sábado, 30 de mayo de 2020
CASTELSERAS Y EL GENERAL SERRANO
Durante el verano de 1837, los carlistas se hicieron dueños del Bajo Aragón. El 3 de octubre ocuparon Torrevelilla, población que había sido fuertemente fortificada y defendida. Las partidas carlistas de Camilo Moreno y Cabañero se movían con gran libertad y amenazaron Caspe el 5 de noviembre con 2.000 infantes y una batería de montaña. El día 7 llegó el brigadier Añón con 300 caballos. Los portales fueron derribados y muchas casas saqueadas y quemadas. El Ejército del Centro envió en su ayuda al brigadier de caballería, José Abecia, con dos batallones y dos escuadrones que operaban entre Teruel y el Ebro. El periódico La Estafeta, en su edición de 14 de noviembre de 1837, al publicar la noticia, pretendía "eanimar la decadencia de espíritu que pudo haber causado la escasez de tropas que se observaba en toda esta parte de Aragón". Sin poder tomar el fuerte de Caspe la mañana del día 9, los carlistas se retiraron con el botín obtenido hacia Castelserás.
A las 10 de la noche del día 10 de noviembre, la columna del brigadier Abecia, que estaba en Samper de Calanda, salió para interceptar la fuerza carlista mandada por el comandante Camilo Moreno, que se dirigía con el botín hacia Cantavieja por la Valcomuna. A las 5 de la tarde del día 11, la columna avisó de las avanzadillas carlistas en las pequeñas alturas inmediatas a Castelserás sobre el camino de Samper. Otras tropas se movían en la elevación del Calvario y en el llano se veía su caballería.
La brigada de José Abecía estaba formada por un escuadrón de la Caballería de la Reina, 2º de línea, al mando del comandante Francisco Serrano, y un escuadrón de la Caballería de Cataluña del 6º en línea. Su infantería estaba formada por el primer Batallón del Rey, 3º de línea, y el primer Batallón del Infante, 1º de línea. A estas fuerzas se añadieron, el primer Batallón de Fusileros de Aragón del comandante Baltasar de Torres, los Tiradores de Daroca del coronel Ramón Quintana y la Caballería Movilizada de Cariñena. Los carlistas disponían de unos 1.500 infantes y 300 caballos, formados en tres batallones de infantería, dos escuadrones de caballería y dos piezas de montaña, al mando del jefe de caballería Camilo Moreno.
Como primera medida, el brigadier liberal envió a la mitad de la caballería del 6º ligero contra las avanzadillas carlistas para obligarlas a repasar el puente hacia la otra orilla del Guadalope. Su infantería, situada en el Calvario, al ver avanzar al batallón de infantería del Rey, precedido de sus cazadores, abandonó las alturas precipitándose hacia las casas y los corrales próximos al puente, y fue sometida al intenso fuego que los tiradores hacían desde ellas. El Guadalope, encajado, con 24 a 30 pies de profundidad, ofrecía dificultades para ser vadeado. El puente era el único acceso al pueblo.
La Compañía suelta de fusileros de Aragón y los Tiradores de Daroca atacaron por la izquierda del puente, sostenidos por un escuadrón de caballería del 6º de línea y por 2º escuadrón de lanceros de la Reina. Mientras, los batallones, precedidos de sus cazadores y de la mitad de la caballería del 6º, atravesaron el puente y desalojaron a los carlistas de las posiciones que ocupaban en el lado izquierdo. A continuación, el batallón del Infante, 3º de línea, al paso, atacó las posiciones del lado derecho, con el batallón del Rey por el centro. El encuentro fue rápido, los soldados, a la bayoneta y en guerrilla, ocuparon el pueblo con la ayuda de unos pocos jinetes del 6º de caballería. La defensa cesó poco tiempo después. Los carlistas, para intentar salvar el botín que llevaban, abandonaron sus posiciones emprendiendo la retirada por las colinas sobre las que se halla el camino de La Codoñera.
El primer batallón de fusileros de Aragón, a la bayoneta, continuó su marcha en vanguardia para cortar la retirada de los que huían hasta que tropezó con dos escuadrones carlistas que se presentaron con dos compañías de infantería, Abecia envió el escuadrón de la Reina, al mando del comandante Francisco Serrano, para que cargara contra ellos. La contundencia del ataque provocó la dispersión de los escuadrones enemigos y de la mitad de la infantería que en su mayor parte fue lanceada y quedó prisionera. En su escrito informe, redactado en La Codoñera el día siguiente del combate, señaló que "...nuestro invencible escuadrón, con el bravo comandante Serrano que venía de retaguardia, se se incorpora y se pone a vanguardia y persigue vivamente a la facción, que viéndose obligada a combatir, forma sus masas y se arrojan a la carga sus dos escuadrones protegida por la infantería del primer batallón de fusileros de Aragón al mando del coronel Manuel Sessé". Más adelante añade, "ya era de noche el fuego horroroso; su caballería fue rechazada tres veces a tiro de pistola; su infantería fue lanzada, y lo más particular que todo ocurría en un espeso olivar y a las in mediaciones de La Codoñera, y solo 80 hombres pusieron en vergonzosa fuga una fuerza tan imponente, aunque después de una resistencia obstinada, pues ningún faccioso soltó su fusil interin no recibió tres lanzazos; Su caballería no se ha visto jamás arrojada; nuestra pérdida ha consistido en un sargento graduado de alférez y un soldado muertos , dos gravemente heridos, y dos o tres caballos también heridos; 80 muertos que ha tenido la facción y 140 prisioneros, la mayor parte heridos". Refiriéndose al comandante Serrano dice: "el comandante Serrano es un héroe, excede su arrojo a cuanto se pueda decir".
Sólo quedó un grupo parapetado en la encumbrada ermita de Codoñera que intentó, con su fuego, dar tiempo para que se retiraran sus fuerzas. El subteniente de cazadores, Pedro Paredes, del primer batallón del Rey, con la cuarta parte de de su compañía, los desalojó de sus posiciones. El enemigo huyó hacia los Puertos. Pirala1 escribió que fueron capturadas dos compañías carlistas y que Camilo Moreno fue destituido por el brigadier Manuel Añón. Tras el combate, los liberales recogieron 11 cajones de municiones y 8 cargas de fusiles. El éxito del combate aumentó la moral de los liberales, necesitados de ellas después de las derrotas sufridas, aunque sus efectos sobre la marcha de la guerra fueron nulos. La prensa, ávida de noticias favorables, repitió, durante cerca de dos semanas, la victoria obtenida y el valor demostrado el comandante Serrano. Esta constituyó un fuerte espaldarazo en al carrera en el poder del comandante Francisco Serrano que le supuso el ascenso a teniente coronel efectivo y la concesión de la laureada de San Fernando. En el manuscrito del brigadier José Abecía2, podemos leer la consideración que le merecía de su superior en la sección de Castelserás.
Al firmarse el Convenio de Vergara en 1839, ya era coronel. En julio de ese año, comenzó su carrera política como diputado por Málaga. La suya fue una de las carreras militares y políticas más brillantes y controvertidas del siglo XIX. Favorecido por Espartero, se convirtió luego en su enemigo. En septiembre de 1868, siendo "Duque de la Torre", encabezó, con el general Prim y el almirante Topete, el pronunciamiento militar que derrocó a Isabel II, su antigua protectora y amante. Fue tolerante con la I República, aunque acabó reconociendo a Alfonso XII.
Los autores agradecen la colaboración prestada por Manuel Cerezuela Domene de Castelserás y a la Biblioteca Histórica-Militar y Cultura Pirenaico, que nos ha facilitado la consulta de los fondos bibliográficos.
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1A.PIRALA. Historia de laguerra civil y de los partidos liberal y carlista, 1853-56. Vol. IV,pág. 300.
2 Instituto de Historia y Cultura Militar, Museo de Infantería, nº 63.138. Acción contra los carlistas Moreno y Cabañero en Castelserás en noviembre de 1837.
Artículo publicado en la revista Compromiso y Cultura nº 54
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