viernes, 17 de mayo de 2024

CHOCOLATES EN EL BAJO ARAGÓN

 


    En 1534, el monje cisterciense Fray Jerónimo Aguilar, que acompañó a Hernán Cortés a México, envió el primer cacao (Theobroma cacao) a España al abad del monasterio de Piedra, Don Antonio de Álvaro. Junto a las semillas remitió la receta para tomarlo. Los monjes consideraron que no se trataba de un alimento al no estar citado en el Antiguo Testamento, por lo que su consumo no rompía los ayunos que debían hacer. De este modo, el cacao pasó a ser una bebida habitual de los monjes.

    No fue hasta el siglo XVII cuando el cacao empezó a salir regularmente desde el puerto de Veracruz, abriendo una ruta comercial marítima que abastecería la nueva demanda de España, y posteriormente de Europa. Desde el primer momento se endulzó con azúcar de caña, y fueron los españoles los primeros en difundirlo. De esta manera, los monjes del monasterio fueron los primeros en cocinar chocolate líquido con una fórmula en la que el cacao, para endulzarlo, se le añadía, por primera vez en la historia, azúcar, canela y vainilla. En España el chocolate fue considerado exclusivamente como una bebida reconfortante y apenas era empleado en otros aspectos culinarios, existiendo raras excepciones de platos clásicos en los que el cacao se incluía en otros ingredientes.

    Aunque durante los primeros años, el chocolate fue considerado un lujo que sólo se permitían las clases pudientes que hacían ostentación de su poderío, su difusión alcanzó a los lugares más pequeños del territorio. En 1697, cuando el arzobispo de Zaragoza visitó la parroquia de La Codoñera, prohibió comer y tomar chocolate dentro de la iglesia, prueba del extenso uso que alcanzó este producto. Desde el siglo XVIII el chocolate se tomaba en desayunos, meriendas y reuniones sociales, incluso en días de ayuno. También a partir de esa época se empezó a consumir en tabletas.

    Desde el año 1745, el chocolate figura como uno de los productos obligados a tener en la tienda que arrendaban los Propios de La Codoñera. En 1776, cuando sus representantes viajaron a Madrid para gestionar el villazgo, se llevaron para el camino 12 libras de chocolate. Cuando vino el comisionado con el nuevo título, se gastaron, 99 libras por bizcochos en la tienda de Joseph Baded y 47 libras con 29 sueldos por 48 libras de chocolate para agasajarlo. Las chocolateras figuran también en muchos inventarios y testamentos, como el de Antonia Barrera, que en 1786 dejó su chocolatera a su hija monja. En 1824, se nombra la fabricación de chocolate a mano por parte del chocolatero Manuel Leal. En el año 1884, Francisco Molins encargó un manuscrito titulado"Libro que trata de la facultad y oficio de zuquerero, resolís, elados y otras cosas para el uso de Francisco Molins Burguera". Poco despùés fundó la casa Burguera, establecida en la calle Mayor y dedicada a la producción de confitería y chocolate. Francisco Molins fue el principal fabricante de dulces y chocolate vendiendo sus productos por toda la comarca. Su trabajo fue continuado por su hijo Pedro Molins Amela, que dirigió la empras junto con la fabricación de cera. A nivel oficial, el obsequio de chocolate a las autoridades que visitaban el pueblo formaba parte del protocolo del ayuntamiento, y también a nivel particular en los acontecimientos familiares.

     En Alcañiz, la casa "Chocolates Díaz" se remontaba a 1800 cuando era una confitería que fabricaba turrones y dulces. El empleo de cacaos procedentes de las codiciadas y escasas producciones de Apolambas (Alto Perú), Socomismos (Guatemala) y Caracas. aumentó la popularidad y sus ventas por la calidad de sus chocolates. En 1820 había cuatro tiendas con venta de chocolate (Joaquín Albalate, Mariano Gil, Miguel Zapater y Martín Pascual). En el catastro industrial de 1829, figura una tienda propiedad de Miguel Díaz que compartía su actividad con los chocolateros Mariano Gil (tienda) y Miguel Zapater.

    En 1851 se fundó en Madrid , "Chocolates Matías López", la primera empresa chocolatera con producción industrial. Matías López, escribió varios libros sobre el origen, uso y fabricación del chocolate, y fue pionero en el uso de la publicidad. El chocolate empezó a venderse en tabletas envueltas con su marca y reclamos en forma de cromos y postales. En 1854 había en Alcañiz las lonjas de chocolate de la viuda de Miguel Díaz, de Lorenzo Alonso, de Ramón Dehesa, de la viuda de Mauel Marquéz y los chocolateros Elías Navarro y Antonio Cerdán. Unos pocos años más tarde, en 1864, se nombra la fábrica de chocolates de Aniceto Abejar.

    En septiembre de 1867, bajo el título de "La Carmelitana", se promocionaba como gran fábrica de chocolate, cerería y confitería, una tienda de alimentación de la Plaza del Carmen nº 36. Su propietario, Vicente Díaz, con dos tercios de siglo en el oficio aseguraba la calidad de sus chocolates por la buena elección de azúcares y canelas, a pesar de no poder disponer del cacao que antes venía de las colonias americanas y que tras su pérdida, fue sustituído por el de Guinea. Los chocolates, molidos a mano y a máquina, se vendían en Tortosa, Morella, Zaragoza y Barcelona. Los precios iban desde los 4 a los 7 reales por libra de chocolate.

    En 1885 los chocolateros alcañizanos era, Vicente Blanc Burgués, Nicolás Sancho Zapater y Vicente Díaz, cuya "Fábrica de Chocolates Vicente Díaz" de la calle Alejandre nº2, se especializó en la elaboración de este producto que vendía por todo el país. En 1895 la fábrica estuvo en manos de Miguel Díaz y Compañía. Entre 1899 y 1937, fue dirigida por Miguel Díaz Gascón quien a primeros del siglo XX la electrificó.

    La otra empresa chocolatera que mantenía su actividad por esas fechas era la de Jerónimo Gil Bonet con "Chocolates y Cafés Gil"

    En 1925 se abrió al público la confitería "El Buen Gusto" de Antonio Alejos y Carmen Pamplona en la calle Alejandre nº 2.

    Durante la Guerra Civil, Alcañiz sufrió los daños de los bombardeos de la aviación italiana y las dos fábricas de chocolate dejaron de funcionar. El 26 de marzo de 1938, la fábrica de "Chocolates, Confitería y Ultramarinos" de Jerónimo Gil, acusó las dificultades del momento y anunció que se traspasaba por no poder atenderla. Sin embargo, entre los años de 1940 y 1945, mantuvo la matrícula industrial de un molino de cacao situado en la calle de Amposta nº 1 y se anunciaba en las Fiestas Patronales de Alcañiz de 1943 (Archivo Municipal de Alcañiz)

    El chocolate, como otra afinidad de alimentos fue un producto racionado en la posguerra. En 1941, "Chocolates Díaz" reabrió sus puertas bajo la dirección de Miguel Díaz Ferrer, con dos molinos de cacao en la plaza Mendizábal.

    La empresa "Chocolates Díaz" patrocinó, entre otras, una colección de 40 cromos titulada "Animales prehistóricos", dibujados por el ilustrador y acualerista valenciano Juan Masiá López. El dorso del cromo contenía una breve explicación acerca del animal representado, unas lecturas que estimularon la imaginación infantil en una época de escasos conocimientoas paleontológicos.

    Hacia 1954, la "Antigua Fábrica de Chocolates Díaz", se publicitaba junto a su otra actividad empresarial, "Hidroléctrica Industrial, S.A. En la década de los años 60, cerró definitivamente sus puerta y la fábrica de chocolates cayó en un progresivo estado de abandono. Finalmente, en 2022 sus propietarios vendieron parte del edificio situado en la calle de los Escolapios.

    Por su parte, la pastelería Alejos se mudó, en el año 2000, desde la Plaza de España a la calle Blasco, ahora gestianada por Antonio Alejos y María Isabel Palomo, últimos representantes de la dulcería tradicional alcañizana tras cien años de una actividad continuada.

   Los autores agradecen a las familias Díaz y Alejos, así como al Archivo Municipal de Alcañiz, la ayuda prestada para realizar el presente trabajo.



    Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 113



    

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