyler.
La Ronda de Montalbán, su jefe fue Ramón León "El Chepa" con 20 infantes y 10 caballos.
La Ronda de Josa, integrada por 20 infantes y 10 caballos.
Al término de la guerra, los pueblos se hallaban arruinados. A pesar de ello, fueron obligados a pagar las contribuciones pendientes, aunque hubieran sido abonadas a los carlistas. Los recaudadores recorrían los pueblos exigiendo el pago, acompañados de fuerzas de la Guardia Civil y los voluntarios movilizados, para evitar desórdenes.
Articulo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 116
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